Los europeos no sufrimos tanto como tunecinos y egipcios (de éstos últimos, más de la mitad malviven con un dólar diario), pero en Europa se precipita un panorama gris muy oscuro. Quizás debamos tomarlos como ejemplo, ahora que se revuelven en las calles contra la injusticia. O, de otro modo, si españoles, franceses, griegos, portugueses, irlandeses, ingleses, checos… no plantan cara a la dictadura financiera y a la cobardía y servidumbre (o peor) de mandatarios y políticos profesionales, ellos nos “retrocederán” a la situación de fin del siglo XIX. Una vida peor con menos derechos. Ahora sólo hay paciencia ciudadana.
Por ejemplo, alguna juventud española (los más perjudicados por la crisis en ese país) arma grandes broncas porque las autoridades les prohíben celebrar un “botellón” (fiesta callejera con bebidas alcohólicas). Pero no mueve un dedo para exigir un presente y futuro dignos a los que tiene indiscutible derecho. Aunque, en honor a la verdad, esa indolente inacción ante la canallada opresora en que se ha convertido la crisis no es sólo propia de jóvenes.
La ciudadanía no reacciona ante el desempleo que castiga a Europa ni frente a la rebaja de derechos en el trabajo. Tampoco reacciona ante salarios cada vez más reducidos ni por la precariedad de los empleos. Botón de muestra de tal dejadez; la vicepresidenta del gobierno español ha declarado que “es indecente que con más de 4.000.000 de parados, haya gente que no esté de acuerdo en alargar la jubilación a los 70 años”. Encima pretenden que aceptemos contentos la violación de nuestros derechos. ¡Y no hay reacción!
Ignacio Escolar, lúcido periodista, ha escrito que “los jóvenes de 25 o 30 años forman parte de una generación estafada a la que le han cambiado el derecho a una vivienda digna y un empleo estable por la Playstation III (…) En España hay casi un millón de parados (46%) que tiene menos de 25 años. Y en Europa se repite que los jóvenes de hoy forman la primera generación que vivirá peor que la de sus padres desde finales de la II Guerra Mundial”.
En el último trimestre de 2009 hubo protestas ciudadanas y huelgas de trabajadores en varios países europeos contra recortes sociales presupuestarios, rebaja de derechos y medidas gubernamentales que pretenden que la ciudadanía pague la crisis. Sí; Francia, España, Alemania, Polonia, Reino Unido, Irlanda, Grecia… fueron escenario de manifestaciones y huelgas. Pero se acabó la protesta. Mientras, la minoría privilegiada no cesa en sus ataques contra la vida digna de la mayoría, contra los derechos de todos, contra la exigible justicia social. Ahí tenéis a la canciller alemana Merkel exigiendo más sacrificios, mientras el FMI pide despidos baratos, rebajas de subsidios de desempleo, sustituir negociación colectiva por convenios de empresa y privatizar más servicios públicos. Menos derechos. Y su director-gerente, el presunto socialista Dominique Strauss-Kahn, lamenta que “nos enfrentamos a la perspectiva de una generación perdida de gente joven, destinada a sufrir durante toda su vida peores empleos y peores condiciones sociales”. ¡Como si el FMI no tuviera nada que ver con lo que le pasa a esa juventud!
Como dijo Nelson Mandela “la pobreza no es natural. La crea el hombre y son las acciones de los seres humanos las que pueden vencerla y erradicarla”. Citar a Mandela no es gratuito porque, con lo que pasa, la pobreza amenaza más que nunca a millones de personas en el mundo. Se agrava en los países empobrecidos y crece a ojos vista en los países desarrollados. Y, como proclama Amnistía Internacional, la pobreza no es inevitable; es causa y consecuencia de violaciones de derechos humanos y tiene responsables.
Stéphane Hessel, antiguo resistente contra los nazis y único redactor de la Declaración Universal de Derechos Humanos que vive, asegura que “hoy necesitamos más que nunca los principios y valores que nos guiaron y debemos velar juntos para que nuestra sociedad no abdique de ellos”. Valores como libertad, justicia, equidad. En suma, respeto a los derechos humanos.
José Saramago decía que, ante lo que está pasando, no tuviéramos tanta paciencia. Cierto. Ya es hora de cambiar.
Periodista y escritor