En el mundo de hoy, el índice de analfabetismo ya no se mide únicamente por nuestro conocimiento de la lectura y la escritura, sino que ha pasado a medirse también por nuestro manejo de las nuevas tecnologías.
Es irónico que, por ejemplo, nuestro sistema educativo introduzca materias nuevas, tales como informática, generalmente impartida por profesores de matemáticas que saben menos de ordenadores que sus propios alumnos, pero no se imparta una clase para saber y entender la evolución de esta nueva materia.
Es posible, quizá me equivoque, que haya alguna introducción a la historia de la informática en dicha materia o puede que algún profesor que la imparta, considere ese conocimiento interesante.
En cualquier caso, hoy en día hay mucha gente que trabaja con Internet, tiene teléfono móvil con Windows o se descarga canciones en su Ipod y sin embargo, no tiene ni idea de cómo la sociedad ha llegado hasta ahí ni porqué.
Por eso, he pesando iniciar mi regreso con una serie de artículos dedicados a la historia de la informática, aunque más bien se podría decir que son artículos dedicados a la historia de las nuevas tecnologías, ya que habrá casos en los que hablaré del teléfono móvil o, porqué no, de la televisión.
Así que este primer artículo versará sobre los comienzos o lo que se podría considerar la prehistoria de la informática: historia del cálculo.
Quien le iba a decir a aquel “homo erectus” anónimo que su idea de raspar rayitas verticales en una pared, para saber cuantos bichos llevaba cazados ese otoño, iba a acabar dando tanto de si. Pasó el tiempo y los romanos idearon una forma un tanto más elaborada de agrupar las cantidades contadas sin tener que trazar tantas rayitas. Su I se correspondía con cada rayita y cada cinco I sustituían las cinco letras por una V. Cuando tenías dos V lo sustituías por una X, con cinco X teníamos una L, con dos L una C, con cinco C una D y con dos D una M. Así llegaban hasta mil y a partir de ahí… Aún así, la acumulación de grupos de cuatro letras resultaba un tanto excesiva, así que optaron por sustituir números como IIII por IV (4, por si alguno ha olvidado los números romanos) u VIIII por IX (9).
A pesar de ser un método ingenioso, los cálculos por este sistema eran un tanto tediosos. Mientras los romanos en occidente se devanaban los sesos con sus números representados por letras, los chinos hacía ya tiempo que realizaban cuentas por medio de un sistema que se extendió por todas las culturas coetáneas a su surgimiento. Me refiero al ábaco. Un sistema de varillas con diez cuentas en cada varilla que permitía realizar cálculos que para algunos resultarían impensables sin una calculadora o, al menos, nunca se les ocurriría realizarlas con un ábaco.
Dado que no existía un sistema numérico estandarizado, y los más extendidos por pertenecer a culturas imperialistas como la Romana, no permitían un manejo claro de los números, el hombre necesitaba de este tipo de artilugios para poder realizar cuentas. Así que podemos decir que el ábaco fue el primer sistema de cálculo estándar que se utilizó a nivel general por todas las culturas, o al menos, por aquellas que tenían contacto entre si.
Sin embargo, en la edad media se produjo un efecto de inversión en el uso del ábaco cuando los árabes introdujeron el sistema numérico decimal que incluía el 0, número que ya se utilizaba en parajes tan lejanos como la India. Este sistema es el que hoy en día todos conocemos y utilizamos. Permitía realizar operaciones simples sin necesidad de usar el ábaco, y restringía éste a cálculos más complejos, aunque, en la mayoría de los casos, ya ni se hacía necesario.
Aún así, habría que esperar hasta el siglo XVI para que John Napier (Escocia, 1550-1617), también conocido como Neper, con sus famosos logaritmos, revolucionase el mundo del cálculo con su ábaco neperiano, un sistema de tablero con varillas que permitía la realización de multiplicaciones, divisiones e incluso raíces cuadradas. Esto evolucionó a posteriori en una regla de cálculo que permitía realizar multiplicaciones y divisiones mediante sumas y restas de longitudes que se obtenían por medio de dos separadores.
Como curiosidad, cabe señalar que el Museo Arqueológico Nacional de España en Madrid, tiene en su colección el único ábaco de fichas -otro sistema que incluye al propio ábaco neperiano- existente en Europa y que también inventó Napier, aunque se desconoce con seguridad quien construyó la pieza que hoy podemos visitar en la colección permanente del museo que se atribuye al propio matemático.
Ya en el siglo XVII llegó Blaise Pascal (Francia, 1623-1662), inventando la primera calculadora mecánica, que funcionaba por medio de un sistema de arrastre de engranaje desmontable. Sin embargo, esta máquina era muy limitada, ya que no servía más que para sumar. La verdadera revolución, sin embargo, estaba al caer.
En 1671, Gottfried Wilhelm von Leibniz (Alemania, 1646-1716) consiguió mecanizar la multiplicación. Su máquina no solo sumaba, también restaba, multiplicaba y dividía. Había nacido la primera calculadora.
Espero que no haya sido muy tedioso. En el próximo capitulo veremos como nació el primer ordenador y porqué en España lo llamamos así y no computadora.
Bibliografía:
Morales Pascual, Jose Luis y Martínez Trevín, Carlos Antonio. “Historia del cálculo” Programación de ordenadores. Estructura básica del proceso de datos 1. Editorial Tesys, Barcelona, 1987, pags 15-21.
AA.VV. “Ábaco” Wikipedia. http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81baco (02/02/2010)
AA.VV. “Cálculo” Wikipedia. http://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A1lculo (02/02/2010)
AA.VV. “Ábaco neperiano” Wikipedia. http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81baco_neperiano (02/02/2010)
Catálogo de inventario del Museo Arqueológico Nacional en DOMUS. Número de Inventario 52698. Catalogador: Edad Moderna. Ministerio de Cultura. Madrid, 2010