Los gángsters de verdad son infinitamente más peligrosos que los de las películas. Sus hazañas nunca son descubiertas del todo y las que se descubren siempre encuentran ellos la manera de justificarlas a través de alguno de sus capataces estratégicamente situados en el diseño de la Cosa (de ellos y no “nostra”)… Y lo peor, es que no están a menudo siquiera fuera de la ley, porque otros se las hacen a medida.
No es extraño que los capataces del patrón quieran barrer para la casa del patrón, y para acordar el cómo, cuánto y a quiénes conviene esquilmar están todas esas cumbres que no son de montañeros precisamente, pues para eso pagaron sus campañas con objeto de hacerles parecer honrados y permeables a las necesidades del personal y que nadie dude de la bondad del encargado de la finca y mucho menos de la del patrón, a todas luces hombre de bien aunque sus medidas perjudiquen a mansalva.
En el desarrollo de las calamidades sociales, el patrón da en querer más y más, y pierde el sentido de la medida y la proporción justa. Y de no haber serias resistencias de los trabajadores de la finca finalmente llegarían a quedarse sin nada. (El patrón ignora a estas alturas que matar la gallina de los huevos de oro solo conduce a no poder comer más huevos ni tener más oro ni más gallinas afortunadas). ¿Qué haría el patrón en el caso de tocar techo su codicia ante la pobreza general? Lo primero, despedir a los capataces más proclives a tener criterios propios y a ponerse solo una pizca en el lugar de los esquilmados, yendo en esa misma pizca contra su patrón. Cuando alguno de los capataces es así, el capo lo despide, y pone en su lugar a los más socialmente insensibles y desalmados que nunca escuchan las reclamaciones ni los gritos de indignación de los trabajadores ante los atropellos del patrón, por criminales que estos sean.
Naturalmente, el patrón también se preocupa de que no exista una figura jurídica que se llame “crimen social”, por más que la sociedad sea lanzada a la pobreza masiva, al desahucio a gran escala y empujada a la desesperación hasta el punto de verse obligada a consumir masivamente fármacos adormecedores y analgésicos para soportar su vida, o a quitársela a lo bonzo ante el palacio de alguno de esos capos que nunca reconocerían su culpabilidad porque ni hay ley que lo persiga.
Traten de poner nombres y apellidos a patronos y capataces y verán cómo por desgracia concuerdan con la cotidiana realidad de financieros, partidos políticos y nombres de políticos que en esta coyuntura están mostrando no ya un servilismo ciego ante los poderes de los banqueros como verdaderos patronos, sino la falta de la más mínima conciencia social, y por supuesto, una ausencia impensable no ya de moralidad (encuestas colocan a los políticos por debajo de las prostitutas) sino de simple capacidad mental y consiguiente racionalidad. Cualquier persona con un par de dedos de frente sabe que si la gente se queda sin trabajo, pierde su capacidad de consumir, y sabría que al dejar de producir riqueza todo el tinglado se va al carajo. .. Es como un vampiro que deja sin sangre a su víctima. ¿Qué hará a continuación? ¿Una «solución final» como hicieron sus tocayos alemanes con quienes ya sabemos? ¿Acaso es esto digno de seres humanos, moral, racional, coherente incluso con la estructura capitalista del mundo basado en la seriación incesante producción- consumo-producción?
Los «capos» de Bolsa han dado un golpe de muerte al propio Sistema que les nutrió, terminando con el capitalismo que produce riqueza , transformándolo en un juego entre tahures y convirtiéndose de paso en auténticos vampiros de los pueblos, secundados por sus secuaces –todo malhechor importante los tiene- lo políticos locales, que lo único que hacen es colocar contra las cuerdas a millones de excluidos, millones de empobrecidos repentinos y finalmente ofrecer al altar del Moloch neoliberal el sacrificio de sociedades enteras a las que no cesan de acosar con nuevas medidas de presión-opresión-represión.
La última es lo que hoy mismo se propone la llamada “Unión Europea”: dar de nuevo dinero a los bancos para que continúen jugando a lo mismo y los políticos serviles nos dirán que hay que tomar nuevas medidas en recortes sociales, laborales y en libertades públicas sin que les tiemble la voz. Y les da lo mismo cuántos protesten y dónde, porque confían en que funcionen sus varios anillos de protección: los grandes medios de comunicación (que son suyos) , los jueces ( que secundan las leyes que promulgan sus capataces y aliados) las cuentas corrientes personales( siempre en saldo altamente positivo y sin problemas de jubilación ); los intocables paraísos fiscales donde evaden lo que les viene en gana, y si crece demasiado la indignación social ante tanto atropello siempre les queda la baza de la policía o del ejército en último lugar.
Leo en la prensa libre de hoy una intervención del profesor norteamericano Chomsky, sobradamente conocido por su claridad para identificar los males sociales, lo siguiente:
“Cualquiera que tenga los ojos abiertos sabe que el gansterismo de Wall Street –y de las instituciones financieras en general – han causado daños severos al pueblo norteamericano y al mundo. Y también deben saber que eso es algo que vienen haciendo desde hace 30 años. En este tiempo, su poder económico y político han aumentado radicalmente y en un círculo vicioso. Un 1% de la sociedad amasó una inmensa fortuna mientras el resto se precarizó, y todo con total impunidad: no sólo son lo suficientemente grandes como para caer, sino también para ser apresados”.
Nada que añadir a tan justas palabras.