Con las elecciones generales a la vuelta de la esquina, los diferentes grupos políticos luchan por adoptar la postura más radical y de mayor mano dura ante el terrorismo.
Los politólogos israelíes estiman que el verdadero ganador de la “Operación Plomo Fundido” – la controvertida ofensiva militar llevada a cabo a finales de 2008 contra los radicales islámicos de Gaza – es… el líder del Likud, Benjamín Netanyahu, detractor a ultranza de los métodos empleados por el ejército hebreo durante el operativo y de los escasos resultados obtenidos por los estrategas de Tel Aviv.
Pocos días antes de la celebración de las elecciones generales israelíes la popularidad de Netanyahu está en pleno auge. Los analistas consideran, en efecto, que la agrupación conservadora podría desbancar al centrista Kadima, capitaneado por la actual Ministra de Exteriores, Tzipi Livni, convirtiéndose en la primera fuerza política del país.
Los laboristas, hasta ahora socios de coalición de Kadima, ocupan el segundo lugar en las proyecciones de voto. Por su parte, los centristas de Livni compiten con los ultranacionalistas de Israel Beteinu por el tercer puesto. Se trata, recordémoslo, de meras conjeturas; los resultados finales de las consultas electorales celebradas en Israel suelen deparar sorpresas.
Después de la ofensiva militar israelí, que se saldó con 1.200 muertos y más de 5.000 heridos en el lado palestino y 13 victimas hebreas, los conservadores, sumamente cautos durante el operativo bélico, empezaron a criticar los resultados de la incursión bélica en Gaza, alegando que el ejército hebreo, uno de los más poderosos y mejor pertrechados del mundo, no había logrado su principal objetivo: la destrucción definitiva de Hamas. El propio Netanyahu, enemigo del diálogo con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en vista de la creación de un estado palestino, considera que es preciso acabar con la llamada “Hamaslandia” (la autoridad islámica de la Franja de Gaza), a la que no duda en tildar de punta de lanza de la República de Irán en la frontera meridional de Israel. Más aún; el líder del Likud afirmó rotundamente que “el próximo Gobierno israelí tendrá que rematar la faena del ejercito, eliminando definitivamente el baluarte terrorista iraní”.
Sin embargo, Netanyahu incitó a los partidos ultraortodoxos (Shas) o ultranacionalistas (Israel Beteinu), aliados potenciales del Likud en una futura coalición de Gobierno, a pronunciarse tajantemente contra de las consultas con los palestinos. De este modo, la oposición se reparte los papeles…
El laborista Ehud Barak, cuya popularidad estaba por los suelos antes del operativo de Gaza, capitaliza los resultados de la Operación Plomo Fundido. El actual titular de Defensa tratará de aglutinar el voto de los inmigrantes rusos –casi un millón – empleando la hábil estrategia electoral y la socorrida terminología de Vladimir Putin, político que cuenta con muchas simpatías en el seno de la inmigración procedente de la antigua URSS. Pero hay más; los laboristas, que podrían conquistar unos 20- 21 escaños en el Parlamento, cuentan en sus listas electorales con un destacado miembro de la diáspora rusa, quien actúa, además, de portavoz oficial del partido.
La actual ministra de Asuntos Exteriores, Tzipi Livni, podría convertirse – siempre según los analistas – en la principal víctima de esta campaña. En efecto, sus antiguos aliados y colaboradores critican su falta de definición y eficacia en la vida política. A ello se añade el nada oculto deseo de las grandes formaciones políticas tradicionales – laborismo y Likud – de volver a la formula del bipartidismo de “derecha – izquierda”, que contaría, como siempre, con el inevitable apoyo de los partidos bisagra.
Por si fuera poco, surge la incógnita del voto árabe. Tras la decisión del Tribunal Supremo del Estado de Israel de invalidar la prohibición de las dos agrupaciones políticas que aglutinan a los árabes israelíes, la Lista Unida Árabe y Balad, el abogado Ahmed Tibi, jefe de fila de la Lista y antiguo asesor de Arafat para asuntos israelíes, llamó a sus compatriotas a elegir a sus propios representantes en la Knesset – Parlamento. Sin embargo, la situación sigue siendo muy opaca, pues la mayoría de los movimientos políticos y sociales de Galilea son partidarios de boicotear la consulta.
Para la mayoría de los analistas políticos, la campaña electoral gira en torno a la pregunta: ¿cuál es la agrupación que se compromete a adoptar una postura más radical en materia de seguridad nacional, de actuar con mano dura contra la amenaza terrorista? El diálogo con los palestinos, la convivencia con los vecinos árabes o la posibilidad de integrarse, como un país más, en la región de Oriente Medio, son cuestiones relegadas a un segundo, véase tercer plano. En resumidas cuentas, más de lo mismo.
Adrián Mac Liman
Analista político internacional