La primera vez que Nasrudín Joha vio un minarete en una mezquita fue cuando su padre lo llevó desde su pueblo a Basora. El niño, al ver al almuédano llamando a la oración desde los cuatro puntos cardinales del alminar, se acercó a la base y le gritó al almuédano:
– ¿Por qué se subió a un árbol tan liso que ahora no sabe cómo bajar? ¡Hay que fijarse, dice mi padre, y tiene mucha razón!