Ciencia

Inteligencia, genética y espiritualidad.

No vamos a descubrir nada nuevo si decimos que la especie humana tiene características singulares como el habla, el arte, la religión, o la cultura en general, hechos todos estos que nos distinguen de otros organismos vivos.

Nuestra especie apareció hace unos 100.000 años, sin embargo las primeras muestras de arte que tenemos datan de unos 40.000 años. ¿Se han perdido o no existen? Quizá podemos plantearnos que la capacidad artística tardó en desarrollarse en nuestra especie. Sin embargo para el desarrollo del arte hace falta una disposición funcional a nivel físico y también una disposición mental.

En el desarrollo del lenguaje también observamos la doble vertiente física y mental, la posición más baja de la laringe que en otros homínidos, y una adaptación de nuestro cerebro hacia la gramática. Nuestro lenguaje es complejo, y tiene multitud de expresiones, lo que permite una gran riqueza en la comunicación, y parece que existe una predisposición genética que posibilita esa habilidad gramatical. Las ventajas evolutivas son indudables.

El ser humano también tiene una disposición innata para la fabricación de utensilios, y herramientas de todo tipo, la capacidad tecnológica va impresa en nuestros genes.

De igual manera podemos plantearnos la posibilidad de que el concepto de espiritualidad tenga raíces genéticas. Es decir está grabado en nuestro cerebro. Posiblemente aquí pueden surgir dos tipos de críticas:

1- Las personas creyentes o espirituales pensarán que esta explicación es simplista y superficial, que ciencia y religión van cada una por su lado. Y que esta explicación peca de atea cuanto menos.

2- Las personas no creyentes ni espirituales pensarán que la explicación es benévola, ya que sólo la incultura, y la falta de educación, y verdadera mentalidad científica, pueden justificar las religiones, que al fin y al cabo son un cuento para controlar a las masas.

Sin embargo creo que la espiritualidad, y por lo tanto, su materialización religiosa es fruto de una adaptación genética en el funcionamiento de nuestro cerebro, como lo es el arte, la tecnología o la gramática. Pero ¿cuáles son las ventajas de esta adaptación?

El problema que surge con la inteligencia es la conciencia de ser, un sujeto inteligente, y que tiene conciencia de sí mismo percibe también de inmediato que es un sujeto temporal y que va a morir. Podemos observar en nuestros hijos cómo el conocimiento de la muerte es temprano, y es frecuente que los niños hagan comentarios sobre ello. Por ejemplo se plantean que ellos morirán más tarde que sus padres porque llevan aquí menos tiempo, podríamos decir que se sienten «más nuevos» que sus padres. Esto en cierta manera les sirve de protección, acaban de llegar y conocen que van a desaparecer, pero al menos no están en la línea «de choque», la mente infantil tiene sus defensas. ¿Pero cuales son las defensas del adulto? ¿Cómo se enfrenta al final de su conciencia de ser, de su inteligencia?

La respuesta es la espiritualidad, el concepto de espiritualidad o trascendencia hace que el ser inteligente conciba una existencia tras la muerte. De esta forma su vida es más llevadera, y no tiene por qué preocuparse del final, ya que tras el aparente final «hay algo más». ¿Cómo se articula esa espiritualidad? Mediante el concepto del alma, y a través de la religión, y las creencias religiosas. En un principio estas ideas son básicas, y se adoran fenómenos naturales a los que se les atribuye un poder místico, y posteriormente, con la evolución de la cultura, comprobamos cómo la fe es esencial en gran parte de las ideas religiosas, es decir el creer algo sin poseer ninguna prueba que lo demuestre.

De forma que podemos pensar que la espiritualidad, y el hecho religioso, están tallados genéticamente en nuestro cerebro con el fin de permitir que una especie inteligente sobreviva enfrentándose a la comprensión de su propio final. La espiritualidad, es imprescindible para la supervivencia del h. sapiens sapiens, y de cualquier inteligencia desarrollada, al menos en sus estadios iniciales.

