¿Qué puede hacer el desempleo conmigo?
Muchos son lo estados emocionales que el desempleo puede generar en la salud mental de la persona desempleada, y que pueden terminar por afianzar ideas, del tipo: “No puedo más…”, “Estoy a punto de rendirme…”, “Soy licenciado y ni siquiera me quieren para prácticas”, “Continuamente pasa por mi cabeza la idea de acabar con todo definitivamente”, “Necesito ayuda, guía…”, “No sé por dónde empezar…”, “Creo que ya no puedo controlarlo más”, “Si no encuentro trabajo ya, mi vida se va al garete…”, “Haga lo que haga, no encontraré trabajo porque todo está fatal”.
Se ha puesto de manifiesto en numerosas investigaciones que la pérdida de empleo, (por la merma de aportes psicosociales, la pérdida de habilidades laborales, y la percepción de no poder planificar el futuro, además de cuestiones relativas a la pérdida de estatus o posición social valorada), afecta a la salud mental y el deterioro es rápido, y este deterioro sobre la salud mental no es la única afección, sino que el deterioro comprende la salud en tanto en tanto en cuanto es definida por la OMS: Bio-psico-social.
Y es que: un largo periodo de inactividad puede derivar en que la persona descuide hábitos tan básicos como el sueño, la comida, y en casos más agudos, la higiene y las relaciones sociales, y desarrolle conductas de carácter adictivo. Las relaciones sociales pueden verse afectadas por el sentimiento de inferioridad del desempleado ante un círculo de personas con mayor poder adquisitivo, normalmente trabajadores.
Consecuencia de todo ello, y de la falta de habilidades emocionales con la que habitualmente enfrentamos cualquier suceso vital transcendente, la autoestima se ve mermada, y esto puede constituir el caldo de cultivo de consecuencias nada deseables, ya que la autoestima instaura una serie de perspectivas, confianzas y expectativas, en definitiva profecías, sobre lo que es “posible”, y tanto cuando la autoestima es alta como baja, aquellas se cumplen por sí solas. Un desempleado corre el riesgo de autoprogramarse para el fracaso, cuando comienza a pensar en el registro de las ideas que iniciaban este artículo.
Cuatro son los estadios, por los que se suelen pasar cuando una persona se enfrenta a un acontecimiento desestabilizador como el desempleo, o un suceso vital transcendente: Negación: no aceptar lo que está ocurriendo; Ira; Depresión; Aceptación: fase a la que se llega si se superan las fases anteriores.
Este proceso de adaptación al nuevo escenario aumenta el riesgo de un mayor consumo de sustancias tales como alcohol o tabaco, y algunos estudios han señalado que, ante la angustia vital sentida, aumenta la utilización de servicios profesionales no médicos, tales como sanadores, medicina alternativa, y se deposita confianza en videntes, echadores de cartas, y cualquier recurso que ofrezca algo de esperanza. En este sentido, hace poco se ofrecían datos en los que se confirmaba que se había experimentado, durante la crisis económica y consiguientemente el aumento de desempleados, un incremento en visitas a este tipo de recursos.
Sin embargo, por muy duro que sea el momento vivido, convendría recordar aquellas palabras de Samuel Johnson: «La fuente de la alegría debe brotar en la mente, y quien conozca tan poco la naturaleza humana como para buscar felicidad en cualquier cosa que no sea su propia disposición, malgastará su vida en esfuerzos infructuosos y multiplicará las aflicciones que se propone suprimir».