Cada días millones de mensajes de texto y correos electrónicos son enviados entre terminales móviles, así como son millones las personas que chatean y navegan por Internet, dedicando en estas acciones su tiempo y atención a una actividad en principio sencilla y automática, que al no suponernos esfuerzo pasa desapercibida, la lectura, pero que en realidad modifica – y mucho – nuestra huella anatómica cerebral y habilidades cognitivas.
LA LECTURA NO ES INNATA A NUESTRO CEREBRO
Un libro reciente publicado por el científico francés Stanislas Dehaene, titulado “Les neurones de la lectura”, afirma que la lectura no es una capacidad innata en el ser humano sino que requiere de un aprendizaje que necesita tiempo y paciencia para permitirnos llegar a ser buenos lectores, tal como afirmaba el escritor Joseph Addison, que hace más de 300 años escribió que “Leer es para la mente lo que el ejercicio físico es para el cuerpo”.
Así, estos estudios están demostrado que la lectura pausada promueve la concentración y aumenta la cantidad de neuronas de nuestro cerebro, compensando el proceso degenerativo que se produce de forma natural a lo largo de los años. Además, los neurocientíficos han descubierto que el consumo apasionado de libros de ficción se acompaña de mejores habilidades sociales, como la empatía.
ATENCIÁN PARCIAL CONTINUADA
Sin embargo, y aunque las nuevas tecnologías facilitan que hoy en día se lea y escriba más que nuca, cada vez se dedica menos tiempo a reflexionar sobre lo leído, consumiendo los textos de forma breve y fraccionada, incluso varios a la vez en procesos de zapping paralelos de multilectura, que llevan a un estado de “atención parcial continuada”, que no es otra cosa que atender de forma parcial y continuada diversos textos, para lo cual el cerebro humano no está preparado, lo que provoca estado de mucho estrés.
Este estado de lectura se presta más a lo que denominamos los “nativos digitales”, los jóvenes que hoy tienen entre 10 y 20 años y que nacieron en un mundo de tecnología informática, los cuales dedican menos tiempo que nunca a la lectura reflexiva y por placer, ya que les hace sentirse aislados y desconectados de sus amigos on-line, a los cuales deben atender simultaneamente, compartiendo su tiempo con el acceso a otra información texto-audiovisual que complete su permanencia global.
ALGO MÁS QUE SIMPLE CURIOSIDAD
Todo esto no dejaría de ser mera curiosidad si en ello no estuviera implícito algo tan importante como el hecho del desarrollo cultural de nuestras sociedades.
El especialista en lenguas clásicas Eric Havelock sostiene que la lectura reflexiva crea en el cerebro nuevos circuitos neuronales que desarrollan la capacidad de crear pensamientos novedosos e innovadores, llevando estos a una revolución cultural al contar con ciudadanos que transforman la información obtenida de la lectura reflexiva en conocimiento útil social, tal como pasó en la Grecia antigua, donde el uso de su alfabeto pudo liberar una capacidad tal en el cerebro de sus ciudadanos que llevó al esplendor de la cultura griega.
Si esto es así, si la lectura pausada y reflexiva muestra tales beneficios individuales y sociales al modificar los circuitos neuronales de quienes la practican, ¿qué pasa cuando la lectura se convierte en un proceso más de la multitarea digital que el proceso globalizador parece arrastrarnos? ¿está preparado el nuevo cerebro digital para crear pensamientos novedosos e innovadores, o por el contrario está limitando dichas características? ¿debemos aprender nuevamente a leer bajo este paradigma de letras digitales?
Son incógnitas que como profesionales de la información se abren ante nosotros y que esperemos encontrar sus respuestas con la ayuda de los nuevos avances de la neuroinformación.
Mientras tanto les dejo, que me voy a leer un libro con una taza de café … para no perder la costumbre.
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Por José Raúl Vaquero Pulido
Presidente – Fundación Ciencias de la Documentación
Miembro del Club de Roma – Capítulo Español