Hay momentos en la vida en los que uno llega a pensar lo fácil que ha sido para unos lograr determinadas cosas o cumplir un deseo y lo difícil que es para otros, difícil, no, imposible, el poderlas conseguir.
Digo esto por lo difícil que resulta para los sud y centro americanos, asiáticos, africanos y personas de otros continentes el poder desplazarse para trabajar y asentarse en el continente Europeo y todo ello por los dichosos papeles.
Pero hubo un tiempo en que la historia nos cuenta que los europeos se desplazaban a esos continentes a bordo de barcos tripulados por marineros que por ser caritativo yo defino como lo “mejorsico” de cada casa, cada vez que se organizaba un “crucero” se llenaban los barcos y se vaciaban las cárceles, y sin necesitar ningún tipo de papel desembarcaban allá donde mejor les parecía y se establecían de forma más o menos temporal, el tiempo de estancia iba en función de lo que podían tardar en “arramblar” con todo lo que de valor había por allí y el tiempo que podían emplear “divirtiéndose” con las nativas. De ahí viene en el caso de los españoles, el “glorioso” calificativo de “conquistadores”. Y así siglo tras siglo hasta que solo dejaron las piedras y algún tipo de arbolado que no tenía ningún valor comercial. Y todo esto sin papel alguno. Lo de los papeles vino después, pero no eran papeles para que los habitantes de esos continentes pudieran venir a trabajar a Europa, no, los papeles eran los que los “listos”, los europeos y como no, los norteamericanos, pudieran quedarse para explotar en exclusiva cualquier tipo de mineral ya sea líquido, sólido, o de cualquier otra naturaleza, a lo que hay que añadir la madera, papeles que se autorizan con la firma de los dirigentes aborígenes que apenas saben leer y escribir pero que sí saben contar el dinero, y en que paraísos fiscales pueden ponerlo a buen recaudo, dinero que no llega a los ciudadanos y es por ello por lo que estos se ven obligados a convertirse en gente “sin papeles” en una tierra que no es la suya porque en sus países de origen la riqueza no se reparte, se acapara. Aunque eso aquí, en España, también se hace.
Los tiempos cambian, en otros tiempos los papeles sobraban, estaban demás, ahora los que habitan en esos saqueados continentes si quieren venir como simples visitantes a Europa o a trabajar, tienen que justificar que han sido invitados por alguna familia europea, y en la mayoría de los casos no les conceden el permiso de visita, este pasado verano tuve ocasión de experimentarlo en mi propia casa, y en el caso del trabajo o hay contrato o los internan en un campo de acogida hasta que los devuelven a sus países de origen. O sea que si desean venir solamente a conocer Europa o a trabajar necesitan “papeles” sin embargo cuando los europeos íbamos por esos continentes practicando el saqueo el robo, el pillaje y violando a toda mujer que se les pusiera por delante no hacía falta papel alguno. Eso sí, para darle “seriedad” a la cosa en todas las operaciones de “recogida de enseres” que se hacían por esos continentes nunca faltaba al frente de la misma un fraile portando una cruz. Si los que vienen sin papeles a Europa portaran una sola cruz de madera con uno de los ocupantes de la patera sosteniéndola en sus manos y situado en la proa de la embarcación como señal de paz y buena voluntad seguro que serían acusados de poseer armas de destrucción masiva, y se verían de inmediato repelidos por los buques de la armada y la artillería costera, apoyados por algún portaaviones. ¿Cree usted que exagero? Si hemos sido capaces de permanecer impertérritos mientras quince “sin papeles” se ahogaban en la frontera de Ceuta con Marruecos, ya nada puede extrañarnos. Máxime con ese sujeto que tenemos al frente del Ministerio del Interior.