Hay rescates que rescatan, y rescates que ahogan, rescaten que salvan vidas y rescates que condenan a Gobiernos a la bancarrota, y eso es lo que le ha sucedido a Grecia, a la que rescataron para rescatarla de la bancarrota, pero a la que han condenado, precisamente a ella.
Y es que las condiciones de devolución de los préstamos que le concedieron eran totalmente insostenibles, especialmente en tiempos de crisis, y, sobre todo, en las condiciones en las que se encontraba la economía griega, dentro de un contexto depresivo europeo. Por ello, que la situación estallara era cuestión de tiempo, y ha acabado estallando.
Grecia no puede pagar, todo el mundo lo ha constatado ya, así que ahora hay que buscar una solución que le permita salir de este estrangulamiento en el que se encuentra. En primera instancia se apostó por la opción de la refinanciación de la deuda, pero ante el temor a los especuladores internacionales, se dejó por imposible.
Por ello, ahora todos los esfuerzos parecen puestos en las privatizaciones de las empresas públicas griegas, un movimiento que ayudará al Gobierno griego a aligerar su peso y a liberar recursos para el sector privado.
Las privatizaciones no son malas en sí mismas, siempre y cuando se realicen de manera transparente y económicamente eficiente, no como se hicieron en España en la primera legislatura de Aznar, dicho sea de paso, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, de donde es Aznar, cuadrando el círculo argumental, las privatizaciones, como te decía, no son malas y pueden resolver muchos problemas.
Por un lado generan ingresos adicionales para el Gobierno en el corto plazo y permiten una reducción drástica de los costes en el medio-largo plazo, con lo que se obtiene un beneficio general evidente. Pero la Unión Europea no debería perder su ojo vigilante ante estas privatizaciones y sí observar que todo se realice de manera adecuada, no sólo para sus intereses acreedores, sino también para los intereses de los propios ciudadanos griegos.
