«Cuando nos prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres”: Para entender cómo nos afecta la ideología de género.
Alicia V. Rubio, profesora de Educación Física (como el firmante), filóloga y miembro de “Profesionales por la Á‰tica”, ha escrito y publicado un libro imprescindible para pasar de tener dudas sobre “la ideología de género” a no tener ningún género de dudas.
- Evidentemente, Alicia, con quien tengo una gran amistad y afinidad, nos habla de las muchas mentiras que se enseñan a los estudiantes hoy día, en nombre del feminismo, y que luego se encargan de reforzar los medios de información y creadores de opinión.
La primera parte del libro, la autora expone el origen, la expansión y la relación con los lobbies homosexualistas y su íntima relación con “este constructo social” (la denominada perspectiva de género), así como la ideología de género ha ido realizando la imposición a las mujeres de un modelo masculinizado que las niega como tales y desprecia sus deseos, comportamientos, gustos, percepciones y capacidades; en definitiva, cuanto de diferente y valioso tiene la identidad femenina.
En la segunda parte de su libro, Alicia aborda los peligrosos alcances, las terribles consecuencias de la aplicación de la ideología de género: la persecución de la masculinidad, las técnicas de manipulación utilizadas para implantar tan peligrosa y totalitaria doctrina, las formas de financiación a las que recurren sus partidarios, las legislaciones que impone, el adoctrinamiento a los menores y sus implicaciones en la sociedad y la familia.
«Cuando nos prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres”
Alicia V. Rubio afirma en su libro, sin circunloquios que el ser humano es una mezcla indisoluble de biología y cultura, y que por eso nuestra felicidad depende, en gran medida, del equilibrio entre ambas naturalezas, que avanzan hacia objetivos diferentes aunque no contrapuestos.
La autora afirma, también que, la dicotomía sexual, fundamental en la base biológica de nuestro comportamiento, determina unas características que afectan a nuestros roles sociales.
La ideología de género, con su negación de la base biológica de la persona, trata de construir un ser humano basado solo en su naturaleza cultural, lo que genera en el individuo concreto un alto grado de infelicidad e irracionalidad.
Alicia V. Rubio hace uso de un lenguaje claro y divulgativo y desmiente los postulados y conclusiones de la ideología de género desde campos tan diversos como la antropología, la neurofisiología la anatomía y, sobre todo, la realidad, el sentido común y la experiencia cotidiana.
Ideología de género
Evidentemente en el libro imprescindible del que les hablo, están presentes muchas ideas política y socialmente incorrectas en los tiempos que nos ha tocado vivir, tales como que la terca realidad es que la totalidad de la historia de la humanidad, es un continuo sin interrupción del llamado «patriarcado», tal vez llegando incluso hasta nuestros primeros ancestros primates. En las sociedades humanas, sin excepción -aunque disguste a las feministas- el liderazgo está asociado al varón, y el cuidado y crianza de los niños a la mujer.
El feminismo omnipresente, subvencionado y políticamente correcto afirma sin sonrojarse que la «socialización» guarda relación con los roles sexuales; pero es incapaz de explicar por qué la socialización avanza siempre en una dirección uniforme, cuando – de acuerdo con sus premisas – debiera ser de forma aleatoria, dando como resultado unas veces matriarcados y otras patriarcados.
La pregunta obligada es: ¿Por qué todas las sociedades, sin excepción, educan a los hombres para el liderazgo y a las mujeres para las tareas domésticas? ¿Por qué no al revés?
La aplicación de la perspectiva de “género” de forma estricta acaba inevitablemente en una regresión infinita, y termina postulando una ‘causa sin causa’, ya que el dominio masculino observable en todas las sociedades es causado –según la ideología de género- por la «socialización», pese a que la socialización (que siempre origina el liderazgo masculino) en si misma tampoco posee una causa, y de alguna manera «siempre fue así» (En contra, por supuesto, de la opinión de algunas “historiadoras feministas” tales como Marija Gimbutas que llega a afirmar que hubo un tiempo de predominio de lo femenino, formas de matriarcado hasta que fueron destruidas aproximadamente en el Neolítico Europeo, por hordas patriarcalistas procedentes de oriente).
El feminismo de “género”, con la ideología de género, comete el tremendo error de considerar al entorno, el ambiente social como una variable independiente, no logrando explicar por qué el ambiente social siempre se acomoda a los límites fijados por, y siguiendo una dirección acorde con, lo fisiológico (es decir, el ambiente nunca actúa como contrapeso suficiente para permitir que una sociedad evite el dominio masculino de las jerarquías).
