Este verano no pude evitar leer la declaración de la Esquerra Republicana de Cataluña, por medio de su diputado Alfred Bosch, sobre la colonia británica de Gibraltar. Me sorprendió, porque si de algo, entre otras cosas, pueden presumir los catalanes es de haber tenido los mejores estrategas en relaciones internacionales, especialmente en el Renacimiento. Me refiero a  Fernando II de Aragón, el rey católico junto con la reina de Castilla, Isabel I. En tiempos más recientes, Vicens Vives fue un profesor de la geopolÃtica. También me trajo a la memoria otra situación. La de los polÃticos de la IIª República que en asuntos internacionales fueron, por decir algo agradable, unos ilusos.
La Segunda República española cometió un error estratégico de tal gravedad que favoreció la sublevación de militarismo clerical y le hizo perder la guerra. En 1932 el Presidente de la República francesa, Herriot, visitó Madrid y se entrevisto con Azaña. Le propuso que la República formara parte de la alianza con Francia, que a su vez estaba aliada con Londres. Azaña, invocando que la República se habÃa posicionado a favor de la neutralidad en la Sociedad de Naciones, según quedó recogido en la Constitución, le dijo que se mantendrÃa neutral.
Este error, puro idealismo y necedad polÃtica, de una clase polÃtica que carecÃa de perspectiva y sentido de la realidad internacional, envalentonó a los militares porque sabÃan que la República habÃa quedado aislada. Franco fue favorecido por los británicos y por los franceses, que no hicieron nada. No es que apoyaran a la República es que no hicieron nada. Si la República se hubiera aliado con Francia y Gran Bretaña Franco jamás se habrÃa atrevido a sublevarse porque tenÃa perdida la guerra. En el peor de los casos, si España hubiera sido ocupada por los nazis, habrÃa participado en la guerra junto con los aliados, habrÃa sido liberada y la República restaurada. La República se habrÃa consolidado. Los errores en polÃtica exterior se pagan, siempre, a un altÃsimo precio.
Y es del todo posible que Hitler se hubiera limitado a atacar la U.R.S.S., que es lo que esperaban los británicos. Unos ilusos en relaciones internacionales que confundieron su arrogancia y distancia con respecto a la realidad internacional con una prepotencia que, de no haber sido por los Estados Unidos, los habrÃa conducido a la derrota. Hitler, no obstante, no hubiera dirigido sus legiones contra Francia porque con España en su retaguardia, Francia no habrÃa sido derrotada. Y aunque lo hubiera sido se le habrÃa creado un frente militar activo en el Sur que le hubiera impedido atacar la U.R.S.S. Su principal objetivo. Hitler necesitaba un Sur controlado, pacificado y neutral o no beligerante para conseguir su principal objetivo: la conquista de la U.R.S.S.
En relaciones internacionales las posiciones quijotescas, ilusorias y fantásticas, al alejarnos de la realidad nos conducen a la derrota, aislamiento o desequilibrio. Gibraltar es un residuo anacrónico del imperialismo británico. Un imperialismo que se ha quedado reducido a cuatro peñones distribuidos por el mundo que le permiten sacar a Gran Bretaña a pasear, entre esos cuatro peñones, sus cuatro buques que si flotan es porque los mantienen a flote los Estados Unidos. Gran Bretaña no significa hoy dÃa nada porque, dependiendo absolutamente de USA, no puede contradecir los intereses estratégicos norteamericanos.
La realidad internacional es un tablero de ajedrez cuyas fichas están colocadas sobre paÃses geoestratégica y geopolÃticamente determinados.  En esta dialéctica en la que los aliados siempre son, dependiendo de las circunstancias, circunstanciales, ¿a quién apoyarÃa Washington en caso de conflicto, que es innecesario y carece de sentido, entre España y Cataluña? Si situamos a Cataluña y a España en el mapa de intereses geoestratégicos de Estados Unidos podremos empezar a entender qué interés pueden tener los Estados Unidos por cada uno de estos paÃses y cuál es el interés estratégico de Gran Bretaña en ese tablero con respecto a Washington.
