EL CRISOL – Pascual Mogica Costa
A raíz del episodio protagonizado por el empresario y ex presidente del Real Madrid, Lorenzo Sanz Mancebo, y desde mi modesta posición de ciudadano de a pie, me han venido a la mente nombres como el de Mario Conde y Fernando Martín Álvarez, fundador de Martinsa, y ello me ha llevado a reflexionar sobre la realidad de esos llamados grandes hombres de negocios y principalmente sobre su capacidad para gestionarlos. Esto me ha conducido a formularme las siguientes preguntas: ¿Han sido un desastre como gestores? ¿Su rápido enriquecimiento fue debido a las buenas circunstancias al aprovechar un momento económico óptimo, lo que en mi opinión les sitúa entre esos a los que yo llamo ricos de aluvión? ¿Fueron incapaces de conservar los activos de sus empresas en momentos difíciles? Sus empresas han ido a la ruina pero ¿en que situación ha quedado realmente su patrimonio personal? ¿Deberían las instituciones públicas, Gobierno, Hacienda y Banco de España controlar más estrechamente el desarrollo de las empresas de rápida evolución económica, así como la gestión de sus consejeros y ejecutivos? ¿Hay en España muchos gigantes con pies de barro más «listos» que inteligentes? Nadie ignora que los ricos de aluvión abundan en España ¿se puede decir que son un riesgo siempre preocupante para la estabilidad económica del país?
Naturalmente no meto a Lorenzo Sanz, en el mismo saco que a Conde y a Fernando Martín, a la hora de escribir esta reflexión no se en que situación se hallan las empresas de Sanz y por tanto na cabe comentario alguno. Ahora bien, lo que ha llamado mi atención es que lo ocurrido con Sanz se ha publicado en la sección de deportes de los medios de comunicación lo que me lleva a preguntarme si es que nos encontramos ante una nueva modalidad deportiva con posibilidades de ser admitida en los Juegos Olímpicos, cosa que creo que ya va siendo hora puesto que si esto se puede considerar un deporte, hay que tener muy presente que el mismo se viene practicando desde tiempos inmemoriales y seguro que el seleccionador no tendría muchos problemas a la hora de elegir a los «mejores» ya que hay abundancia de ellos. Se podría llegar al «overbooking». El problema para el seleccionador sería a la hora de «conjuntar» el equipo ya que los seleccionados son muy individualistas y no acostumbran a «combinar» sus «jugadas» con los demás.
Lo que en realidad sucede es que hay muchos fantasmas a los cuales al final se les cae la sábana.