Asombro y cólera: ésos son los dos vientos que hoy inflan mis velas (por no decir otra cosa, situada más al sur en el mapa de mi anatomía). He avistado muchos leviatanes desde la cofa de este país que navega a la deriva, pero ninguno tan baboso como el del editorial publicado por decreto el jueves, al unísono, en doce periódicos de una región de España. ¿De España? Pues sí, de momento, mal que le pese a algunos. Lo que en tan bochornosa iniciativa me subleva no son los desatinos que contiene el texto, pues habiéndolos escuchado ya infinidad de veces los doy por consabidos, sino el hecho en sí. Dicen que si la prensa muere, muere también la democracia. De ser eso verdad, la democracia, en Cataluña, tiene los días tan contados como los tuvo en Cuba al llegar Castro al poder, en Alemania cuando Hitler ganó las elecciones o en la Rusia de los Romanof a partir del instante en que la chusma de Lenin destrozó el Palacio de Invierno. No hablo como escritor, pues la tela de mis libros no se teje con los hilos de la política, que es cosa que me trae al fresco. Tampoco hablo como ciudadano, pues el lío del Estatut, de la Constitución y del tribunal que vela por su cumplimiento no es asunto que me incumba. Incumbe a los españoles, a los catalanes que quieren ser españoles y a los catalanes que no quieren serlo. Yo no milito en ninguno de esos bandos. No me siento español, no soy catalán y no voté en el referéndum de la Constitución. ¿Por qué, entonces, mi cólera y mi asombro? Pues porque soy, además de escritor, periodista, y el periodismo, en Cataluña, ha sido apuñalado por quienes hasta el jueves periodistas eran. Exigencia sine que non del oficio de informar es la de que el informante no se arrodille ante el poder para que la información no se transforme en propaganda: la de Goebbels, por poner el más infame de los ejemplos posibles. Los huesos de mi tío abuelo, don Modesto Sánchez Ortiz, que fue director de La Vanguardia, y de mi abuelo, su hermano, que fundó la Asociación de la Prensa de Madrid, se revolvieron el jueves en sus tumbas. ¿Cómo se dice Granma, Der Angriff, Il Popolo, Izvestia y Pravda en catalán? ¡Montilla, Montilla, Montilla! ¡Arriba Catalunya sin eñe! Y por cierto, señor Rajoy: opinar lo que se quiera no consiste en decir amén a lo que diga la Generalidad, la Moncloa o Radio Génova. Su postura es tan indigna como la de sus adversarios. Permítame que le envíe educadamente a hacer puñetas.
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Sobre el Autor
Jordi Sierra Marquez
Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.