FITUR se ha convertido por méritos propios en una de las ferias turísticas más importantes a nivel mundial, y a pesar de que la crisis ha provocado recortes en todos los ámbitos y en los principales expositores, principalmente en aquellas que venían patrocinadas por las administraciones públicas, todavía ofrece al visitante, tanto profesional como particular, un amplio abanico de posibilidades para poder desarrollar la actividad turística, desde cualquier índole, con plena satisfacción.
Una actividad turística que debe de convertirse en motor para la recuperación de la economía, porque lejos de sufrir un decaimiento como consecuencia de la fuerte competencia internacional en el sector del sol y playa, lo cierto es que el sector turístico español se sigue mostrando como una de las principales ventajas competitivas de nuestra economía.
Beneficiados, sin duda, por las revueltas árabes que han derivado a España gran parte del turismo más económico, el año 2011 se ha cerrado al scon unas cifras espectaculares, las cuáles deben de servir para potenciar otros mercados de mayor poder adquisitivo y que reclaman unos servicios con un valor añadido más elevado, de manera que exigen de cierta especialización.
Y ahí es hacia donde debe de derivar el sector turístico español, apostando por el tremendo potencial monumental de nuestras ciudades, por el turismo residencial y por los congresos como fuente de ingresos permanente, especialmente en invierno, eliminando la estacionalidad tradicional del sector turístico español, encallado, en determinadas zonas en prácticas turísticas algo arcaicas.
Bien haría, por tanto, el Ejecutivo de Mariano Rajoy en seguir apostando por el turismo como un rayo de esperanza para la economía española, y no caer en el tópico de descalificar al sector por arcaico, porque no hay nada más absurdo que desperdiciar una ventaja competitiva tan evidente.