Los “kapos”, como es sabido, eran prisioneros de los alemanes que ejercían como capataces, y cuya misión era hacer trabajar a los demás prisioneros en el campo de Mauthausen que, cargados con grandes piedras a sus espaldas, subían diez o doce veces al día los 186 peldaños de la llamada “escalera de la muerte” que iba de la cantera a los barracones, mientras los “kapos” les empujaban, zancadilleaban y golpeaban con bastones.
Los “kapos” eran los encargados de someter a los prisioneros aplicándoles los mayores castigos físicos y morales para sacarles el máximo rendimiento hasta su muerte por extenuación, para mayor gloria del III Reich y de su máximo representante el lunático y paranoico Adolf Hitler. Los “kapos” seguían las directrices que les marcaban sus amos, aquellos que soñaban con la Gran Alemania.
Evidentemente los tiempos han cambiado en Europa y los “kapos”, los que sirven a los intereses de Alemania, ya no son aquellas bestias que infringían duros castigos a sus compatriotas prisioneros de los alemanes en beneficio de estos, no, hoy se utilizan otros medios más “civilizados” pero no por ello menos dañinos para los ciudadanos de los países a los cuales Alemania no quiere someter mediante las armas pero si a través del euro.
Hoy los “kapos” son los gobernantes de esas naciones que se han sometido a los dirigentes alemanes y actúan al dictado de estos sin importarles el sufrimiento de sus administrados. Los modernos “kapos” ya no utilizan el bastón, pero siguen con el empujón y la zancadilla, que hoy se conocen como “recortes”, “ajustes” y “reformas”. Todo ello con el único fin de fijar de forma clara y rotunda la preponderancia de Alemania sobre el resto de los países europeos.
Los prisioneros lo pasaban mal, pasaban hambre, los piojos se los comían, la desnutrición y el tifus hacían estragos entre ellos, pero nada de esto afectaba a los “kapos”, estos comían bien, los insectos no les atacaban, las enfermedades tampoco, pero eso sí, no contaban con el afecto y el respeto de los dirigentes alemanes, estos les despreciaban por su traicionera actitud para con los que como ellos estaban prisioneros, para sus “amos” ellos eran tan despreciables e insignificantes como el resto de los internados en el campo.
Los tiempos cambian, los humanos utilizan otros métodos para someter a sus semejantes sin entrar en guerras sangrientas, estas las han cambiado por la estrategia de utilizar la economía como un arma de tal potencia que el que sabe utilizarla bien puede poner a sus pies a todos aquellos que solo alcanzan a saber en materia económica que dos y dos son cuatro, pero nada más.
Hay algún que otro dirigente político para el que la miseria económica en su país supone un “gran éxito económico para el mundo”. Pobre hombre y pobres de nosotros. El homo sapiens se moderniza. Los “kapos” también.