Aquello que parecía la historia interminable parece ser que ya ha finiquitado. La instrucción judicial, que ha durado 10 años (2003-2013) llevada a cabo para aclarar posibles delitos cometidos por Carlos Fabra, 16 años (1995-2011) presidente de la Diputación Provincial de Castellón, le ha llevado a ser condenado a cuatro años de prisión por cuatro delitos contra la Hacienda Pública, la cosa ha sido porque ha quedado probado que en su día no declaró en su liquidación de la Renta casi dos millones de euros de ingresos, no provenientes de su salario, sino por otros conceptos, el motivo dado por el condenado ha sido que no lo hizo por ignorancia o por olvido. Claro, el que hubiera ingresado casi dos millones de euros era una cosa tan insignificante que a cualquiera se le puede olvidar a la hora de dar cuenta al Fisco.
Esta condena por delito fiscal me recuerda a otra que tuvo lugar hace muchos, muchos años, que afectó a un popular personaje norteamericano que dio con sus huesos en la cárcel por la misma causa: Defraudar a la Hacienda Pública. No obstante los cuatro años de condena, Carlos Fabra se ha mostrado satisfecho porque los jueces han desechado los delitos de tráfico de influencias y cohecho, visto como lo ve Fabra, da la sensación de que ha cometido un delito menor cuando defraudar a Hacienda es defraudar a todos los españoles. Esto dicho por un individuo que ha estado durante 16 años, los que estuvo al frente de la Diputación de Castellón, cobrando de los dineros de los contribuyente, mientras el no contribuía en la medida en que debería haberlo hecho que no es precisamente un acto que pueda honrar a nadie y menos sentirse satisfecho por ello. La cantidad que dejó de ingresar a Hacienda es de casi 700.000 euros, nada, calderilla.
Yo creo que entre los delitos que pueda cometer cualquier cargo público que viva a costa del dinero de los contribuyentes, uno de los más graves, tanto como pueda serlo el cohecho o el tráfico de influencias, es el de defraudar a la Hacienda Pública. Este caso es comparable a la reprobación que merece el hecho de que la Agencia Tributaria descubriera, hace unos días que se publicó el informe de los inspectores, que la sociedad de la Infanta Cristina y de su esposo Iñaki Urdangarín, defraudó 281.109 euros a la Hacienda Pública entre los años 2007-2010, un fraude inadmisible y total y absolutamente reprochable si tenemos en cuenta que a la Familia Real la mantienen los españoles con sus impuestos, máxime cuando algunos de sus miembros no cumplen con sus obligaciones fiscales. Pero no es solamente este hecho un suceso criticable, no, lo es también el que el partido que sustenta al Gobierno, el Partido Popular, pague a sus proveedores en dinero negro y por tanto sin que se cumpla con la obligación fiscal de pagar el IVA. Mientras a los consumidores se nos castiga con el pago de este impuesto que por cierto dijo Rajoy en su día que no iba a subirlo. Este y otros. Esto es lo que se desprende de lo averiguado por el juez Pablo Ruz, que instruye el caso GÁ¼rtel y el caso Bárcenas.
Al hilo de todo esto he llegado a la conclusión de que Rajoy es poseedor de un ojo clínico que no creo que sea la envidia de nadie, en su día dijo que Carlos Fabra era “un político ejemplar”, como también dijo que le gustaría ser como Francesc Camps y Jaume Matas. El primero dimitido y con una resolución judicial que nos ha dejado a muchos la mosca tras la oreja y el segundo está condenado a penas de cárcel y a punto de ingresar en prisión.
La verdad es que este Rajoy anda un poco desorientado sobre todo a la hora de distinguir entre buenos y malos. Creo que si va por estos derroteros va a necesitar que le faciliten un GPS de muñeca.