Cuando se comparte la vida con personas, lo razonable sería intentar comprender su mundo, sus prioridades, la propia obra de su vida. La voces silenciosas siempre están, quizás haya que conocer su música, su tonalidad.
Yo me pregunto con frecuencia: ¿será importante puntualizar en cada momento lo preciso, lo indudable, aunque por sus circunstancias personales no fuera conveniente comunicar a alguien lo que le incomodara escuchar, o bien, comentar lo que la otra persona quiere y desea oír? Posiblemente el razonamiento más correcto sería transmitir las verdaderas secuencias sobre sus necesidades.
Muchas veces, cuando escribo y pongo los dedos en el teclado, automáticamente se mueven al son de las articulaciones mentales. ¿Será la conducta mental o, probablemente, la orientación de un cauce de inteligencia universal?
Es curioso como una persona, en periodos cortos de tiempo, puede llegar a vivir conductas muy diferentes, incluso, a veces, radicales: cambios de humor, indiferencias sociales, melancolías profundas, enfados repentinos, …
Por todo lo comentado anteriormente, hay indicios de que el ser humano se desarrolla en esa metamorfosis, y debe admitirse como es. Así nos han hecho y así crecemos: con incertidumbres, paseos sin consciencia, mecanismos interpuestos, llamadas de auxilio, voces ineficaces, derrumbamientos de fe, vicisitudes emocionales…. Demasiadas interferencias para ser uno mismo. Quizás sea el precepto que tienen los seres humanos: perdidos en el espacio exterior e interior.
¿Es verosímil que en este mundo humano haya algunas excepciones, donde personas con un equilibrio perenne, una armonía constante y un orden mental apropiado sean la referencia de la posible existencia de una profundidad humana mucho más espiritual? No sé. Yo ya me voy perdiendo en este mundo de formas inconstantes, de alusiones inexactas, de perforaciones no halladas, de cualquier método de vida humano.
¿No será que nos engañamos tanto con el mundo espiritual, con las adivinanzas del Universo, con los mensajes celestiales, que somos muy diferentes a las apreciaciones sobre nuestra realidad, siendo la mente un complot o un sufragio de algo único que vive por las planicies secretas del Universo?
Entonces, ¿cómo vamos a ser capaces de comprender a los demás si nadie se comprende a sí mismo? Si lo que creemos real es una ilusión; si lo que consideramos la verdad es un mecanismo irreal y coyuntural, en el que confiamos dándole el poder absoluto; si lo que basamos como algo imprescindible no se ajusta a su condición necesaria; si lo que se vislumbra es una artimaña de nuestra mente, ¿qué es la vida? ¿Qué es la Creación? ¿Cuáles son las expectativas del Universo para el ser humano?
Bajo estas consideraciones tan vacías, tan desarticuladas, tan engañosas, ¿qué es el ser humano? ¿Y cómo puede llegar a compartir vivencias de otros, si las de uno mismo están en periodo de prueba y son totalmente inexactas?
Por tales coyunturas, ¿qué hago yo en este mundo? Es una pregunta que tendré que descifrar y que deducir. Creemos saber quienes somos, y no tenemos la más remota idea de nuestra procedencia, ni de lo que hacemos aquí. Entonces, ¿cuáles son los motivos que acercan o alejan a las personas? ¿Qué hay en toda nuestra realidad tan irreal, que nuestro dominio está fuera de todo control? Pensamos en organizar un estado de conciencia y no tenemos la certeza de lo que representa.
¡Vaya vida de adivinanzas! ¡Vaya diario que vamos escribiendo y que no sirve para nada! Si somos marionetas del destino y del Poder Universal, ¡cómo nos persuadimos en estimar que somos algo! Residuos universales que bastante tienen con vivir, con suponer que deciden, con reflexionar que entienden, con intuir que son divinos, con especular conque su inteligencia es capaz de describir el verdadero sentido de la realidad. ¡Falso! ¡Muy lejos de la realidad!
Por eso, ¿cómo voy a contemplar que lo que yo piense e imagine sobre un ser humano pueda ser cierto, incluso pueda ser lo mejor para él? ¡Mentira! ¡Imposible! Cada uno es él y sus circunstancias, y bastante tiene en confiar en sí mismo. ¿Cómo puedo inducir a una persona a que dé por bueno que es lo mejor o lo peor para su existencia, si yo no sé quién soy ni a qué he venido a esta vida? ¿Cómo he podido vivir en esta ignorancia?
Inducciones, flujos, lanzamientos, perforaciones, son pautas de los Seres de Luz que nos aportan un cierto sentido en razonamientos, una pequeña orientación mental para convencernos que admitamos la libertad de nuestras vidas: la potestad de nuestro propio gobierno y control. Seres cuyo poder es sobrenatural y que nos conducen, como instrumentos de laboratorio, a una ensayo constante, a un experimento en el que pensamos tener plena autoridad. ¡Qué ignorancia!
¡Qué poco sabemos! Más bien, no sabemos nada.
En este momento soy un ser privilegiado por haber descubierto que no soy nada ni nadie, simplemente una brisa de aire que vuela en el espacio, en unión de una brisa total cósmica, sin individualidad ni entendimiento, sin dominio ni vida propia.
¿Hasta dónde llega la incapacidad humana, que sin propósitos ni aventuras, el ser humano intenta vivir sugiriéndose dogmas y rituales de vida, apostando a que se le orienta y a que se le eleva a un nivel superior, garantizándole la senda del destino? ¡Qué menosprecio a la autoridad Universal!
Pobres hombres y mujeres que caminamos por esta Tierra, fiándonos en ser un regalo de la vida y, en cambio, somos una experiencia cósmica.
¿Qué tiene el ser humano? Fracasos y más fracasos, porque siempre intenta conocer, sentir, vislumbrar, y muy lejos de la verdad. Admite que está ahí, que tiene referencia propia, que es importante, que triunfa en sus espacios. Es un mundo ilusorio de la mente, porque, sinceramente, no es nada de nada. Es una proyección, simplemente eso. Y nuestros inconformismos son, curiosamente, un sistema conformista de vida.
¡Qué pena! De ahí que sea un iluso pensando en qué participo de los seres humanos, si, realmente, no sé en qué participo de mí.
Por eso, sigo preguntándome: ¿qué hago dando alusiones a alguien, que no sé si es correcto ni si es bueno para su vida?
Mi mente existencialista ha prolongado la carencia de mi intelecto, de mi constitución humana y de mi fe espiritual.
Los grandes sabios, los seres iluminados, me imagino que tendrán unos conocimientos y unas visiones más trascendentales sobre la raza humana, pero mi precaria consciencia me aleja de un conocimiento fuera de la exactitud de la existencia del hombre.
En ese extremo del pensamiento como en esa parcela mísera de hombre, mi ser transitorio sigue caminando como célula universal perdida en el recorrido de los tiempos.