Preparados… listos… ¡ya!
La hipocresía reina allá por donde planto mi vista, y por lo general suelo plantarla en lugares suficientes como para forjarme un criterio objetivo. O dicho de otra forma, objetivamente subjetivo.
Pero he escuchado algo, y es lo siguiente:
Extraterrestres. Mural en el museo Aramara de Tepic. Foto: Christian Frausto Bernal
En una guerra, en una que cualquier país puede librar contra otro que por lo general tiene todas las de perder, ya que aquel que declara la guerra se encarga de mirar bien cuáles son las posibilidades de su rival, las personas pasan a denominarse objetivos. Es decir, dejamos de ser personas, para ser objetivos, aquello que persiguen las empresas. Curioso, ¿verdad?
Despojamos a los “malos” de todo rastro que pueda hacer que los consideremos humanos, para así no ponernos en su lugar, para no verlos como podemos ver a nuestros vecinos, a nuestros aliados. Los convertimos en algo totalmente diferente, les arrebatamos su libertad, sus sentimientos, su historia personal y la de sus familias, y, ¿qué importa si volamos una escuela atestada de niños? Siempre podremos decir que fue un accidente, o un acto perpetrado por esos objetivos que intentan sabotearnos y dar una mala imagen nuestra a nivel internacional.
¿Hasta cuándo seguiremos mirando al mundo con esta doble moral, con esta hipocresía?
Leí hace poco en un libro que una manera factible de unir a la humanidad sería la aparición de una amenaza extraterrestre. En ese momento dejaríamos de vernos como comunidades separadas y enfrentadas, para así sentirnos parte de una gran especie, la humana, amenazada por un grupo exterior que quiere dominarnos. Curioso.
¿Habremos de llegar a eso, habremos de hacer reales las historias de ciencia ficción, aunque fuese al estilo orwelliano, de manera psicológica, para que en el planeta Tierra, la humanidad pueda vivir en paz con sus congéneres y con quienes viven a su alrededor?
