«Convocar un ‘Papa’ bajo este signo es más bien una broma de mal gusto y un motivo para rasgarnos las vestiduras: el mensaje revoucionario del Francisco original hace tiempo que fracasó. Hemos de lamentar ademas que nuestras causas actuales están tan al borde del fracaso, y en riesgo de fenecer, como las del alter christus».
Tal vez haya habido pocos años tan franciscanos como los nuestros. Para empezar, 2013 es el aniversario del nacimiento de Fray Junípero Serra, franciscano mallorquín fundador de las misiones en California –el estado más ‘verde’ de USA y escenario de las peripecias del “último gran héroe” de la ecología contemporánea: Arnold Schwarzenegger-. No obstante, esta actualidad tiene un reverso tan agónico como el propio Francisco de Asís: nos devuelve la intuición de que todo su esfuerzo fue en vano; o lo que es lo mismo, que sus causas siguen siendo las nuestras.
A propósito del fracaso de Francisco y de su actualidad, Bergoglio nos ha vuelto a sorprender recientemente calzándose una nariz de payaso, junto a una pareja de recién casados que pertenece a una ONG para niños enfermos de cáncer[1]. El impacto de este gesto ha trascendido las alabanzas hacia el buen ánimo solidario del Papa. De hecho, el mismiso Leo Bassi le dedica unas palabras exentas de su habitual virulencia anticlerical -«Suerte Don Paco»-; porque, como advierte, «Esta imagen tan inocente del Papa con una nariz de Payaso está causando inmensas tensiones en el Nacional-Catolicismo español»; llegando al punto de temer por la integridad de su persona: «está pisando un camino muy peligroso, incluso físicamente»[2].
A Bassi -como casi nunca aunque no se le tome en serio- no le falta razón para otorgarle una importancia crucial ha este gesto del Papa. Personalmente, ignoro si los poderes ocultos de la curia estarán ya planeando su caída, pero quisiera aprovechar esta ocasión que nos brida Bassi, Bergoglio y “el problema de nuestro tiempo” –como diría Ortega-, para plantear una reflexión sobre el motivo de convocar un Papa Francisco a estas alturas: sin duda, es un poderoso gesto simbólico que nos sirve para intentar interpretar las señales de nuestro tiempo.
El nombramiento de un ‘Papa’ bajo el signo de Francisco responde a un intento de la Iglesia por reconectar con un medio que le es cada vez más ajeno y que encaja menos con sus anquilosadas instituciones. Sorprendentemente Bergoglio, y su comité, parecían dar muestras de querer emular la biografía política de su referente: mensajes a favor del ecologismo, la justicia social, la posición femenina en la iglesia, incluso la reconsideración de ‘herejes’ contemporáneos como Leonardo Boff.
Sin embargo, más que motivo de hilaridad o “empatía desenfadada”, un Papa Francisco es para echarse a llorar. Qué lejos queda esta imagen, de un Papa bonachón y ‘futbolero’, de la del atormentado éxtasis de Francisco pintado por Zurbarán, o por el Greco, o por prácticamente todos los que lo han representado. Más que a la risoterapia (un magnifico recurso, al margen del tono de este texto), Francisco de Asís era aficionado a lamer las heridas purulentas de los leprosos. Ya se van viendo algunas diferencias, tanto sustanciales como formales, entre el original y la copia.
Voy a tratar de mostrar dos caras de este fenómeno actual (un Papa Francisco); en primer lugar, convocar su espíritu para poseer al máximo representante de la iglesia católica, es a todas luces un gesto de absoluto cinismo y constituye una clara representación de la estrategia antropofágica de cualquier institución. En segundo lugar, a propósito de esta perversión, el fracaso de la propuesta revolucionaria de Francisco puede servirnos para ilustrar el anunciado fracaso del ecologismo contemporáneo. La imagen de San Francisco de Asís como patrón celestial de los ecologistas -gracias a la sugerencia del laico Lynn White Jr. en XXXX-, viene a reforzar el contenido de esta metáfora. En cualquier caso, Francisco no fue el único santo vinculado -a posteriori- con una inusitada afición ‘naturalista’, los santos Antonio de Padua y Martín de Porres también han sido productivos a este respecto.
La realidad es que Giovanni Bernardone, el humano converso en Francesco d´Assisi, no fue muy aficionado a la jerarquía eclesial. En un crisol de corrientes heréticas, el apasionado Francisco no tuvo más remedio que claudicar con la inclusión de su orden en el cerco de la iglesia católica, a riesgo de ser quemado en una hoguera; aunque posiblemente también confiara en poder servirse de la propia estructura de la iglesia para remodelar su edificio.
