Lo he escrito muchas veces, hablado… infinidad de ellas… ¿qué ha cambiado?… ¿en qué ha cambiado el hombre? Sí, en vestimenta, en vehículos “a montar”, en artilugios a usar y consumir, pero intrínsecamente… ¿en qué ha cambiado? En nada o en apenas nada. El hombre sigue teniendo (en inmensa mayoría) el mismo “motor” y los mismos apetitos… “panza, bolsillo y ansias de poder y algunos… que la posteridad hable de ellos, pero que hable bien”. Esto último incomprensible para el medianamente inteligente, que simplemente piensa que… “las flores que se las pongan en vida”.
He leído mucho y sigo leyendo; ahora estoy terminando de leer, una historia escrita por un famoso escritor, sobre la “República de Roma”; no la del “salido” (está procesado por prostitución de menores, “o algo así”) que hoy la mangonea, ni de las docenas de “elementos” que le han precedido, tras el fusilamiento y colgado de su cadáver boca abajo… del dictador Benito Mussolini; no; me refiero a la primera república romana y considero que de todos los tiempos, que la historia recoge por escrito y de cuyas fuentes y leyes; aún se sostiene el actual mundo, que ahora y como entonces, lo que lo gobernaba era la corrupción más espantosa.
Hay pues que remontarse, a más de medio milenio antes de la era de Cristo y cuando aquella insignificante ciudad, tomó el brío conquistador que la condujo, a ser el centro y control del más famoso de los imperios conocidos; sin renunciar al nombre original de Roma… “lo de Italia vino mucho después”. Hay que reconocer que lo hizo, con disciplina, orden y sabiendo organizar la gran conquista que consiguió.
Asombra el ver una continuidad de hechos donde lo que impera es la ambición de un individuo o “camarilla”, que efectuando los actos más horrendos que podamos imaginar, van escalando poder, arrasando, masacrando, arruinando, esclavizando y haciendo todo cuanto hoy se sigue haciendo; salvo que entonces era normal lo del asesinato, envenenamiento, confiscación de bienes y muchas más cosas, que se hacían “a cara de perro”; puesto que la ley eran las legiones romanas y el que estaba al mando de ellas. Aquel “famoso” senado, fue convertido en unas centurias de peleles, que bailaban al son del poderoso de turno, el que se mantenía hasta que otro se organizaba y lo derrocaba, asesinaba o desterraba… algunos de ellos, a destierros principescos y donde vivían el resto de sus días, tan bien o mejor que en la Roma Imperial. O sea como ocurre hoy con los nuevos “nobles de un patriciado obtenido vete a saber cómo” y a los que aún yéndose con una carga de fracasos inenarrable (Zapatero y compañía, como ejemplo español) aún tendremos que pagarles retiros principescos y no exigirles daños y perjuicios que sería, lo más normal del mundo… “civilizado, claro está”.
Leyes que aún cuando llegaron a grabarlas en planchas de bronce; se las pasaban por “los cojoncios”; como hoy hacen los gobernantes actuales; los que y como estos de ahora, se hacen sus propias leyes para quedar impunes ante el resto de sojuzgados, que no gobernados, puesto que gobernar conlleva la palabra y el hecho, de justicia y esa palabra están hoy tan por los suelos como entonces.
Y si hoy no se llega a más, es por que los avances materiales y mecánicos, han logrado unas producciones de alimentos y comodidades, que permiten el que las nuevas “plebes”, disfruten de mucho más que aquellas romanas, que las conformaban con trigo, aceite, vino, sal y “alguna cosa más”; amén de los famosísimos espectáculos circenses, donde y como hoy… “la plebe o la masa desahoga sus frustraciones aplaudiendo y con ello elevando a los ídolos de siempre, en los que ilusoriamente se ven reflejados”.
Es verdad que la sangre hoy no empapa las arenas; salvo lo que pueda ocurrir en ese bestial deporte, denominado boxeo, o el otro de lucha libre, amén de las corridas de toros, peleas de gallos, de perros y puede que otras que yo desconozca; puesto que “la sangre sigue siendo atractivo para muchos componentes de las nuevas sociedades, plebeyas o no plebeyas” (o sea como antes)… muchos de los cuales, si se les ofrecieran aquellos espectáculos romanos, donde intervenían gladiadores, hombre contra hombre, hombre contra fieras… o fieras contra indefensos hombres… “quién sabe si muchos irían por el morboso placer de ver de nuevo la sangre correr en caliente”. De hecho y aunque de forma aislada… “se ha llegado a asesinar por simple aburrimiento y encontrar nuevas y excitantes sensaciones”.
De las carreras, hoy es similar a entonces; lo que cambia es que en aquellas épocas y en sus famosos carros o cuadrigas y otras variedades, los hombres se jugaban el pellejo, ganaban fortunas enormes (unos pocos como hoy lo hacen otros) y la masa llegaba al paroxismo de la emoción bestial, viendo todo aquello… hoy esas muertes se producen en modernos automóviles y modernas motocicletas… amén de las más antiguas, aunque modernizadas, bicicletas. Igualmente ocurren otras muertes en otros denominados deportes de riesgo, por simplemente llegar donde otro no ha llegado o hacer lo que otro no ha hecho; o peor aún… “por mantenerse donde ya no se puede estar y se recurre a lo que sea menester”.
Sí… estoy terminado de leer ese libro histórico que cubre cientos de años de la antigÁ¼edad; y con la imaginación me traslado desde uno al otro teatro y me pregunto… ¿qué ha cambiado en realidad? ¿Cambiará en el futuro? ¿Cuánto tiempo se necesitará aún? Sonriamos viendo “los nuevos y trágicos teatros de marionetas, e imaginemos los hilos que las mueven y por qué y para qué las mueven”… “las listas que cada año nos dan de los más ricos y riquísimos del mundo y de las grandes empresas multinacionales que tienen ya presupuestos mayores que muchas grandes naciones… nos lo dicen”.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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