Hay que entender que la religión aporta algo más que la moral, aporta el consuelo de una existencia post mortem, una vez que hemos resuelto este problema podemos dedicarnos tranquilamente a nuestro quehacer diario.

¿Qué podría ocurrirle a una especie inteligente sin este mecanismo genético? No podemos saberlo, quizá existiera aceptando su naturaleza e intentando alcanzar el mayor conocimiento posible. Aunque también podría ocurrir que a medida que fuera evolucionando fuese consciente de que nunca iba a alcanzar un conocimiento pleno acerca de su existencia y de lo que le rodea, y que cuando tuviera un elevado estatus tecnológico, y social, no le encontrara sentido a su existencia, y decidiera simplemente no continuar con la perpetuación de esa especie. Es decir, sin ideas espirituales, y entendiéndose simplemente como mecanismos biológicos, aceptando que nunca obtendrían respuestas, podrían optar por no someter a su descendencia a ese trámite.

Esta visión puede parecer catastrofista pero si reflexionamos sobre ella nos daremos cuenta de que es factible. Visto así, parece evidente que para la inteligencia la impronta genética del concepto de espiritualidad es positiva, evolutivamente hablando. Lo espiritual es un seguro para la inteligencia, es una garantía para conseguir que esa inteligencia no se cuestione su perpetuación. De forma que cuando muchos millones de personas en el mundo afirman creer en algo tras la muerte, y lo hacen sin ningún género de dudas, aunque carezcan de pruebas al respecto, posiblemente están obedeciendo a un condicionamiento innato, algo que les capacita para la supervivencia, igual que la capacidad para aprender a hablar independientemente del idioma que sea.

Aquí podemos formularnos la siguiente pregunta: ¿qué ocurre con los individuos que carecen de este mecanismo? En primer lugar diré que la mayor parte de la población del planeta es religiosa, o tiene algún tipo de idea espiritual propia, con lo cual los individuos que no tienen este tipo de idea están en clara minoría. Además la forma en que el ser humano percibe todo cuanto existe se basa en una ley conocida y simple, la ley de causa- efecto, todo cuanto conocemos obedece a una causa. De forma que en un sencillo proceso mental podemos retrotraernos hasta la primera causa de todo cuanto conocemos, y necesariamente tuvo que ser in-causada, es decir la primera causa no pudo obedecer a un efecto causado anteriormente, o de lo contrario no sería la primera. Esta percepción del mundo subyace en cada uno de nosotros, y es difícil sustraerse a ella, por lo tanto incluso las personas no creyentes o no espirituales, perciben la primera causa como creadora, y desconocida. Una vez identificada esa causa primera de inmediato se le atribuye una finalidad.

En resumen, podría decirse que aunque la religión es una manifestación cultural, tiene su origen en la idea del alma, o la espiritualidad, y esta idea está ligada al desarrollo de la inteligencia, y es de origen genético. Por lo tanto la religión no tiene su origen en el mito, o en el intento del hombre por dar explicación a los hechos desconocidos, o justificar su existencia, aunque una vez generada, se adapta a la cultura, y va adquiriendo complejidad en su estructura. No es por lo tanto un mecanismo psicológico surgido de la necesidad de dependencia (Schleiermacher) o de obtener respuestas, y tampoco es producto de la evolución cultural. El origen de la religión no es dios, como sostienen algunas teorías, sino el alma o deseo de perpetuar la propia existencia, dios aparece después para justificar y dar soporte a esa necesidad.

Quiero que se entienda que estos comentarios nada tienen que ver con la existencia de dios, ya que el propio concepto de dios en la mayor parte de las culturas lo hace indemostrable. Un creyente podría aceptar esta posibilidad, y admitir que dios lo ha programado para conocerle, y un no creyente podría aceptar estos argumentos, y esgrimirlos para negar la necesidad de un creador. Por lo tanto, el texto no alberga ningún ánimo de polemizar respecto a ese tema.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.