Fátima Báñez: apoteósica
Cuando pensábamos que era imposible superar el nivel chirigotero alcanzado por el ingenioso Cristóbal Montoro, ha aparecido una nueva estrella de la cuchufleta, el cachondeo y la “guasssa”.
Al grito de: “tú sí que vales”, y por méritos propios, la ministra Fátima Báñez acabará por destronar a Montoro del reinado de la chiripitiflautiquería. Fátima, por si alguien no la ubica, es esa ministra que va acicalada con una peluca (porque estoy convencido de que lo suyo es peluca) de ocasión, tipo todocién de los bazares chinos. Austera, frugal y sobria, parca en palabras, pero graciosísima. Me recuerda mucho a aquel humorista catalán, Eugenio, que se presentaba mesurado e inflexible, pero que era la monda. Pues Báñez ha escogido el mismo arquetipo: seriedad expresiva, pero dispuesta a que nos partamos el culo con sus chistes.
Tres ejemplos ilustrativos. El primero fue en el mes de junio, cuando la prima de riesgo superaba el nivel de los 600 puntos. Al ministro de Guindos le salía una úlcera y casi le da una embolia, pero ella, alegre y dicharachera, afirmaba en Huelva que la Virgen del Rocío “nos ha hecho un regalo en nuestra salida de la crisis y en la búsqueda del bienestar todos los días de los ciudadanos”. ¡Genial, soberbia, qué cachonda!
Más tarde, a principios de noviembre, el nerviosismo en el Gobierno se había instalado como consecuencia de las malas perspectivas económicas. Mariano Rajoy andaba descompuesto con la huelga general que se le avecinaba, pero ella salió a la palestra con una nueva gracieta para templar gaitas. Fue capaz de afirmar, sin una mueca, sin una carcajada, que ella “percibía signos de recuperación en la economía española”, y eso que ese mismo día el INE anunciaba que el paro se acercaba a los 6 millones de desempleados.
El último chascarrillo ha sido hace pocos días. Soraya Saénz de Santamaría tenía que anunciar, descompuesta, pálida como la teta de una monja, que el Gobierno había decidido no revalorizar las pensiones a los jubilados. Se estaba comiendo un marrón de la hostia, pero ella, Fátima, tan socarrona como siempre, le quitaba hierro a la cosa asegurando que este era un “ejercicio de responsabilidad” de parte del Gobierno de Mariano. Apoteósica, sencillamente apoteósica.
Hay quienes se ensañan con la ministra andaluza, y la tachan de inepta e incompetente. Pero estos, simples ignorantes o envidiosos, no saben ver su genialidad, no captan su vis cómica y se pierden lo mejor de su humor surrealista.
Fátima es una especie de La que se avecina del Gobierno: ya sabemos que no nos va a solucionar ningún problema, pero con sus ocurrencias está asegurado el divertimento. Lo suyo es la comedia, la farándula y la parodia; lo del desempleo y las prestaciones sociales son la excusa, un pretexto para alcanzar el estrellato de la fama del humor.