POR CARLOS MIGUÁ‰LEZ MONROY.
Un proyecto millonario abastecerá de energía geotérmica a los países africanos del Valle del Rift, entre ellos algunos Estados fallidos del cuerno de África.
Naciones Unidas impulsa un proyecto para generar energía con el vapor del subsuelo del valle del Rift, en África Oriental. Las centrales geotérmicas operarán en Yibuti, Eritrea, Etiopía, Kenia, Tanzania, Mozambique y Uganda. Los tres primeros, junto con Somalia, excluida del programa, forman parte del Cuerno de África, una de las regiones más inestables del planeta.
La compañía islandesa Reykjavik Energy Invest se comprometió a invertir más de 150 millones de dólares para proyectos de energía geotérmica en África, con el objetivo de extraer el calor de la tierra para producir casi toda su electricidad durante los próximos años. De hecho, Islandia que obtiene de la tierra el 90% de su energía, lo que atrae a varios productores mundiales de aluminio.
También el Banco Mundial participa en el desarrollo energético del Valle del Rift al financiar con 140 millones de dólares otra compañía que pondrá en marcha plantas geotérmicas.
En Kenia se instalarán 1.700 megavatios de nueva capacidad geotérmica durante los próximos 10 años, 13 veces superior a la capacidad actual y una vez y medio mayor que la capacidad de producción total de electricidad de todo el país.
El Cuerno de África no destaca por sus recursos naturales. Pero está situado junto al Mar Rojo que separa esos tres países africanos de la península de Arabia, una ruta obligada para barcos de mercancías y petrolíferos Occidentales. Esta zona se conoce más por los escenarios de inseguridad en manos de “piratas” y de pobreza que presentan los medios de comunicación en tiempos recientes.
Tras varios secuestros de buques en manos de “piratas”, China envió a las aguas somalíes tres buques con misiles guiados, artillería y dos helicópteros a disposición de un destacamento de fuerzas especiales. El Gobierno Chino declaraba que se reservaría la opción de intervenir “si la situación lo justificaba”. Entre esas posibles situaciones entrarían la puesta en peligro de mercantes chinos y de los buques del Programa Mundial de Alimentos que circulan por esas aguas.
La respuesta parece tan desproporcionada como la intervención de la OTAN, que empieza a desplegar fuerzas y a responder con fuerza los ataques de los “piratas”. Pero está en juego el petróleo que va hacia África desde Irak y la península arábiga, así como los barcos de mercancías que van de Asia a Europa.
Si trazamos en un mapa un cuadro que vaya desde Europa Oriental hasta India, vemos todo lo que está en juego. Egipto, Sudán, Eritrea, Etiopía, el Mar Rojo y, del otro lado, la península arábiga (Omán, Yemen, Arabia Saudita, Irak, Kuwait, Israel, Siria, Jordania, Emiratos Árabes, Palestina…); hacia el Noreste, Irán, Pakistán… todo se encuentra en esta zona del planeta, “conflictiva” desde el siglo pasado, cuando Gran Bretaña encabezó la fiebre del petróleo en la economía mundial.
La actividad de los “piratas” afecta también al sector pesquero. No sólo por la reducción en volumen de las capturas, sino también por el aumento de los precios de los seguros y por la pérdida de mercancías. Para algunas empresas pesqueras españolas, la temporada de atún en aguas somalíes representa el 35% de sus ingresos.
Las respuestas militares debilitan en lugar de cooperar para restituir y reconstruir a los “Estados fallidos”, fuentes de guerras transfronterizas, de desplazamiento de refugiados y de pobreza extrema.
En principio, multiplicar por trece la energía producida en el Valle del Rift se presenta como algo positivo, siempre y cuando las inversiones vayan acompañadas de la construcción de escuelas, de hospitales y de otras infraestructuras para los habitantes de la zona. Sería absurdo que el Banco Mundial apoyara un proyecto que produjera energía pero que no hubiera actividad económica que la consumiera.
La quiebra de un Estado no autoriza la injerencia militar “humanitaria” para la que nos ha estado preparando el Ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner. Salvo que la inestabilidad de la zona beneficie a alguien, la mejor respuesta está en una cooperación eficaz para traer agua a una zona azotada por la sequía, para fomentar la actividad económica y dar empleo a los jóvenes, más irritables y manipulables para la violencia cuando su vida consiste en esperar.
Carlos Miguélez Monroy
Periodista