Sociopolítica

Hacia una «revolución copernicana» mundial


28/10/2012.- La crisis política, económica y social mundial,  viene golpeando encarnizadamente a los trabajadores y sectores afines a los mismos, sin solución de continuidad. Las recetas de los organismos y autoridades financieras mundiales, son impulsadas por gobiernos y dirigentes sociales consecuentes con la dictadura del capital que, bajo prioridades arbitrarias que sostenga la mentada reproducción del mismo, pontifican bajo engaños y represiones simétricas a las justas protestas que realizan  la única clase social generadora de valor: los trabajadores.

Se intenta naturalizar, por parte de los administradores capitalistas, la pobreza, el desamparo y la inanición, como causas ineludibles y en pro de un mentado “futuro mejor”. Aquello que – digámoslo metafóricamente,  cinco minutos   históricos de la humanidad-, era impensable y hasta aberrante, sorpresivamente nos ha envuelto en un infinito laberinto, de cuya salida y decadencia humana,  propone la resignación como paliativo a tamaña farsa.

La vida y la correspondiente calidad humana cotiza en bolsas de valores absolutamente diferente y opuesta entre sí. Los que une a ambas, son las cifras de millones: unos medidos en víctimas y otros en opulentas arcas que engrosan los bolsillos de  aproximadamente el 1% de la población mundial.

Que la crisis generada a nivel mundial no ha sido consecuencia de los trabajadores es  verdad de Perogrullo. Sin embargo, los responsables del desquicio, descargan todo su peso sobre la espalda del pueblo trabajador, siendo necesario para ello: políticos  afines (llámese “democráticos”,” populistas” o  “ revolucionarios” de claro tinte stalinista y entusiastas frente-populistas y conciliadores con raleas natos) , dirigentes sindicales burocráticos y traidores,  escribas intelectuales funcionales al sistema capitalista  y esbirros que amansen la consciencia obrera y popular.

Un cambio de paradigma

De semejante nivel de atrocidad se puede salir. El cambio radica en que se revierta la relación de fuerza en acción entre los productores de valor (cerca del 99% de la población mundial) y los que se apropian de ello (¡el resto!). Para esto, se necesita un programa político serio que contenga a los trabajadores mundiales y una dirección propia construida por los mismos, dotándose de herramientas para el cambio.

Como en otra nota anterior he referido, es inconcebible que exista poblaciones enteras de parados, y otros con jornadas  de 10,12 o 14 horas. Se puede repartir las horas laborales (sin rebaja de salarios) entre todos los trabajadores,  donde los parados al incorporarse, soliviantarían en su intervención hacia aquellos que realizan extenuantes sacrificios de dedicación horarias…Además, a consecuencia de la incorporación de las población de desocupados, las horas se reducirían considerablemente, dejando tiempo suficiente para la recreación y sociabilización entre las personas.

Lo llamativamente increíble, a no ser porque se lo quiere naturalizar para reproducir el sistema capitalista, es el llamado “déficit habitacional” en medio de sobreabundancia de casas, departamentos, pisos y terrenos inhabitados.

Ni que hablar, sobre los alimentos. Mientras en el actual sistema, justificando la poca rentabilidad de tantísimos productos de vital necesidad, prefieren tirar a la basura o no venderlas; en la otra punta de la escala social no  llega la misma,  pareciendo a consecuencia de esta injusta relación social, decenas de miles de personas diariamente.

Lógicamente, es absurdo pretender realizar estas tareas bajo el sistema capitalista que ha dado muestra en los últimos tiempos  la decrepitud e inoperancia para dar respuesta al mantenimiento básico de la sociedad mundial. Es el único sistema económico-político-social creado, en donde la conflictividad es una constante, de todos contra todos: patrones contra obreros; patrones-contra patrones; obreros contra obreros; países contra países… las guerras, lejos de menguar, siempre ha sido la única vía posible para salir de las debacles cíclicas y agudas en las que ha caído el sistema.

Nicolás Copérnico (1473-1543), debió su obra al rechazo de la doctrina de Ptolomeo, con la que se abandonó la  imagen de la tierra como centro del universo, colocándose al sol como punto de referencia del sistema solar. La obra de este, recogida por Kepler y Galileo, es a menudo tomada como símbolo del cambio científico de la época, al que suele llamarse “revolución copernicana”: la ciencia fundada en la observación directa de la realidad, con prescindencia de los argumentos de autoridad y a pesar de las presiones políticas o religiosas. Aún en su originario aspecto astronómico, enfrentó una dura y prolongada resistencia: Lutero y Calviño la combatieron más vivamente, y hasta 1822, la iglesia romana siguió ordenando que la teoría copernicana se manejara  “como un procedimiento matemático, como una “hipótesis de trabajo, sin significación real”…

Los actuales charlatanes y  defensores del sistema capitalista, intentan disfrazar la catástrofe con argumentos ptolomeonicos  (permítame este neologismo en lugar de, perimido),  cuando visualizan que los trabajadores y sectores afines comienzan a cuestionar el funcionamiento actual del sistema.

He aquí, que cuando las soluciones pasan por una revolución copernicana de cambio social, económico y político, con más ímpetu deberemos impulsarlo, más allá  que los cagatintas intenten combatirlo al mejor estilo, Luterano o Calviñista de entonces.

La experiencia histórica ha dado la razón  a Copérnico y no, a los que sostenían el  Status Quo de aquellas épocas.

Es insoslayable, por lo tanto, conducir un cambio de paradigma en materia de relaciones sociales; superando la angustia del presente, en el afán de construir un porvenir mas venturoso, verdaderamente más democrático y profundamente humano.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.