España tiene una posición estratégica existencial en los planes estratégicos norteamericanos. Aunque no nos haga ninguna gracia, es asÃ. Y Felipe González lo consolidó.  Sólo hay que leer, para comprobarlo, el plan estratégico norteamericano “Offtackle†y el informe “Fechtelerâ€. En una palabra, España tiene una posición estratégica privilegiada en el marco de los intereses norteamericanos. Controla el paso entre el Este y el Oeste y es una plataforma aérea inapreciable para sus misiles y aviones que pueden hacer acto de presencia en Norte de Europa y en el Norte de Ãfrica. Para Europa occidental es de tal interés estratégico que una ofensiva o revolución en el Norte de Europa serÃa contenida no en Francia sino en España. Lo mismo ocurrirÃa si la agresión procediera del mundo musulmán. Estas cosas, que parecen de ciencia ficción, las tienen muy en cuenta los estudiosos militares en sus planificaciones. Porque nada se deja al azar. A pesar de lo cual cometen grandes errores. Como la invasión de Irak. Un error que seguiremos pagando durante mucho tiempo.
Cataluña por su posición en el Mediterráneo queda en la periferia de este sistema estratégico. Si bien, esa posición es de gran importancia no para Gran Bretaña, que no pinta nada, sino para la penetración musulmana en Europa. Precisamente porque su posición entre el Norte de Ãfrica y Europa la hace muy atractiva para una penetración pacÃfica a pequeña escala. Esto sà me preocuparÃa a mÃ. Y me preocupa por Cataluña porque existen planes de penetración pacÃfica del yihadismo en Europa a través de Cataluña, como plataforma de convergencia de todo el yihadismo occidental.
Cataluña tiene una posición invariable con respecto a España, a Francia y a Italia, en la que los alemanes podrÃan intervenir por razones  comerciales, pero para Gran Bretaña no significa nada. Los ingleses nunca harán nada por Cataluña en contra de los intereses norteamericanos. Pero además es que no tienen ni intereses estratégicos en la región ni capacidad económica para hacer nada. Viven de la caridad norteamericana desde los tiempos del gobierno británico del laborista Attlee, 1945. Poco después Washington fue ocupando lo que los ingleses iban abandonando: su Imperio.
¿Qué es mejor para Cataluña ahora y cuando sea independiente, mantener buenas relaciones con España o mantenerlas malas? ¿Es necesario provocar a los españoles cuando el esfuerzo que estamos haciendo es el de facilitar el consenso entre Cataluña y España? ¿Creen los catalanes que los argentinos, los sudamericanos o las antiguas colonias británicas, hoy paÃses independientes, van a entender la polÃtica de la Esquerra con respecto a Gibraltar? ¿Qué es más atractivo para Cataluña conservar y fomentar el mercado español e hispanoamericano o llevarse bien con los británicos con quienes, sin necesidad de conflicto, te puedes seguir llevando bien? En fin, Cataluña está y estará siempre ahÃ. ¿Qué cara se le pondrÃa a los catalanes, si los británicos, por ayudarlos a no sé qué, se instalaran en Port Lligat e hicieran de él una colonia británica? ¿Y si lo hiciera España?
Pero es más, en estos momento,s en torno al 30% de los catalanes se sienten españoles. Y podrÃa aumentar hasta superar el 50% cuando ante el hecho de la independencia, la sensación de vacÃo que se producirá en ellos, les haga dar marcha atrás. Miles de empresarios catalanes viven de sus relaciones con España y las necesitan. Y miles de catalanes se sienten vinculados a España. Y no se puede evitar. A la inversa ocurre lo mismo. La geopolÃtica nos ha colocado como hermanos necesarios. El enfrentamiento sólo perjudicará a los catalanes.
En mi opinión, el conflicto con los españoles no los beneficia. DeberÃan distinguir entre el Gobierno y la derecha y el pueblo y los republicanos españoles. Son dos cosas diferentes. Atacar a la derecha no es lo mismo que atacar las sensibilidades de los españoles, que también las tienen, y que deben ganarse para entender el derecho de autodeterminación de los ciudadanos catalanes, si asà lo deciden.
La Esquerra deberÃa tener una posición más realista ante estos hechos. Y lo deberÃa hacer pensando en sus propios intereses porque mantener unas buenas relaciones con los españoles, y eso incluye respetar sus sensibilidades, dará confianza a los miles de empresarios catalanes que no verán amenazados sus intereses por la polÃtica de la Esquerra. En un conflicto infantil y artificial.