Sociopolítica

Homosexualidad: un asunto controvertido

homofobia

El Papa ha hablado  de ser tolerantes con los homosexuales, pues la Iglesia lo es ( y de qué manera) con los suyos. Pero hay una diferencia: la homosexualidad no hace daño a quien la practica en libertad, pero la pederastia es un crimen moral, así que no se trata de la misma cosa.

Entre tanto, también es noticia triste la persecución a los homosexuales por los neonazis rusos con el visto bueno mal disimulado de su gobierno neozarista, mientras vimos hace poco cómo proliferaron en Francia las manifestaciones contra las uniones legales de parejas homosexuales por parte de un sector de franceses próximo tanto a la Iglesia católica como a la ideología extremista conservadora, siempre tan próximos entre sí, y casi al mismo tiempo se produjo la dimisión del vicepresidente del gobierno inglés, que se declaró homosexual, acusado de un delito relacionado con el sexo, lo que muestra que el asunto de la homosexualidad no es un asunto menor y que vivir “en el armario” puede tener serios efectos psicológicos y sociales hasta cuando se sale de él.

Este es un viejo asunto. La práctica de la homosexualidad es algo que pertenece a todas las épocas de la historia humana, al igual – parece- que la bisexualidad, aunque ambas siempre en menor grado que la relación heterosexual. La homosexualidad nunca fue – ni es- exclusiva de una clase social, sino que en todas –desde las más pobres hasta las más ricas, desde esclavos a señores, desde soldados a generales, desde sacristanes a las más altas jerarquías religiosas, desde novicios o novicias a regidores de conventos, desde analfabetos a ilustres intelectuales y filósofos, desde rudos en sensibilidad a refinados artistas, la historia del género humano ha abundado en la relación homosexual, pero siempre se ha escondido como vergonzosa de cara a la galería, adoctrinada por sus detractores.

Los detractores de la relación sexual entre personas del mismo sexo no han ahorrado ningún calificativo despectivo para referirse a ellas; y cuando han tenido ocasión, a más de la injuria o la calumnia han practicado el desprecio público y el vacío social, como si estuviesen quejados de alguna enfermedad. Y esto en los países más tolerantes, pues la pena de muerte se aplicó y se sigue aplicando por fanáticos religiosos en este Planeta. Hay que reconocer, pese a todo, que nada de eso ha servido para eliminar la homosexualidad en el mundo, porque existe un poderoso trasfondo que lo impide.

Si nos ocupáramos del trasfondo ideológico, tendríamos que hacer referencia no solo al machismo sociológico imperante en la humanidad desde que el patriarcado se impuso al matriarcado en la evolución de las sociedades primitivas.

Hay más.

El machismo aparece históricamente como uno de los fenómenos que a un elevado número de personas de todo el mundo provocarían a nivel emocional la aparición de una reacción opuesta al autoritarismo que acompaña al machismo patriarcal; una conducta reactiva frente al comportamiento burdo del macho por parte de ciertas personas de una determinada sensibilidad que desde la niñez han abominado de la rudeza y el primitivismo con que suele actuar el padre machista o el patriarca intolerante, reclamando para sí otros modos de relación afectiva menos agresivos, más abiertos y tolerantes con las emociones. Muchos homosexuales se refugian en la madre como modelo, pues la madre representa no solo la sensibilidad, el afecto, la ternura, sino el acogimiento, el refugio. En psicología se estudian, especialmente en el campo del psicoanálisis los complejos de Edipo o de Electra, que mal superados en su momento, han podido conducir a muchos hacia la homosexualidad. Mas yo no la quiero enfocar como una patología, como muchos pretenden, sino como una actitud emocional en su origen prescindiendo sobre si su génesis se encuentra en un cromosoma, en una secreción anormal de hormonas del sexo contrario de origen hipofisario o cualquier otra explicación puramente física, pues es sabido que lo físico, incluidos los genes, son una consecuencia de un modo de sentir y pensar largamente practicados.

Igualmente prescindo de cuestiones que desconozco relacionadas con el karma de encarnaciones anteriores, lo cual vendría a añadir una explicación a las alteraciones genéticas heredadas. Todo ello formaría parte de un análisis distinto del que me propongo ahora.