Dicho de otro modo, no es verdad, como las feministas afirman que las sociedades inventan roles sexuales arbitrarios. Muy al contrario, las sociedades poseen los pautas de conducta que la biología parece hacer inevitables y, en consecuencia, tratan de socializar-educar a los hombres y mujeres tomando como referencia roles que se espera que ellos serán capaces de cumplir.
La Ciencia ha demostrado sobradamente que las hormonas masculinas y femeninas, invariablemente, crean características profundas que alteran el estado de ánimo. Sin embargo, las feministas atribuyen la conducta de los seres humanos a la «socialización».
La razón por la que las teorías feministas intentan forzarnos a ignorar el papel fundamental de las hormonas masculinas y femeninas como determinantes de la conducta es que inevitablemente tendrían que reconocer que los roles sexuales no solamente no son arbitrarios, sino que de hecho son permanentes (salvo que someta a la persona a una intervención quirúrgica radical).
Los seguidores del feminismo de género se sienten obligados a dar una explicación puramente ambientalista para todas las diferencias de tipo sexual, ya que si admitimos las diferencias biológicas como factores relevantes, el dogma de que las mujeres son «víctimas de la discriminación» no tendría ninguna clase de fundamento. Entonces, las feministas estarían obligadas a separar los efectos de la llamada «discriminación» de aquéllos producidos por la biología, una tarea a todas luces imposible. Como resultado, según la perspectiva de género es imprescindible afirmar a manera de dogma de fe, que las diferencias biológicas varón/mujer no tienen consecuencias posibles que sean observables.
Tal cual dice el biólogo Garrett Hardin, afirmar que la conducta humana no está influida por la herencia, es lo mismo que afirmar que el ser humano no forma parte de la Naturaleza. En la misma dirección que Garret Hardin, el filósofo Michael Levin describe la teoría feminista como una forma de «Creacionismo», una negativa a aplicar la teoría de la evolución a los humanos.
Continuando con la “socialización”, la explicación ambientalista a la que recurren los y las feministas para explicar los diversos roles sexuales, trasladémonos a la práctica deportiva, asunto que agradaría mucho a la autora del libro, profesora de Educación Física como el que subscribe: en los diversos deportes en los que existen registros de las marcas masculinas y femeninas, los hombres superan, de forma significativa, a las mujeres. Lo corriente es que los atletas varones que ya comienzan a destacar cuando son estudiantes de secundaria, igualen los records de las mujeres adultas que poseen marcas mundiales en su especialidad deportiva. A las feministas no les queda otro remedio que admitir, aunque sea a regañadientes que al menos en el ámbito deportivo la diferencia entre hombres y mujeres es debido a factores innatos, y no consecuencia del entorno, del condicionamiento social. Ningún “adoctrinamiento de género intensivo” acabará transformando a una mujer en un defensa respetable de la Liga Nacional de Fútbol.
Como es lógico, todo esto sitúa a las “organizaciones de mujeres” en la curiosa posición de sostener que los factores innatos sí cuentan para explicar las profundas diferencias en el rendimiento de hombres y mujeres en la práctica deportiva y el ejercicio físico en general, pero no están presentes en ningún ámbito más…
Ni que decir tiene que cuando las feministas acaban reconociendo la terca realidad de que existen cualidades-potencialidades diferenciadas debido al sexo, se ven obligadas a admitir que el mayor rendimiento de los hombres en los trabajos agotadores es debido a factores innatos, y no a la «discriminación» o a la «socialización».
No cabe duda alguna de que es una cuestión ideológica y no de lógica, la que mueve la hipótesis de la absoluta intercambiabilidad varón/mujer (cuando se vean necesitadas de ello, las feministas acabarán negando la intercambiabilidad, pese a que como norma defiendan vigorosamente todo lo que se deduzca de ella).
Por otro lado, es importante señalar que el feminismo de género haciendo hincapié en los «derechos de los grupos» y las ofensas al grupo, nada tiene de liberal, es profundamente reaccionario, y por supuesto representa una ruptura radical con la larga tradición humanista que enfatiza los derechos individuales, la igualdad de oportunidades, la promoción social teniendo en cuenta la capacidad, la destreza, el mérito.
Más todavía: el movimiento feminista ataca constantemente a la libertad de expresión, siempre que sea usada de manera que los “grupos de mujeres” la consideren contraria a sus intereses.
La perversa y liberticida doctrina de género pretende reemplazar la idea liberal de «igualdad ante la ley» por el siniestro «algunas personas son más iguales que otras», premiando a las mujeres con derechos, tratos de favor y protecciones especiales que les son negados a los hombres.
