Diplomacia sin futuro
Los denodados esfuerzos y el interés manifestado por Rusia y China continúan con ímpetu para mantener fuera del tablero político militar a EE UU y a Occidente en lo que se refiere a su influencia en Oriente Medio. Así, ambos pretenden tomar beneficios de sus empantamiento pasados en el mundo árabe. Sólo este elemento está manteniendo al régimen del presidente Asad en el poder. Sin embargo, estadounidenses y europeos asignan a una cuestión de tiempo la caída del régimen. Mientras, Turquía, Arabia Saudí, Qatar y los Emiratos brindan apoyo económico, logística, armas y combatientes a la oposición Siria tratando de dirimir cuál de ellos será el polo de poder que ejerza supremacía en la futura Siria sin Asad y gobernada por suníes. Irán sigue siendo el socio relevante de Damasco. Si el régimen se derrumba, se quebrará el foco de poder chií afín que incluye al Hizbulá libanés, el Baaz sirio y otros grupos armados que controlan regiones en Irak y Afganistán.
La información del Gobierno sirio de que usará armas químicas si hay intervención extranjera ha provocado desconcierto en la comunidad internacional y los rebeldes. Hay incertidumbre sobre lo que el régimen pueda considerar intervención extranjera. Israel ha puesto en alerta sus Fuerzas Armadas para un eventual ataque contra esas instalaciones ante el temor de que esas armas caigan en manos de grupos como Hizbulá, aliado del Gobierno sirio, lo cual generaría una extensión impredecible del conflicto. Turquía también se siente amenazada ante la afirmación de los rebeldes de que armas químicas y biológicas han sido movilizadas a su frontera, donde reserva el paso sólo a refugiados sirios. Mientras tanto, el escenario de los combates se ha desplazado desde el interior a las ciudades de Damasco y Alepo, y presenta síntomas de creciente y peligrosa desesperación por parte del régimen, cuya descomposición es cada día más pronunciada a causa de los ataques y las deserciones. Asad sostiene desde el inicio del levantamiento que Siria es víctima de un complot internacional y con ese argumento ha reprimido brutalmente las protestas con el luctuoso saldo de víctimas conocido. La ONU ha fracasado escandalosamente en Srebrenica y en Irak, cuando, entre 1982 y 1985, Sadam Husein utilizó armas químicas para asesinar a 180.000 kurdos. Desgraciadamente, nada indica que esta calamidad no se repita en Siria.