John Perkins escribió “Confesiones de un sicario económico”. Lo fue y desveló que los ‘sicarios económicos’ perpetraron crímenes para alterar la economía de países empobrecidos y desviar sus recursos naturales a beneficio de transnacionales y bancos estadounidenses. Hoy el 0,01% rico actúa contra 7.000 millones de ciudadanos sin recurrir a sicarios económicos. Porque el sistema se ha rediseñado en su beneficio.
La crisis desvela lo más predador del sistema, pero el camino de delito empezó décadas antes. Tras estallar la crisis financiera, millones de víctimas precipitadas a la pobreza, reformas que son saqueo y apropiación indebida más un descarado trasvase de lo público a manos privadas muestran que se delinque de forma generalizada.
La crisis de alimentos de 2008 fue por el salvaje aumento de precio de alimentos básicos a causa de la especulación. Trigo y maíz subieron un 25%, hubo revueltas en cuarenta países y 130 millones de hambrientos más. Mientras multinacionales como Bunge, Dupont, Cargill, ADM o Syngenta… controlan más del 70% de oferta de cereales e imponen sus precios, Goldman Sachs, JP Morgan, Bank of America, Santander, BBVA, Deutsche Bank… especulan con el precio de los alimentos.
Jean Ziegler denunció que “son las estructuras económicas criminales las que fabrican la masacre cotidiana del hambre”. Y el hambre, nos dice Ziegler, es hoy la principal causa de muerte en el mundo. Más que guerras, enfermedades cardiovasculares o cáncer.
¿Y la crisis? Para Rafael Poch, la crisis es un atraco perfecto. Primero quiebra el sistema financiero (víctima de su propio latrocinio), nos explica, pero se salva con un rescate astronómico con dinero público (905.000 millones de dólares en los países del G20, según el ministerio alemán de Finanzas). Y se pasa al segundo atraco. El problema ahora es la deuda, no el atraco causante de la crisis. La deuda es por excesivo gasto social, dicen. Por tanto, menos seguro de paro, menos seguridad social, más privatización, desmontar lo público, menos derechos laborales, más abuso y más desigualdad. Puro pillaje.
La crisis en realidad no es el principio sino el resultado de tropelías que desde los setenta perpetran quienes iban controlando la economía. Para muestra, la actividad de Goldman Sachs, condenada en 1929 por estafa financiera. Goldman Sachs maquilló y ocultó cifras reales de la economía griega para que Grecia pudiera formar parte de la eurozona. La crisis de hipotecas basura es otra prueba de la conducta criminal del sistema financiero. Todas las investigaciones y auditorías demuestran que un montón de bancos y agencias de calificación engañaron a sabiendas, garantizando la seguridad de los títulos que contenían hipotecas incobrables.
La crisis y las presuntas medidas para combatirla han supuesto violación sistemática de derechos fundamentales, un escandaloso aumento del paro, más hambre y millones de personas pobres en Europa. Y en los 80 y 90, los ajustes impuestos por el FMI y el Banco Mundial acarrearon gravísimos costes sociales a las poblaciones de África, América Latina, Asia y la Europa del Este.
Carmen Sarasúa y Lourdes Benería nos explican que según la Corte Penal Internacional, crimen contra la humanidad es «cualquier conducta que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, cometido como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil».
¿Acaso la crisis y sus efectos no recuerdan esa definición? ¿No hay responsables de tanto daño?
Hay responsables, porque los ‘mercados’ tienen nombres y apellidos. Son instituciones concretas que han forzado el descontrol de mercados financieros, promovido el ahogo ciudadano y creado esta situación. Un reciente informe de Stefano Battiston, James Glattfelder y Stefania Vitali ha demostrado que en realidad los “mercados” son 737 bancos, compañías aseguradoras y corporaciones industriales que controlan 43.000 empresas multinacionales. Gente que decide; personas responsables de lo que ocurre, personas a las que se puede procesar.
Es preciso definir los nuevos crímenes económicos contra la humanidad, denunciarlos, investigarlos y perseguirlos. Y, como se crearon instituciones y procedimientos para perseguir crímenes de guerra, hay que hacer lo mismo con los crímenes económicos contra la humanidad. E incorporar ese concepto al discurso ciudadano en la lucha por la recuperación de la democracia y la superación de la crisis-estafa.