-Papá, papá. Dijo un intelectual que la religión es el opio del pueblo. ¿tú qué dices de eso?
-Mira hijo, el hombre que acuñó esa frase, era un hombre que tenía mucha fe en que Dios no existe. Pero también están los que creen que Dios sí que existe. Ninguna de las dos posturas se pueden demostrar. Pero, sabiendo que hay muchas personas a las que la fe les ayuda a sobrellevar los golpes de la vida, ¿no crees que tratar de quitarles ese apoyo es una crueldad innecesaria?
-¿Qué? ¿Cómo? No entiendo nada, padre.
-Sí hombre. Imagínate a un anciano portando en su mano una muleta. Imagínate que viene uno y le intenta quitar la muleta al abuelo. ¿Tú qué le harías a esa persona?
-Yo, yo le daría una paliza, padre.
-Pues la fe es esa muleta que aquel intelectual intentó quitar al anciano. Es una tremenda crueldad que solo beneficia a los psiquiatras y psicólogos. La ciencia no ayuda a superar la muerte de un ser querido; sin embargo, la fe sí. Las dos posturas son respetables, creer o no creer en Dios. Lo que no me parece aceptable es dejar desarmadas a las personas. Hay que tener mucho respeto con el dolor ajeno, hijo. Porque la vida es larga y nadie se va de rositas de aquí, ¿no crees?