RESILIENCIA PARA DESEMPLEADOS
Hace no mucho, encontraba en una página de Internet, el siguiente testimonio: “Me levanto por la mañana y ya no sé lo que he de hacer, no hay rutina que guíe mis actos, y lo que es peor: desconozco de mí lo que deseo, y así termino haciendo lo que hacen los demás, o comienzo a hacer lo que los demás desean que haga, anulando la creatividad y cualquier posibilidad al rediseño de actuaciones para mi nueva situación de desempleado. Comienzo a pensar en el suicidio”.
Por su parte, Helena Combariza en “Resilencia, el oculto potencial del ser humano”, dice: “Al hablar de resiliencia humana se afirma que es la capacidad de un individuo o de un sistema social de vivir bien y desarrollarse positivamente, a pesar de las difíciles condiciones de vida y más aún, de salir fortalecidos y ser transformados por ellas ”.
Muchas situaciones de desempleo ponen al rojo vivo en la persona la falta de sentido de su vida, sin embargo no hay verdad más grande y valida para cualquier ser humano que “la felicidad se encuentra en el interior y no es una meta concreta, porque la meta remite al futuro, y el presente es lo más real que tiene el ser humano”. En una situación de desempleo es comprensible que la persona se pregunte por el sentido de su vida, y en situaciones dificiles, no es facil sabe responder acertadamente a esa pregunta. Lo que si parece obvio es lo desacertado que es creer que uno no puede ser feliz si está en una situación de desempleo, ya que es tanto como pensar que la felicidad la da el trabajo, y uno no tiene responsabilidad sobre ella.
Una persona emocionalmente inteligente, es una persona que sabe recuperarse de un despido o una situación de desempleo, que a primera vista se presentan como acontecimientos abrumadores. Una persona que sabe enfrentarse a una situacion de desempleo, no es una persona que no siente rabia o miedo, es más bien una persona que no consiente que esas sean las emociones brújula de su vida, y cuando ésto ocurre, no descuida su estado de salud, no se refugia en el consumo de sustancias o cualquier otra conducta adictiva, es capaz de adaptarse a la situacion nueva que le toca vivir, incluso es capaz de aprender y poner en práctica nuevos modos con los que obtener dinero.
Mucho se ha escrito sobre Inteligencia Emocional en líderes, directivos u otro tipos de profesionales, sin embargo, ser emocionalmente inteligente no es aplicar una serie de técnicas sobre la función o trabajo desarrollado, sino que implica un cambio personal que comienza por el autoconocimiento y la liberación de bloqueos interiores.
El autoconocimiento, la autogestión y la automotivación personal no son cuestion de apariencias, y vencer la tendencia a sentirse víctima de los acontecimientos no es una cuestión que se pueda disimular, sino que implica una reflexión profunda y un compromiso personal con el cambio. Podríamos decir que la persona emocionalmente inteligente, lo es o no lo es, no tanto en función de a lo que se dedique, sino de su actitud ante los retos que se le plantean. No es atrezzo o decoración en escenarios, es contenido de la obra, e implica haber trabajado mucho para ampliar el registro de «habilidades para la vida».
No es fácil resistir a la adversidad, es más bien un arte.Un arte de la persona que se ha comprometido a extraer aprendizaje de cualquier dificultad que se le plantea. La consecuencia de todo ello es una serenidad interior que predispone a la acción proactiva, al pensamiento optimista, que es lo que más acerca a la conducta efectiva, ya que como dijo JEAN PAUL SARTRE “Lo importante no es lo que se hace de nosotros, sino lo que hacemos nosotros mismos con lo que nos hicieron”.
Es dificil aceptar que las situaciones en las que una persona siente desequilibrio, como lo es una situación de desempleo, son las que más le hacen crecer, ya que le interpelan directamente, le cuestionan sus paradigmas y le generan una necesidad de cambiar las creencias. Si uno se enfrenta, sale fortalecido.
La merma de la autoestima que habitualmente sufre un desempleado, sería conveniente combatirla con la responsabilidad, y el compromiso con los objetivos personales, como antídotos que no fallan, y siempre mantener a raya el sentimiento de culpa, la autocompasión, el miedo o la rabia como si fueran venenos que inmovilizan.
En palabras que ya fueron escritas: “diseñar un plan personal para enfrentarse a la nueva situación, intentando detectar y gestionar las emociones derivadas, es el camino para no quedarse anclado en la autocompasión. Uno no nace emocionalmente inteligente, sino que es un potencial al que podemos acceder y desarrollar».