El empobrecimiento colectivo de un país no es fruto de la casualidad.
Dejando a un lado las cuestiones sociopolíticas, y centrándonos en los comportamientos de las personas, de su capacidad de afrontar situaciones adversas y de mejorar la mentalidad del trabajo por el bien común del país; me atrevo a diagnosticar uno de los grandes males sociolaborales de nuestro país: la idiosincrasia del “travestismo profesional”.
Tenemos que sufrir las consecuencias de una grave y cruel crisis económica para destapar las tramas de personajillos generadores de empobrecimiento colectivo. El enriquecimiento personal de esta “tribu del buen vivir” no sería posible en una sociedad concienciada con lo público.
Las instituciones públicas de todo tipo deben ser transparentes, y su gestión, supervisada bajo el parámetro de eficiencia y eficacia en el servicio a la ciudadanía.
La calidad del servicio público debería ser el objetivo de todo responsable de su gestión, y para ello, quienes han sido seleccionados como trabajadores públicos (funcionarios y personal laboral) deben participar en la modernización de la cultura organizacional y de la gestión de los recursos humanos.
Sorprende que en pleno siglo XXI sean muy pocas las instituciones públicas que estén concienciadas y decididas a conseguir una auténtica y verdadera modernización del funcionamiento organizacional y de sus recursos humanos. Desde mi punto de vista como consultor estratégico de recursos humanos y organización, los grandes perjudicados de la deformación organizacional que habita en muchas instituciones públicas son sus trabajadores, y consecuentemente los ciudadanos que reciben sus servicios.
La idiosincrasia del “travestismo” la llevan a cabo quienes una vez posicionados en lo público, crean auténticas tramas, que yo llamo “chiringuitos” con el único fin del enriquecimiento personal, y de sus amiguetes.
Lógicamente, este enriquecimiento personal de unos pocos, está generando, desde hace muchos años, un empobrecimiento colectivo de toda la sociedad.
Quienes no rinden en su puesto público; no se ganan el sueldo, ni generan riqueza para el país.
Anecdóticamente, algunos de estos” personajillos de la picaresca”, se atreven a hablar de emprendimiento, cuando en toda su vida no han arriesgado un euro ni como empresarios, ni como profesionales.
Dentro de la regeneración democrática que debemos realizar en nuestro país, es urgente y muy necesario para fortalecer la economía productiva española, detectar en las instituciones públicas las tramas de algunos “negociantes de salón” y expedientarlos. Los grandes beneficiados seremos los ciudadanos, y especialmente la mayoría de funcionarios y personal laboral que trabajan día a día para el bien común