Sociopolítica

Frases lapidarias

Siempre me llamó la atención una frase que pronunciaba mi madre más a menudo de lo recomendable, cuando me echaba una reprimenda por no hacer los deberes en mis tiernos días de colegial o cuando, demostrando esta mala cabeza que ha regido mis pasos, dejaba pasar una oportunidad de la índole que fuese. Normalmente, como suele pasar en estas ocasiones, he entendido su significado cuando ha pasado el tiempo. No sé porqué hacen estas cosas los padres. Dicen cosas que no son entendidas inmediatamente si no que se entenderán cuando pase un tiempo prudencial. Eso sí, el resultado que quieren obtener con la frasecita es inmediato. Algo no me cuadra, pero bueno. Como somos animales de costumbres, repetiremos a nuestros hijos la frase escuchada tantas veces, para que no la entiendan hasta que hayan madurado y llegue el momento oportuno.

refrán

Foto: Gonmi

Pero vayamos al grano, que me disperso, la frasecita de marras no era otra que: «Ya te tirarás de una oreja y no llegarás a la otra» Me quedaba, como no puede ser de otro modo, con cara de haba sin saber muy bien qué pensar. ¿Tirar de una oreja? ¿Llegar a la otra? ¿En qué piensas mamá? ¿Acaso crees que soy el inspector Gadget o elasticman? Recuerdo esos momentos especialmente cuando le repito a mi hijo alguna de esas magníficas frases lapidarias y se me queda mirando como la oveja que mira fijamente al coche que se le acerca irremisiblemente, porque le acaban de dar las largas, y no es capaz de decir ni «mu». La mirada del niño trasciende mi presencia, como intentando buscar una explicación lógica a semejantes palabras en el más allá, porque en el más acá no hay manera.

El significado de esta frase no es otro que mira bien lo que haces porque puedes llegar a arrepentirte. Mi mujer dice otra frase que ahora no recuerdo de quién es, que tiene un significado parecido pero distinto, a saber: «Ten cuidado con lo que deseas que puedes llegar a conseguirlo». Ambas frases demuestran que el ser humano es tonto. Pero tonto, tontísimo. Y el español más porque es capaz de votar a Zapatero, y, para solucionar el entuerto en que nos metió, votar luego a Rajoy. O sea, que somos tontísimos. Pero tontos de capirote. Vuelvo a dispersarme otra vez. Perdón.

Usaré para ilustrar esta afirmación un ejemplo bien conocido por todos. El de la novia a la que ningunean y dejan hasta de respetarla, poniéndole los cuernos creyéndose lo más «guay» del mundo por ello. Hasta que consiguen que les deje, o hasta que la dejan a ella en un arrebato de estúpido orgullo masculino. Porque después, pasados unos años, verás la mujer en que se ha convertido tu ex-novia y te ves junto a la patética neumática con la que la engañabas y que ahora vive contigo. Una muchacha que no sabe juntar dos palabras. Mucho menos seguir una conversación, no ya inteligente o interesante, sino que trascienda Sálvame y demás basura. Es decir una chica que no vale un pimiento ni como mujer, ni como persona. Esa situación, provocada por tu mala cabeza se da porque eres idiota. Ni más ni menos. Te ha pasado por imbécil. Porque, no lo olvidemos, la vida se cobra todas las deudas. Es que, si hubieses pensado las consecuencias de tus actos, no habrías actuado igual. Pero, en fin, eres muy tonto.

Por mi parte hay muchas cosas de las que me arrepiento en mi vida, pero nunca por haber puesto los cuernos a ninguna mujer. He hecho mis pinitos. Como todos, claro. Pero nunca he puesto cuernos. De eso me enorgullezco. Aunque de otras muchas cosas no. Pero me arrepiento porque he tomado muchas decisiones en mi vida. Unas correctas y otras no. Unas en frío y otras no. Si bien,en algunas de esas situaciones, cambiaría mis actos para bien; en otras, en cambio, las cambiaría para mal. Sobretodo al ver el resultado obtenido con mis actos. Quiero decir que hay circunstancias de mi vida en que he pecado por exceso y en otras por defecto. Casi siempre, de las que me arrepiento es de las circunstancias en que he pecado por defecto. Pues, cuando he tomado una decisión, casi siempre he acertado y, en ese momento, era la decisión adecuada. En cambio, en el cariz, en el modo, en la acción tomada ante esa decisión, es dónde radica mi  arrepentimiento. Pero, es que, si el ser humano es tonto, y el español más, a mi me echarían de una olimpiada de tontos por abusón.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.