Asediados por políticas sociales agresivas como nunca, muchos ciudadanos se sienten atemorizados y buscan salidas muy variadas para su angustia, en el juego, la caza, los deportes, el sexo, las drogas y muchas otras formas de esconder su miedo. Otros, en cambio se rebelan y buscan alternativas políticas que puedan ayudar a mejorar nuestro mundo. No viven necesariamente de la política, pero sí para ella.
Están los que van por ahí arreglando el mundo con sus contertulios en la hora del bocadillo, en el café o en las televisiones. Y como el mundo no se arregla, siempre encontrarán culpables a los que denostar: son los que no piensan como él o ella o sus amigos, su partido, su religión, o cualquiera que sea su adscripción intelectual y anímica. Esto sería la infrapolítica, que al fin y al cabo se refleja y retroalimenta con las opiniones de los que sí viven de la política y la ejercen en los Parlamentos. Unos Parlamentos que, por desgracia, están sometidos a lo que llamaremos megapolítica, término nuevo y esclarecedor.
Infrapolítica… megapolítica… metapolítica: para entendernos
Inmersos en la megapolítica
Megapolítica es sinónimo de política a gran escala, de megapoder. Es la política de la globalización, el juego actual del megapoder de las grandes fortunas convertidas en dirigentes de la economía y el poder mundial a través de sus redes mafiosas, industriales y financieras a gran escala desde eso que se llaman “los mercados” y las grandes corporaciones. Estos nuevos señores feudales, siempre en pugna entre sí ( los demonios andan divididos, ya se sabe) se introducen como un cáncer en los países mediante invasiones militares, bloqueos comerciales, o acuerdos multilaterales y Tratados de Libre Comercio,( como el que se nos está preparando secretamente en Europa) con el objetivo criminal de controlar a las poblaciones en todos sus aspectos: físico, social, económico, mental y espiritual. El megapoder es el verdugo de las democracias.
La política es inseparable de nuestras vidas cotidianas, nos guste o no, pero si algo deberíamos impedir en nuestras vidas es el politiqueo de la infrapolítica, aliada servil de la megapolítica, que busca confundirnos, dividirnos y enfrentarnos. Pretende determinar nuestras relaciones laborales, ambientales y las interpersonales e influir en nuestros estados anímicos, mentales y espirituales. Pero si vamos a lo esencial, a la raíz de las cosas, por encima de nuestra condición de ciudadanos con ideas políticas, económicas o de otro tipo, está nuestra condición de seres espirituales sujetos al cumplimiento de leyes espirituales que deberían estar por encima de las leyes de quita y pon de los gobiernos. Pero, ay, los gobiernos son enemigos de esos principios y de las personas que buscan su realización espiritual. Pero estas, al único poder que aspiran es al de someter a su ego a su propia conciencia, que para un creyente es la voz de Dios en su interior.
Un salto cuántico
El combate interno por liberarse del yo inferior y elevar el nivel de conciencia puede llegar a producir con el tiempo ese cambio cualitativo que permitiría hacernos permeables a lo sagrado y buscar formas políticas de convivencia que defendieran el orden espiritual del mundo por encima del brutal y criminal desorden que lo define actualmente. Eso explica por qué las personas que defienden la libertad de conciencia espiritual son mal vistas por los gobiernos.
Una ideología política que se sometiera a leyes divinas tan elementales como no matar, no robar, no mentir, no violentar ni difamar, no desear lo ajeno, etc) y respetara esa nuestra condición espiritual que trasciende a lo social, facilitaría finalmente la unidad, la hermandad y la justicia, desde la libertad; facilitaría el salto cuántico de la política: la metapolítica.
Metapolitica
La metapolítica tiene como prioridad personal superar el egocentrismo, la división y el conflicto y buscar el diálogo, el equilibrio, la cooperación y la armonía entre nosotros si queremos vivir en paz, con libertad y con justicia a nivel mundial.
Es preciso, es urgente, dar la mano al otro, sea quien sea, y superar las fronteras del yo, mío y para mí, para pensar en términos de humanidad. Ahora más que nunca puede irnos la vida en ello con un cambio climático como el presente y una configuración política y económica del mundo como la que se nos impone por el neoliberalismo, la forma más actual y agresiva de la megapolítica.
Por ello la metapolítica es la única política con futuro, pues tanto la infrapolítica como la megapolítica llevan hacia atrás, hacia la involución de la conciencia y de la sociedad, hacia la división y el enfrentamiento, hacia la destrucción en todas sus formas incluida la vida en este Planeta. No merece otra cosa que nuestro desprecio y oposición activa.