UN ASUNTO DUAL

Debemos partir siempre del hecho de que en ambos sexos existe una parte hormonal del otro. Por lo que se refiere a los hombres tenemos un lado femenino relacionado con la sensibilidad, la delicadeza y otras cualidades más sutiles que la del lado masculino más rudo que normalmente se presenta como “modelo educativo” para los jóvenes varones dentro de la “pedagogía popular de masas” que nos transmiten en especial los films y las religiones, tanto de Oriente como de Occidente. Por desgracia, también la mayoría de madres educan a los varones en el machismo asimilado por la cultura popular inferior, convirtiéndose así en dobles víctimas y a la vez en reproductoras de tan nefasta ideología. Así que el “modelo” no puede ser totalmente ajeno a los abundantes casos de maltratos y asesinatos a la mujer en todo el mundo. Es verdad lo que se dice tan a menudo: el machismo mata.

Inversamente podemos decir de la mujer y su masculinidad en algunos casos. Soy consciente de lo polémico del tema, pues de entre los que defendemos en privado el derecho de todo el mundo a tener, si quiere, relaciones homosexuales y a unirse cada cual con quien le parezca, públicamente manifestamos con poca frecuencia y claridad nuestra postura al respecto, tal vez por miedo a ser criticados o puesta en entredicho socialmente nuestra tendencia sexual si no está “homologada” ( “homo”, en esta palabra ya resulta ilustrativa de lo que venimos diciendo), y por ello nos solemos ceñir únicamente a la defensa del lado social y reivindicativo, como es el tema tan polémico de si las parejas del mismo sexo pueden o no casarse, o adoptar. Por mi parte, creo que todo el mundo tiene derecho a unirse con quien quiera sin tener que pasar por la censura estatal o social, pues ambas están condicionadas por la Iglesia y el Estado y por el machismo generalizado al que no es ajeno la influencia de ninguno de ambos, ni incluso, vuelvo a repetir por importante- la de tantas mujeres como educadoras de su prole que otorgan a los niños varones una categoría superior a la de sus hermanas. El hogar familiar es así la primera fuente de aprendizaje del machismo.

La intolerancia sexual no viene sola, pues se acompaña de una tradición de intolerancia tan fanática como ignorante o hipócrita hacia el diferente, tanto en lo que respecta al sexo como en cualquier otro aspecto de la vida, ya sean las ideas espirituales, políticas, estéticas y un largo etc. El diferente- y este es el caso del sexualmente diferente- suele verse a menudo como una amenaza por el largo número de sonámbulos con quienes compartimos el vasto mundo, da igual la época o el lugar. En esto vemos qué poco se avanza hacia la tolerancia, pese a que unos pocos países occidentales celebren bodas “gay” o se toleren sus manifestaciones de afirmación sexual con las que los homosexuales pretenden que se les respete por sus vecinos y sus gobiernos.

HIPÁCRITAS PERSEGUIDORES

Incluidos en la “Ley de vagos y maleantes” del fascismo español que permitía encarcelarlos; perseguidos por los nazis y lapidados aún por la aplicación de la Sharia islámica en los países fanáticos del mundo árabe, los homosexuales de todo el mundo, despreciados y aparentemente- y solo aparentemente- compadecidos por verlos como enfermos por las religiones institucionales católica y protestante, no deja de ser llamativo que se haya descubierto entre muchos de los perseguidores la misma “enfermedad que ven en tantos y tantos de sus perseguidos, como si se tratase de una reacción defensiva para alejar de sí toda sospecha, por miedo a ser descubiertos o tal vez atrapados por “esa” enfermedad tentadora a la que fácilmente pudiera sucumbir el propio clan que la prohíbe, especialmente si tiene voto de castidad perpetua y no la soporta.

