La antes despreciada Formación Profesional se está convirtiendo en una alternativa para los jóvenes españoles con pocos horizontes en época de crisis.
Fontaneros, electricistas, ebanistas… son una «especie en extinción» en España. Sin embargo, a lo largo de nuestra vida necesitaremos en más ocasiones a un fontanero que a un arquitecto, a un técnico informático que a un ingeniero de telecomunicaciones o a un mecánico que a un ingeniero industrial. Los alumnos de Formación Profesional no han dejado de descender en los últimos años. El año pasado, tan sólo uno de cada 20 alumnos españoles matriculados en la educación no universitaria elegía esta opción. Y esta es una de las debilidades del sistema educativo, no sólo en España.
Estudiar en la Universidad siempre ha tenido un «halo» de prestigio social, de éxito. De ahí, que las familias «aplaudieran» la elección de sus hijos de estudiar una carrera. Los buenos estudiantes «tenían» que ser personas de provecho e ir a la Universidad. Durante años, permaneció en el imaginario colectivo de la sociedad española que aquellos que tenían estudios universitarios encontraban mejores empleos y eran trabajadores mejor retribuidos. Médicos, periodistas, abogados, arquitectos… profesiones liberales con futuro y éxito. Sólo los estudiantes mediocres estudiaban Formación Profesional. Trabajar con las manos no es suficiente para nuestros hijos.
La realidad, en cambio, ha sido y es diferente. Miles de jóvenes universitarios, bien preparados, con idiomas… no encuentran trabajo y engrosan las cifras de desempleo o forman parte de los «mileuristas». Una legión de jóvenes universitarios que se consideran mal pagados, no son independientes, no pueden acceder a una vivienda o a tener una familia. Todo ello crea una sensación de frustración y comienza un sentimiento de infelicidad, ‘pasotismo’ o rebeldía.
Además, estos mismos jóvenes profesionales universitarios ven cómo un fontanero, un mecánico, un pintor… están mejor retribuidos, tienen casas, grandes coches…
La comunidad educativa defiende que la formación profesional ha de ser de calidad y exigente con sus alumnos para que sea atractiva para los estudiantes. Además, tiene que preparar a los alumnos para el mercado laboral. En España, el 31% de los alumnos que acaban la educación obligatoria deja de estudiar. Una cifra poco alentadora si pensamos que estas generaciones componen la futura clase profesional.
Este último año, se han disparado las matrículas en la Formación Profesional y uno de cada cuatro alumnos se ha interesado por esta opción. La crisis, un cambio en los programas y cursos que se ofrecen y, probablemente, un cambio en la mentalidad de las familias ha hecho posible este aumento. Hoy, la Formación Profesional comienza a espabilar de su letargo y comienza a ser una opción de futuro. El Ministro de Educación español, Ángel Gabilondo, se siente «esperanzado» ante el ascenso de las matriculaciones en Formación Profesional, «una subida inédita en los últimos 15 años».
La educación es una de las materias pendientes en España. Hoy, se vuelve a hablar de una nueva reforma educativa en este país. Ya han comenzado los primeros contactos entre Gobierno y oposición. Se plantea que haya un Pacto de Estado por la Educación para que las leyes educativas no dependan, como hasta ahora, del partido político que gobierne en cada momento. La sociedad tendríamos que exigir que este pacto llegue a buen término y la Educación deje de ser un juego en sus manos, y con ella el futuro de las nuevas generaciones.
Ana Muñoz Álvarez
Periodista