¿Qué hay de verdad tras cada creencia sobre la alimentación humana?
Tal vez la ciencia de la nutrición y la dietética, en sí, es propicia para que proliferen todo tipo de salvadores de personas con problemas de salud y magos, que convertirán nuestra vida en una fuente inagotable de energía y alegría a través de la dieta, como si tal cosa fuese posible. Nos repiten hasta la saciedad que «somos lo que comemos» y, al ser una necesidad básica, cada uno puede inventarse lo que quiera, ya que en cuanto a estudios poblacionales y científicos, encontramos paradojas y contradicciones por doquier. No muy lejos tenemos la «paradoja francesa».
Los franceses son un pueblo longevo con bajo índice de enfermedades cardiovasculares, que ingieren bastante cantidad de grasas saturadas, en contradicción con las recomendaciones de los expertos mundiales. Aquí hay algo que no cuadra.
Si aislamos una circunstancia como es el comer, de todo lo demás, y nos detenemos a observar única y exclusivamente la parte bioquímica y metabólica, podemos aprender mucho. Eso sí, mucho de bioquímica metabólica humana, pero nada más. El cerebro (la mente) está totalmente implicado en el funcionamiento de nuestro organismo, por lo que independiente a lo que nos llevemos a la boca y al estómago, está el aspecto neurobiológico, otra ciencia que aún hoy está en pañales, como bien conocen los especialistas.
En el terreno mental (psicológico, emocional) nos influye todo el entorno: lugar en el que vivimos, personas que nos rodean (entorno sociofamiliar), mensajes que recibimos a diario, entorno laboral, hábitos personales. ¿Hasta qué punto afecta el estrés en la aparición de diabetes, colesterol, hipertensión? ¿Cómo podríamos saber que el «comportamiento» mental tiene menor influencia en la salud que los alimentos y nutrientes?
La principal razón por la que la nutrición y la dietética, hoy por hoy, no son ciencia, es precisamente porque no se puede desligar de la condición humana, ni siquiera de los propios especialistas.
Si un médico desarrolla una manía (por ejemplo, miedo a los carbohidratos), desarrollará toda una teoría seudocientífica en torno a esa manía, plasmará sus miedos y prejuicios en su «ciencia».
El especialista también come, también ha padecido síntomas o enfermedades, ha visto padecimientos en sus semejantes, también tiene una actitud social, mental (psicológica, emocional) y rutinaria hacia los alimentos. Es netamente difícil que se desligue de su condición. Salvo honrosas excepciones y con miedo a equivocarme, creo que todo nutriólogo tiene alguna creencia seudocientífica en torno a su profesión.
Al final, las pautas para comer de una manera u otra se convierten en conjuros, rituales y mantras, de los chamanes de este mundillo.
Probablemente estamos tan atrasados que todavía no hemos superado ni la prehistoria. Y no parece que vayamos a avanzar mucho más por ahora, visto lo visto.