Los hechos comentados en el presente artículo, podrían ser considerados como un relato de ciencia ficción, pero lamentablemente constituyen una auténtica y deleznable realidad perfectamente constatable a través de lo publicado en los medios de comunicación.
Nadie podría entender, a finales del año 2013, que un serio estamento como es la Real Federación Andaluza de Golf, sea incapaz de materializar democráticamente un proceso electoral, votación y consiguiente escrutinio para la elección de su presidente. Si tal despropósito ocurriese en una república de las calificadas como “bananeras» se le otorgaría escasa credibilidad per,o aunque duela reconocerlo, está sucediendo en nuestra Andalucía actual.
Resulta indescriptible la serie la de incongruencias que están rodeando a dichas elecciones en su tercer intento, igualmente fallido como en las dos convocatorias anteriores. Los jugadores de golf, o por lo menos una gran mayoría, desconocen, menos comprenden y nadie les explica porque dichos comicios no se efectúan con el rigor requerido.
Teniendo en cuenta que la votación se celebró el pasado sábado día 23 de noviembre y transcurridos cuatro días no se conocían los resultados, los federados comenzaron a preguntarse y sospechar que nuevamente habrían surgido dificultades, como en las dos ocasiones anteriores, y por desgracia así ha sido. Algo inesperado, dado que la única novedad añadida a las presentes elecciones fue la presentación de una segunda candidatura, que para nada debería suponer dificultad alguna.
Conviene comentar que para los federados, o por lo menos así lo interpretan, el cargo de presidente de la Federación es un puesto totalmente honorífico, como el de los restantes miembros de su junta directiva y exento de retribución económica alguna. No obstante, a la vista de las complicaciones y durísimos enfrentamientos que se están produciendo, cabría preguntarse qué pasaría si dicho cargo fuese acompañado de alguna prebenda, privilegio, gratificación o gastos de representación sin obligación de justificar, circunstancia en la que tampoco entran los jugadores ni les atañe. La opinión más generalizada, con las lógicas excepciones, es que tanto el presidente como los directivos dedican a sus cometidos gran interés, sacrificando su propio tiempo, de manera totalmente altruista y sin el más mínimo ánimo de lucro. No cabe además otra alternativa, puesto que en caso de recibirse alguna cantidad en concepto de compensación económica, quedaría perfectamente reflejado en la contabilidad del organismo y posteriormente en las auditorias correspondientes.
Como siempre, cuando las situaciones se complican generan enfrentamientos y acusaciones entre los contendientes, y algunas muy duras, que posiblemente en ciertos casos obedezcan a burdas mentiras y maledicencias con la intención de desprestigiar al contrario. Se comenta, por ejemplo, la existencia de presuntos casos de nepotismo sobre colocaciones de familiares o amigos en la federación y otros favores… Incorrecto proceder puesto que de ser reales tales prácticas y conocidas por algún federado o directivo, de inmediato deberían ser denunciadas.
Es insólito que para efectuar el recuento de 2.300 votos se necesitasen dos días, un notario, ocho observadores de la Junta de Andalucía y hasta la presencia de la policía. Como igualmente impropio es el tiempo transcurrido desde que se inició el proceso electoral, hace más de un año y sin haberse resuelto la designación del presidente, cargo que viene ocupando Ángel de la Riva (74 años) desde 1968, salvo un intervalo de 8 años en los que la gestión fue asumida por Rafael Burgos, lo que significa que De la Riva opta a la reelección por enésima vez. Toda una experiencia sin duda.
Según las personas que están viviendo más directamente los sucesivos conflictos, unido a la información aparecida en la prensa, las presentes elecciones, desde un principio, han estado contaminadas por múltiples desencuentros, convirtiendo el proceso en algo insufrible, que alguien vinculado al órgano federativo ha definido como “indescriptible y totalmente necesaria la presencia física para poder juzgar lo que está ocurriendo”.
A tenor de lo publicado todo parece indicar que la opinión generalizada se inclina por el cambio y la renovación promovida por la candidatura Heredia-Reviriego. Criterios cuestionables que quedaran despejados una vez resueltas las impugnaciones y efectuado el recuento de votos del colectivo de “deportistas”.
Curiosamente da la impresión que el interés despertado por estas elecciones afecta solamente a un escaso grupo, toda vez que sobre un censo de 15.853 solamente han votado 2.300 (14,5%), siendo cuestionado entre los federados el que solo puedan ejercer su derecho al voto quien haya disputado algún torneo en la temporada anterior. ¿A qué viene tan absurda limitación? Si tal discriminación fuese cierta, habría que aclararlo cuanto antes. Son miles los golfistas a los que no les gusta participar en competiciones, pero practican este deporte con gran frecuencia y pagan religiosamente su cuota a la Federación (74 euros), motivo por el cual les asiste el mismo derecho a participar en la elección de su presidente.
El narrar una mínima parte de lo que ha ocurrido desde el inicio del proceso electoral, incluyendo violencias, discrepancias, descalificaciones, etc. y describir con precisión las múltiples irregularidades aparecidas sería kafkiano. Considérese que incluso se presentaron denuncias por presunta suplantación y falsificación en el juzgado de guardia y la aparición de la policía solicitando la entrega de la documentación de la mesa electoral.
De todo lo anterior se deduce que la solución del conflicto podrá demorarse todavía, con el consiguiente deterioro del trabajo federativo. Lo que ya no ofrece duda es que, con independencia del resultado final, a los golfistas les ha quedado muy claro que la imagen de la Federación, provocado por todos estos desdichados incidentes, ha quedado por los suelos. Al margen del presidente que resulte elegido, los dañados y perjudicados siempre serán los golfistas y el propio deporte del golf.
Por último, ha sorprendido el por qué no se ha solicitado la colaboración de la Federación Española de Golf, que quizá con su experiencia, medios y asesoramiento podría haber evitado y solventado este gran problema que a nadie favorece, ¿o es que intencionadamente no han querido inmiscuirse en este brete? Aunque algunos no sean partidarios, de vez en cuando es altamente recomendable acudir al sentido común y plantearse de cara al futuro la “limitación de mandatos” en la presidencia. La alternancia en el poder no es una recomendación sino una necesidad que, indefectiblemente mejoraría el control y la democracia interna de la Real Federación Andaluza de Golf.