Nos es preciso recordar, por poner algunos ejemplos, la homosexualidad en la Grecia antigua, el número de nazis homosexuales durante el Tercer Reich, los fascistas españoles homosexuales durante los años de la dictadura de Franco, o el número de curas, monjas y fieles de todas las religiones, que todavía en la actualidad, aunque sea clandestinamente, llevan a la práctica esa atracción por el sexo igual. Y no podemos dejar de mencionar las aberrantes y criminales prácticas con niños y adolescentes, cuando no con monjas, llevadas a cabo por el clero disoluto en todo el mundo hasta constituir un verdadero escándalo y una sangría de dinero a las arcas del Vaticano para compensar o acallar a los muchos miles de víctimas de los crímenes de curas pederastas amparados por el silencio cómplice de sus hipócritas jerarquías, incluidos bastantes Papas, como muy bien muestra el historiador alemán Deschner en su “Historia Criminal del Cristianismo”.

Podemos decir que tenemos un fenómeno histórico que se ha pretendido atajar sin resultados, y una enorme hipocresía de los poderes públicos que pretenden oficialmente, y solo oficialmente- reprimir ese fenómeno, mientras se colocan una venda en los ojos para ignorar la importancia que entre los suyos o en ellos mismos, tiene la homosexualidad, cuando no la pederastia a gran escala en todos los continentes y en muchos países.

EL “ORGULLO GAY”.

Está muy bien que los homosexuales –en su versión masculina o femenina- se rebelen contra la persecución y el desprecio de que son objeto, pues nadie tiene derecho a arrojar ninguna piedra contra nadie por razón de su sexo ni por ninguna otra, pues la libertad es una condición sagrada que también los poderes públicos deberían aceptar y, por tanto no deberían inmiscuirse en asuntos privados que no le importan al César, especialmente si este es también homosexual, que no sería el primero. Está bien, pues, que se respete la absoluta libertad de cada ser humano para vivir la sexualidad (que es tan poderosa fuerza), pues tenemos el derecho inalienable a disponer cada uno de nuestro propio cuerpo, derecho que nadie tiene autoridad alguna para cuestionar. Por tanto, lo natural y civilizado sería que no existiera hacia los homosexuales ningún tipo de suspicacia. Sin embargo, la hay. Cada vez menos, pero existe… Todavía uno de cada tres españoles, por ejemplo, no termina de encajar la “salida del armario” de sus semejantes que aparecen en la vida social como pareja siendo del mismo sexo. Y eso que es legal el matrimonio “gay”.

EL AMOR ES LA CLAVE

En cualquier clase de relación el amor es la clave. En las parejas homosexuales que se aman incondicionalmente, ¿es menor su grado de amor, o de peor cualidad que en aquellas otras donde se produce una unión heterosexual? El amor incondicional y altruista es la verdadera cuestión de fondo. Se tiene o no se tiene.Y cuando se tiene, el sexo es secundario, pero cuando no, se convierte en actor principal. Sin embargo es bueno saber que el exceso de relaciones sexuales supone una lamentable pérdida de energía vital que tarda en recuperarse . Esto es lo normal. A este respecto, el doctor Eduardo Alfonso –célebre médico y hombre sabio autor de numerosos libros- decía al respecto: “El sexo no tiene más que tres soluciones: O se le trasciende, o se le respeta, o se le prostituye”. He aquí una afrimación revolucionaria, pues el sentido profundo de la pareja –homo o hetero-reside en su capacidad para ayudarse mutuamente a evolucionar. Y cuando dos personas se unen para trabajar en esa dirección, practican la ayuda mutua y vela cada uno por los intereses de ambos, el sexo ocupa un segundo lugar. Claro está que la lujuria puede estar presente en cualquier tipo de pareja, pero eso es otra cuestión que tiene poco que ver con el amor, aunque, por desgracia, determine la mayor parte de las relaciones entre parejas, bien de distinto sexo, bien del mismo. La lujuria, la falta de sensibilidad hacia el otro, el egocentrismo, estos son los verdaderos problemas, y no la homosexualidad.