Antes de aquello, no fueron ni una ni dos las ocasiones en que montó alguna trifulca: despelotándose, en manifestación silenciosa o predicando desjuiciadamente a los pájaros. Pero no siempre le duró la gracia al pobre hombre, y su proyecto de una “fraternidad cósmica” quedó varado entre las rebadas institucionales: «… [San Francisco] por rechazar la integración en el edificio social existente, estuvo a punto de ser excomulgado- no fue acogido en el seno de la Iglesia más que después de hacer los “arreglos” necesarios, que limaron esas aspereza que suponía una amenaza para las relaciones feudales existentes-)». En palabras de Zizek, Francisco no se mantuvo fiel al mensaje original y aceptó una solución de compromiso que hizo claudicar la radicalidad revolucionaria del inicio[3]. Desde entonces, los propios franciscanos se escinden en dos facciones, una de los ‘celosos’ y otra de los ‘tibios’, que van dando paso a numerosas subdivisiones -cada una más pervertida respecto de la fraternidad originaria.
El fracaso de “la fraternidad cósmica” es la metáfora que ilustra la estrategia antropofágica de las mega-instituciones. Lo importante es reparar en como el ente revolucionario surgido en su seno ha sido engullido, para regurgitarlo en la forma del profeta de su causa. La iglesia trató de engullir la causa franciscana, cada vez más numerosa, por temor a un ataque a su debilitado edifico; para ello, la orden tuvo que remodelarse y hacer los arreglos pertinentes para sintonizar con el mensaje generalista.
Es precisamente en estos ‘arreglos’ donde reside el peligro de que un planteamiento ‘herético’ -respecto del capitalismo- como la ecología, devenga en un mero recurso para insuflar vida a este cadáver insepulto. Por eso hablamos del fracaso de “la fraternidad cósmica” como la prefiguración de una ecología que se vende al capitalismo.
Que la radicalidad del mensaje original del ecologismo –un igualitarismo biosférico radical en Arne Naess- lime sus asperezas respecto del capitalismo, es la única manera de que este se interese por sus causas; sin embargo, el riesgo es que termine por convertirse en una marioneta del nuevo mercado verde. Paradójicamente, Slavoj Zizek plantea un posible punto de fuga en la propia escatología cristiana:
«…el apocalipticismo fundamentalista cristiano se consider[a] el más ridículo y peligroso por su contenido, [pero] sigue siendo la versión más cercana a una lógica emancipatoria radical ‘milenaria’. Por ello la tarea consiste en llevarlo a un contacto más estrecho con el ecologismo secular, concibiendo así la amenaza de aniquilación como la oportunidad para una renovación emancipatoria radical»[4].
Aunque tal vez esta sea una opción, afortunadamente no es la única; tal vez leer a Jorge Riechmann es una manera infinitamente más agradable para aprender algo sobre ecología (y filosofía moral, activismo, política, poesía, etc.….). Volviendo a la gigantomaquia entre original y copia, lo impepinable es que, como decía Jacques Le Goff, el Papa Jorge Mario Bergoglio nunca tendrá el carácter de Francisco[5]. ¿Porqué? sencillamente porque san Francisco fue un místico y la figura que conservamos del mismo, un mito; lo auténtico fue un hombre maloliente, taciturno y propenso al histerismo que luchó primero por su propia redención y luego por la de sus hermanos. Tan sólo nos queda recuperar su figura, la del hombre Giovanni Bernardone, como un proto-trabajador social y un poeta rebelde y bohemio del siglo XIII que se preocupó de algo más que de envilecer su panza y su lujuria –que nos es poco, incluso en los tiempos que corren-.
Queda pendiente una revisión de la verdad en el mito de Francisco como “patrón celestial” de los ecologistas, como magistralmente vino a rebatir Anamaría Ashwell[6]; sin embargo, es evidente que como constatamos en el absoluto fracaso de la fraternidad cósmica proyectada por Francisco, no es a un santón fracasado a quién necesitan ni la ecología, ni los pobres del mundo. Cuidado pues, con los falsos profetas contemporáneos que se ciñen a los designios de la bóveda celestial para emitir sus juicios morales y predican hambre y destrucción para el excedente humano.
Es muy difícil creer en un Papa de la Naturaleza, los pobres y los oprimidos, cuando este recibe a un siervo de Lucifer y le atribuye ser vocero de la igualdad y la reparación de la injusticia[7]. Esto, de nuevo, nos devuelve la intuición de que un complicado entramado subyace a esta actualidad en la que un llagado con tendencias sadomasoquistas, es reclamado como representante de una institución que agoniza. De ser fieles a su espíritu, la Iglesia tendría un Papa Francisco corretenado en bolas por los parlamentos internacionales, junto a su Clara de Favarone y las FEMEN.
[1] http://elpais.com/elpais/2013/11/07/gente/1383843997_816963.html [2] http://www.leobassi.com/archives/editorial/las_censuras_que_nos_amenazan.html [3] Zizek, S. (2004). Amor sin piedad. Hacia una política de la verdad. Madrid: Síntesis, p. 16. [4] Zizek, S. (2009). Primero como tragedia, después como farsa. Madrid: Verso, p. 62. [5] Le Goff, J. (24-3-2013), El Mundo. [6] Ashwell, A., “San Francisco de Asís y los pájaros”, Elementos, nº 36, 1999, pp. 67-73. [7] http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/papa-francisco-se-entrevista-el-presidente-del-banco-mu-articulo-455010