Sin embargo, cuando se dirigen a un público escasamente informado e ingenuo las feministas no dudarán en proclamar que ellas «sólo quieren igualdad». En el “retablo de las maravillas” del feminismo de género la segregación o apartheid por razón de sexo es, o muy necesaria, o muy mala, dependiendo de cuál sea el sexo que está siendo excluido.
A fin de cuentas, todos los argumentos feministas son ad hoc: utilizan cualquier argumento que se encuentren para intentar probar lo que desean probar en ese momento (victimización, discriminación, opresión, persecución, lo que sea). No importa que el argumento que el feminismo usa hoy, sea o no coherente con el que usó ayer, o el que use mañana. Los hombres, simultáneamente, son y no son más agresivos, son y no son mejores en matemáticas, son y no son más persuasivos, etc., dependiendo de qué es lo requerido por las exigencias del momento…
Al feminismo no le preocupa lo más mínimo que alguna mujer objete que el argumento de hoy es contrapuesto al de ayer: cualquiera que lo haga será etiquetada como «enemiga de las mujeres» y será expulsada-excomulgada del movimiento…
Y ya para terminar, pues sería lógico que la autora del libro se acabe enfadando conmigo si se los cuento por entero, e impido que lo compren y lo lean, no puedo acabar sin citar que la perspectiva de género es una doctrina que pretende ser ‘total’ (pretende una respuesta ‘global’ a la totalidad de la problemática del ser humano), como ocurre con el marxismo, en cuyas fuentes bebe, sin lugar a dudas.
Según la interpretación de la ideología de género, la sociedad actual está fundamentada en el matrimonio y la familia, en la que existe una determinada división de roles; y es intrínsecamente perversa porque está sujeta a los dictados de una ‘clase’ dominante: los varones; según la ideología totalitaria “de género” la familia es un ámbito donde se educa de tal manera que se facilita, inculca, anima a la violencia contra la mujer.
En semejantes ocurrencias se inspira la denominada “ley de violencia de género”, según sus promotores, los feminicidios, son la respuesta del ‘macho dominante’ a los deseos de emancipación y libertad de la mujer. El varón apegado a formas de conducta ya periclitadas, el varón educado en la familia y la religión judeocristianas, en el patriarcado, niega la autonomía de su pareja y, a partir de un determinado límite, resuelve el conflicto matándola.
Naturalmente, dado que es una ideología bastante chapucera, no existen datos que corroboren o apoyen tales hipótesis. Todo lo contrario.
Si la hipótesis de la ‘perspectiva de género’ fuera verdad, la violencia de la que las mujeres son víctimas y, sobre todo, los asesinatos, se darían en mayor medida en las personas educadas de forma más tradicional que en las personas jóvenes.
Sin embargo, la tozuda realidad demuestra que las cosas no son así: la inmensa mayoría de homicidas son menores de 40 años, y el 20 por ciento, menores de 30. Los homicidas mayores de 50 años, el grupo en teoría más peligroso por su supuesto ‘patriarcalismo’, apenas representa el 40 por ciento de los casos.
Si la teoría “de género” fuera cierta, las personas con mentalidad tradicional deberían cometer más homicidios que las más ‘liberales’ o ‘progres’. Pero no es así. Las personas unidas por matrimonio religioso presentan una menor tendencia al homicidio que las unidas por matrimonio civil; y, a su vez, estas, muchísimo menos que las que viven como pareja de hecho.
Casualmente, las estadísticas demuestran que existen diez veces más posibilidades de homicidio en una relación de pareja de hecho.
Si las afirmaciones de la perspectiva de género que inspiran la ley fueran ciertas, los países ‘más liberales’, con una mayor tradición de emancipación de la mujer, como los países nórdicos y anglosajones, deberían poseer una incidencia mucho menor que los países de raíz tradicional y católica, como Portugal, España, Italia, Grecia (ortodoxa), incluso Irlanda. Pero no es así, sino todo lo contrario. Suecia tiene el dudoso honor de liderar el ránking, junto con Gran Bretaña y los países del norte de Europa, mientras que la cola corresponde precisamente a los países mediterráneos e Irlanda.
El tópico estereotipo de un presunto ‘macho violento’ de pelo en pecho, color cetrino y mirada cejijunta frente a un rosado varón nórdico, de ojos azules y actitudes liberales, es falso: el nórdico, estadísticamente, presenta una mayor tasa de feminicidios; y no solo esto, sino también de violaciones…
Bueno, ya no les cuento más, pues mi amiga Alicia va a acabar enfadándose –con razón- conmigo; compren y lean (y divulguen este libro sobre la ideología de género) «Cuando nos prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres”: Para entender cómo nos afecta la ideología de género, un libro sin duda imprescindible para pasar de tener dudas sobre el “género” a no tener ningún género de dudas.
¡Que les aproveche!