Me levanto, impaciente, después de todo lo dicho acerca del fin del mundo, esperaba encontrarme un cielo con colores diferentes, naves alienígenas abduciendo personas o qué se yo.
La realidad, al menos por ahora, es que el día es precioso y que no tiene pinta alguna de que se vaya a producir una hecatombe natural.
Leo las noticias en el periódico, y cuál es mi sorpresa al enterarme de que se han construido más de setecientos bunkers para salvaguardarse del fin del mundo. Incluso muchos famosos han reservado habitación en ciertos lugares del planeta en los que, se supone, están a salvo del mega-cataclismo.
Rematadamente ridículo.
Como si en el caso de que la tierra pasara a mejor vida un bunker te fuera a salvar de ser aniquilado.
Parece que a veces se nos olvida que la tierra posee una velocidad de rotación de 1609 km/h y se desplaza en torno al sol a 107.826. Imaginemos la consecuencia de que todo se detuviera de repente.
Los más positivistas en la creencia de que se va a producir un cambio que marcará la historia, afirman que un despertar de la consciencia colectiva surgirá así, de la noche a la mañana. Sí. Es un bonito sueño. Incluso a mí me gustaría que esto sucediera. Pero, por ahora, lo único que observo es que la citada consciencia cada vez se va cerrando más y que a los seres humanos nos da más miedo pensar que hace unos cuantos cientos de años.
Soy más partidario de pensar que la evolución humana camina hacia un estado de inconsciencia que de consciencia. No hace falta poner mucho empeño para observar cómo se manifiesta en la capacidad de emitir juicios de valor sobre otras personas, simulando ser los más notables sabios atenienses.
En lo que sí que hace falta poner empeño, y de una manera inmediata, es en la consciencia de uno mismo. Una vez que nos demos cuenta de cómo actuamos estaremos en situación de hablar de los demás. Pero parece que es más importante prestar atención a las profecías, al vestuario y a la adquisición de todo tipo de bienes materiales que a la evolución personal.
Si esto continúa así va a llegar un momento que la sociedad humana sea una copia de aquella famosa película, Mad Max. Y que las neurosis individuales sean los verdaderos regentes.
Todo esto ya lo advertía, y no hace mucho, uno de los escritores que, según mi punto de vista, más se aproxima a lo que es un profeta, Franz Kafka.
Como siempre, se pone de manifiesto el egocentrismo de nuestra especie. Esperando que se destruya un planeta, o incluso el universo antes que nosotros mismos.
Recordemos que antes del Homo Sapiens, unos seres mucho más poderosos, físicamente, habitaban nuestro planeta, y que después de su extinción, la tierra se regeneró a sí misma y continuó con su viaje a través del universo.
En cualquier caso, el sueño es el principio de la creación, por lo tanto del cambio y todo lo que sea para mejorar la convivencia de los unos con los otros es necesario. Pero después, lo que nos toca es enfrentarnos a la realidad del día a día, la cual, en estos momentos, tiene muchos puntos en lo que trabajar. De nada sirve imaginarse un mundo ideal si no se lucha por él.
Bien es cierto que luchar contra la naturaleza humana es algo complejo, pero si muchos, antes que nosotros, decidieron echarle un par y dejar de hacer sacrificios para satisfacer al Dios Sol, deberíamos seguir con su ejemplo.
Para qué especular con el fin del mundo cuando cada día podemos construir uno más interesante.
PAZ