En plena rueda de prensa, un periodista preguntaba a Antonio Cassano si conocía la identidad de los dos compañeros de la selección italiana de fútbol que, según algunos rumores, podrían ser homosexuales.
“Es problema de ellos, son homosexuales, es su problema. Lo dejo así. Si no, vienen ataques de todas partes. Ojalá no haya homosexuales en la selección, pero…”, respondió un Cassano que gesticulaba con exageración y forzaba una sonrisa, quizá sin anticipar el revuelo que provocaría su arranque de euforia, ni que horas después tendría que hacer una rectificación que muchos consideraron forzada. Los ofendidos consideraban que negar su homofobia después de esa rueda de prensa equivalía a que una persona desmienta su violencia después de dar un puñetazo y romper una nariz.
Los medios se centran en las declaraciones de un futbolista recién recuperado de un problema cardíaco del que salió con el apoyo y muestras de cariño de sus aficionados, quizá alguno de ellos homosexual, bisexual, asexual, heterosexual con adicción al coito, o incluso impotente. Pero nadie pregunta cómo y porqué se convierte en noticia la preferencia sexual de dos futbolistas. Ni porqué, durante una rueda de prensa de la Eurocopa, un periodista aprovecha para preguntarle al representante de uno de los 16 equipos sobre algo que no tiene nada que ver con el torneo europeo. Estas prácticas “periodísticas” han contribuido a la pérdida de la esencia de lo que implica una rueda de prensa, convertida por muchos políticos en lecturas de declaraciones sin admitir. Pero los jefes de las redacciones insisten en enviar a sus becarios para no perder el pulso con la competencia.
La sexualidad se mantiene como tema tabú sobre el que aún existe una gran falta de sensibilidad y conocimiento. Declaraciones como que “es problema de ellos” representan una forma de pensar vigente para muchos en pleno siglo XXI. Consideran un problema que alguien prefiera tener relaciones sexuales consentidas con personas de su propio sexo. Les preocupará que semejante “problema” se pueda contagiar en las duchas o que uno de estos “enfermos” los vaya a atacar.
Muchos medios han contribuido a extender la creencia de que homosexualidad equivale a promiscuidad. Si un heterosexual no se lanza sobre todas las mujeres que le salen al encuentro en la calle, en los autobuses, en el metro y en las discotecas, ¿qué les hace pensar que un homosexual lo hará con gente de su mismo sexo? Contribuyen también a que se equipare la homosexualidad con ciertos manerismos, a formas de vestir y de comportarse que se repiten en las fiestas del Orgullo Gay. Pero la homosexualidad no condiciona todos los comportamientos ni tiene porqué pelearse con formas varoniles o masculinas de conducirse.
Algunas personas justifican a futbolistas y deportistas por declaraciones como las de Cassano; argumentan que no se les pude pedir demasiado por su nivel educativo y cultural, y que no conviene darles a sus declaraciones una importancia que no tienen. Pero se trata de iconos que ocupan más espacio que muchos ministros en programas “informativos” que dedican cada vez tiempo al morbo en el deporte. Miles de millones de personas, niños y jóvenes en gran proporción, los tienen por referentes. Los ven por televisión no sólo en los terrenos de juego, sino en espacios publicitarios, en actos públicos y en campañas de recaudación de fondos para “causas solidarias”. Como figuras públicas, se espera de ellos respeto hacia sus seguidores. Cassano habló en rueda de prensa como representante de la selección italiana, no en una tertulia de bar con unos amigos.
El sueldo y los privilegios de estos futbolistas cubren más que sus tres o cuatro horas diarias de entrenamiento, los partidos, los regates, las paradas, los goles y las buenas jugadas. Se les pide que cuiden su imagen porque viven de ella. Frivolizar sobre cuestiones como la homosexualidad refuerza la confusión que existe y puede conducir a retrocesos sociales. O incluso a poner en peligro la integridad de personas con otras preferencias en sociedades en las que resurge la intransigencia y el miedo a lo desconocido.
Muchos futbolistas heterosexuales, profesionales y amateurs, comparten ducha con sus compañeros sin preguntarse por su sexualidad. No les incumbe.
Carlos Miguélez Monroy
Periodista, coordinador del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)