Cuando acaban de apagarse los últimos ecos del caso Faisán, nombre que se dio a un posible “chivatazo” a ETA para evitar el que un infiltrado en la organización pudiera correr el grave riesgo de ser descubierto y por tanto eliminado, como así lo determinó la Audiencia Nacional exculpando a los dos policía a los que se acusaba del chivatazo que no fue más que una estrategia policial para evitar el entorpecer el proceso que estaba en marcha para lograr el cese de la actividad de ETA. Ahora que todo ha quedado en su justo lugar después de que desde el Partido Popular se hubiera pedido hasta la dimisión de los bedeles del Ministerio del Interior pasando por el personal de limpieza y técnicos de mantenimiento, electricistas, fontaneros, cerrajeros, albañiles, cristaleros y demás personal auxiliar, ahora el Gobierno de Rajoy por medio de su ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, a este sujeto o le atan corto o el día menos pensado va a montar la de Dios es Cristo, ya lo he advertido en varias ocasiones, acaba de protagonizar la puesta en escena del caso Cotorra.
La cosa es que la policía iba a proceder, después de llevar días vigilando los pasos de distintos abogados que controlan a los presos etarras, a la detención de estos y el ministro, posiblemente víctima de un ataque de ansiedad o de notoriedad y como si de una cotorra se tratara comenzó a hablar mediante un comunicado y un “tuit”, nadie puede llegar a creer que un gabinete ministerial de prensa, en un tema de esta naturaleza, lance la noticia sin antes conocerla el propio ministro, confirmando, cuando ni tan siquiera la policía había iniciado la operación para proceder a la aprehensión de los que estaban bajo vigilancia, que estos habían sido detenidos haciendo públicos sus nombres, profesiones y dando pelos y señales de cómo se había llevado a cabo la operación policial.
La sorpresa que se llevaron las fuerzas de orden público fue morrocotuda y no digamos los “presuntos detenidos” que de inmediato se pusieron a la tarea de destruir pruebas, actividad que estaban llevando a cabo cuando se presentó la policía a detenerles. Gracias al “anuncio” del Ministerio del Interior tuvieron tiempo para hacerlo. El caso es que en aquel “terrible” e “ignominioso” caso Faisán desde el Partido Popular se habló en demasía y ahora, mira por donde, ellos han hablado más que una cotorra, sobre todo el “ilustre” ministro del Interior, dando lugar a que unos malhechores pudieran destruir pruebas que muy posiblemente hubieran podido ser elementos incriminatorios determinantes.
Estas cosas suelen suceder cuando se pone al frente de instituciones que deben de actuar con el máximo sigilo y prudencia a individuos con afán de protagonismo y cuya cabeza sólo les sirve para ponerse la boina sobre ella.
La cosa la han “liquidado”, “enterrado” diría yo, diciendo que se ha tratado de un “error humano” y con la ‘destitución’ del Jefe de Gabinete de Prensa del Ministerio del Interior. Y aquí paz y allá gloria.
Hubo un tiempo, ya muy lejano, en la que cuando a alguien se le iba la lengua, entonces no había jefes de prensa que “pagaran el pato”, se la cortaban, ahora lo de cortarle la lengua a un boca floja ya no se lleva, existe, eso sí, pero en teoría, lo del cese de un ministro, pero claro eso es eso, simple teoría.