Los conflictos de la democracia liberal consisten en tres puntos que comprenden las propias contradicciones entre los principios básicos del sistema ideopolítico con sus instituciones: la paz social, las interferencias del estado en la libertad de los individuos y la gobernabilidad y representación política. Estos tres problemas constituyen en la práctica casi dilemas, con el tiempo aceptados e interiorizados dentro de la cultura liberal que impera en la mayor parte del mundo. Pero la solución de los problemas no es única ni tampoco es imposible, ambos extremos ideológicos reusan del cambio y el progreso de las instituciones. Los primeros por definir que el fin del camino ha sido ya de hecho alcanzado y los segundos por acometer el problema terminando en una antinomia práctica como sucede con los sistemas comunistas. Al final, el resultado, ecuánime, será continuar con lo mismo.
Sin embargo, en ningún caso es cierto este postulado y todavía nos quedan miles de posibilidades que explorar en la práctica y en la teoría social pero a partir de la segunda mitad del siglo pasado y en lo poco de esta presente centuria, el pensamiento innovador social se ha estancado, como si no hubiera más sistemas posibles ni organizaciones de los estados diferentes, así como organizaciones de las leyes o de la educación. Este estancamiento revierte, sin duda, en la vuelta a los esquemas de antaño, de las viejas teorías y de los clásicos, en la también clásica y manida dicotomía entre los liberalismo social y conservador, cuando no el tradicional (laissez faire). Entonces, con este panorama, no es de extrañar tener gobernantes que se reflejan en las tesis de politólogos como Hayek, Rawls o Keynes y Friedman en economía , hecho de incontestable fuerza que prueba la involución de la ideación social habiendo en un abrupto trecho entre el progreso técnico -que he tratado en otras ocasiones- con el progreso humano y social. Mientras uno ha volado hasta lo inimaginable en los tiempos de los pensadores sociales nombrados, el propio pensamiento social y económico aun no los ha superado y no se ha adaptado a las visicitudes y circunstancias de los tiempos que corren.
Esta claro que falla algo. Eso es lo que mucha gente, la mayoría en el mundo piensa, por un lado o por otro pero falla algo. No hemos logrado la estabilidad pese a los grandes, supuestos, cerebros de las ciencias económicas ni a los grandes políticos ni a las democracias basadas en el sufragio universal, justo con todos y, en teoría, igualitario en derechos políticos. Seguimos acarreando de errores consustanciales a las instituciones, las políticas económicas mundial y nacionales, a la jurisdicción de los servicios sociales como la sanidad o la educación -que aun se atienen al irritante debate de lo privado y de lo público- y un sinfín de desventuras históricas y teóricas más. Y, puesto que algo falla, habría, en reacción, que seguir produciendo ideas sobre como mejorar el devenir de la sociedad y cuales son los medios y procedimientos precisos para materializar tal meta.
Repasando los tres puntos primeros, indicados en el primer párrafo, a modo de síntesis, se abren infinidad de posibilidades dadas a través de la imaginación cuando nos abstraemos de los esquemas culturales de la política y del status quo. El dilema de la paz social dado por el pluralismo de las ideas es, en especial, notorio en España, donde coexisten dos vertientes de pensamiento social antagónicas, en disputa constante y sin solución de continuidad en su retahíla de conflictos. El segundo de los problemas consustanciales a la democracia liberal es la interferencia del estado, por ejemplo, criticada cuando se favorecen mediante leyes, a algunos colectivos o se dirige al país a ciertos objetivos sociales; se producen excesos de proteccionismo de los ciudadanos y, por tanto, descuido de su responsabilidad como individuos, etc. ¿Hasta qué punto se debe permitir estas interferencias y cómo regularlas? Para finalizar la exposición, explico el tercero de los puntos, reclamado por algunos movimientos sociales y es el tema de la representación de los gobiernos. Temas como las lees electorales, la conformación del parlamento, de las elecciones, de la participación en las decisiones de la ciudadanía (referendos o limitación al voto…). En este sentido se advierten problemas de información, posibles manipulaciones por estos medios; también se presentan con fuerza los conflictos entre la libertad de expresión, reunión y, sobre todo, manifestación, cuando es en contra del poder votado y legitimado ¿Qué hacer? ¿Dónde se definen los límites? ¿Los conflictos entre los intereses de los propios grupos políticos y los intereses de sus votantes? Muchas incógnitas formando parte de un problema de amplia magnitud y multidimensional descuidado y abandonado casi a su suerte de los círculos de las ideas sociales.