EL PRECIO DE LA LIBERTAD

Finalmente quiero hacer justicia a quienes practican su erotismo con alguien del mismo sexo reconociendo su derecho a hacerlo y criticando a quienes lo prohíben o desprecian a quienes viven su sexualidad como mejor les parece. ¿Acaso puede ser alguien el juez del otro? ¿Con qué derecho algunos lo son? Es lo mismo que sucede con el aborto. Uno puede estar en contra del aborto-y es mi caso- porque atenta contra el derecho de otro a nacer, pero eso no quiere decir que esté de acuerdo en que existan leyes o jueces que se opongan al derecho de decidir de una madre sobre el nacimiento o no de su embrión humano, que es un alma en estado de formación de su cuerpo físico. Desde esta perspectiva es inmoral, es un tipo de crimen y tiene un karma serio quien practica o colabora con el aborto, pero la mujer embarazada tiene el libre albedrío y lo que haga o no, es un asunto entre ella y Dios y no tiene por qué dar cuenta a ningún juez humano ni a ningún clérigo, pues al fin y al cabo un feto, si lo consideramos únicamente como futura parte de la sociedad, no existe como tal hasta que nace. Y quien debe decidir eso es quien lo lleva en su interior y nadie más.

Parecido es lo que respecta a la sexualidad en lo tocante al derecho a la libertad personal. La sexualidad hay que tratarla con mucho respeto, pues en realidad el sexo está para la reproducción y aunque lo utilicemos mucho como fuente de placer redunda en nuestro propio beneficio ser comedidos en el uso de esa energía primordial, y además conviene irlo dejando poco a poco, lo cual no nos suele resultar nada fácil a los hombres aunque menos difícil a las mujeres por suerte para ellas.

Cristo mismo nos previno que la práctica del sexo supone una enorme pérdida de energías que cuesta mucho reponer en los días sucesivos. Energía, la sexual, que, por supuesto, se detrae de la energía espiritual en cada orgasmo ya que la energía es una, y cada uno de nosotros en esta existencia dispone de una cantidad de energía limitada a causa de la Caída y de sus méritos personales, un caudal con el que no nos conviene jugar.

Un armario peligroso

Desde el punto de vista de las relaciones personales, quien haya tenido o tenga algún amigo homosexual, conocerá cuanto sufrimiento y discriminación social le ha supuesto su constitución hormonal o su inclinación emocional, y el precio en soledad, en incomprensión, en energía, en alegría, en autoestima, en crisis personales. A veces vive con perplejidad y angustia sus propias inclinaciones, su miedo a manifestar sus emociones, su temor a ser descubierto. Ese conjunto de sentimientos conduce a veces a actos desesperados como buscar en un matrimonio convencional el remedio a su angustia….Y todo ello con resultados inciertos y siempre viviendo en su contra, tanto en el terreno emocional en su relación matrimonial con alguien del otro sexo a quien, engañó casándose y ahora daña mientras se daña a sí. Y allá en el fondo siempre con el deseo profundo de ser aceptados como iguales, pues lo son.

Dicho esto, quiero señalar dos aspectos, uno negativo desde el punto de vista de las leyes de la naturaleza y otro positivo desde el punto de vista de la relación emocional en pareja, sea esta del tipo que sea. Desde el punto de vista de la naturaleza es evidente-tanto en el terreno del comportamiento de las partículas atómicas, como en el químico, el eléctrico, o el biológico-que para que se produzcan nuevos elementos, corrientes de energía, etc., son necesarias dos fuerzas de signo contrario y a la vez complementario. La relación homosexual, al trabajar dos energías del mismo tipo, resulta necesariamente estéril. Y esta es, creo yo, la razón de fondo por la que ha sido tan vilipendiada. Siempre han hecho falta varones para la guerra y el trabajo, y mujeres para procrear y servir a sus parejas y dueños. Esto no es obstáculo, claro está, para las parejas homo que buscan únicamente el placer y la amistad erótica, intelectual, o de cualquier otro tipo que enriquece a los que la practican, y hasta –he de añadir- a menudo con mejor gusto, dedicación y sensibilidad que las que se encuentran en tantas parejas de las llamadas “normales”. Con ello quiero indicar que las relaciones de pareja deben estar regidas por sentimientos superiores a las inclinaciones y deseos sexuales, tal como Cristo nos muestra, pues el amor desinteresado es la clave en todo tipo de relación, tanto entre amigos y compañeros de trabajo como entre los miembros de una pareja, cualquiera que sea su inclinación sexual.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.