Hemos vivido durante siglos engañados por diversos espejismos: unos camuflaban la espiritualidad bajo el ropaje de religiones paganas que acabaron por usurpar el nombre de cristianas; otros, en cambio, adoptaron el ropaje de defensores de las verdades de este mundo y del progreso material.
Es verdad que a partir de la mitad del siglo diecinueve y gran parte del pasado siglo sufrimos el espejismo del avance de una sociedad que parecÃa capaz de proporcionarnos un tipo de desarrollo acelerado y sin lÃmites. La filosofÃa que alimentaba este avance tenÃa diversas vertientes. La vertiente espiritual, por asà decir, era, precisamente la negación de la espiritualidad pervertida por las  iglesias institucionales,  la afirmación del materialismo a ultranza, la religión de la Ciencia, y la fe  generalizada en una humanidad que parecÃa imparable en avances tecnológicos que conducirÃan al bienestar mundial  y hasta a la inmortalidad fÃsica.Una mezcla profusa, ilusoria  y confusa  que puede definir bastante  en ambos aspectos a la humanidad del mundo llamado civilizado.
En estos siglos últimos, mientras la mayorÃa de los representantes del mundo de la cultura se adherÃan de puertas a fuera al materialismo, los defensores de la espiritualidad libre veÃan en este un elemento negativo para el desarrollo de la conciencia, pues alejaba de los hombres la idea de su condición espiritual esencial y por tanto de lo sagrado cualquiera que fuese la forma que adoptase, y a la vez introducÃa un modelo de producción industrial que esclavizaba, arruinaba la salud y despersonalizaba aún más a las masas obreras, condenando a trabajar a niños y mujeres en horarios y condiciones propios de esclavos si no querÃan morir de hambre las familias. Ese ha sido el origen ilegÃtimo –aunque fuese amparado por leyes- de muchas grandes fortunas en estos dos últimos siglos. Sobre esa injusticia y los infinitos abusos sobre las multitudes obreras y con la injusticia social como fondo se edificó la sociedad industrial, y el modelo no ha variado en lo esencial. TodavÃa se sigue exigiendo a los trabajadores los frutos de su trabajo tan desigualmente repartidos, o más, que antaño. Nuevamente retrocedemos  viendo arrancadas a golpes  por la codicia de los poderosos las conquistas sociales tan dolorosamente conseguidas.Ahora más que nunca el sistema injusto que soportaron nuestros antepasados más recientes se ha tornado, además, insoportable, cruel, inhumano. No hay más que ver el número de desempleados, desahuciados, mal pagados y suicidas.
La anterior burguesÃa usaba la religión para adormecer las conciencias. Sus hijos lo hacen también con la televisión y a golpe de decretos y porras policiales. Y en esto sigue jugando un papel importante el adoctrinamiento religioso fundado en el miedo a la muerte y en la obediencia a la jerarquÃa de quienes aparecen como  cristianos sin serlo. Basta ver el silencio de las Iglesias ante los atropellos contra sus feligreses mientras extienden su mano para recoger del César  la suculenta  parte del pastel que les es arrebatado y con la que podrÃa pagarse la sanidad y la enseñanza  públicas y las pensiones. Todo a la vez.
¿Y cual era y es, entre tanto, el papel de las religiones oficiales? Para empezar, los sacerdotes y sus jerarquÃas nunca trabajaron ni trabajan : son parásitos sociales que siempre viven de impuestos estatales y donaciones, pero jamás producen riqueza ni siquiera espiritual,pues ni practican lo que predican ni predican lo que deben,  tanta es su impostura.
No podemos perder de vista la Historia. Los servidores de un dios mixtificado, caricaturizado, bendecÃan con un Cristo clavado en la cruz, e ignorando Su resurrección, invasiones, genocidios y expolios colonialistas asà como las prácticas del esclavismo, salvo escasas excepciones de personas, como el padre Las Casas. Hemos de recordar de pasada, que fue también en la Edad Media cuando un ejército formado por el Rey francés y el Papa exterminó en Montsegur, sin resistencia alguna ni diferencia de edad,a los cristianos originarios que habitaban en el sur de Francia y vivÃan y trabajaban comunitariamente como Cristo propuso. Eran vegetarianos, y pacifistas e intentaban vivir según el Sermón de la Montaña. TodavÃa hoy en la falsa democracia alemana, Iglesia,obispos, polÃticos y jueces católicos o protestantes hacen todo el daño que pueden a los cristianos que intentan seguir las enseñanzas originales de Jesús, como es el Sermón de la Montaña.  La saga, pues, continúa.
Y los sacerdotes y su Papa, al igual que en Montsegur, seguirÃan bendiciendo durante siglos  en las contiendas los cañones de los ejércitos, mientras ignoraban y condenaban, como siguen haciendo, todo movimiento de rebeldÃa contra este falso orden basado en la explotación y en la violencia. Y sirviendo asà de tapadera moral, hacÃan y hacen un papel perfecto para servir al César, mientras el César les otorgaba – y otorga- privilegios, a la vez que fingÃa –y finge- someterse a ese dios inventado de las Iglesias – que solo sirve para desvirtuar la idea del verdadero Dios- para seguir con aparente legitimidad moral en los sillones del poder sobre multitudes adormecidas o ignorantes que creen tener dirigentes religiosos en lugar de paganos, y gobiernos capitalistas legÃtimos en lugar de gobiernos solo legales. Y sigue girando la rueda hasta que los que la empujan despierten de su sueño y decidan que pare. Entonces habrán descubierto que todo era un espejismo, y que perdieron mucho tiempo y vida haciendo girar la rueda de una noria que solo regaba el huerto de algún amo al que servÃan sin hacerse preguntas.