La clase política, la izquierda, parece haber alcanzado, terminada la larga marcha durante la cual se creó la ilusión del Estado de bienestar, su meta, su paraíso, su tierra prometida: la integración en el Estado capitalista, El Estado hegeliano u orwelliano, siempre el Estado, como meta final al que las izquierdas, como el hijo pródigo, vuelve de rodillas en actitud de adoración. El Estado, representación del patriarcado freudiano, al que, atrapada en un sentimiento de culpa por haber sido, en otros tiempos, revolucionaria, vuelven las izquierdas renunciando a la revolución. En este panorama estepario se encuentran atrapadas las contradicciones, antaño dialécticas y por tanto antagónicas, de las clases sociales.
Desmovilizadas económicamente, desmovilizadas moralmente, pastoreando resignadamente en los presupuestos del Estado, del que reciben los subsidios de sus propias heces, las clases dominadas, gracias a la apasionada integración de las izquierdas en el estado, parecen haber alcanzado su mundo feliz. Con resignación, sumisión, servilismo y sufrimiento.
Una vez más la síntesis de la dialéctica entre la tesis, dominación, y la antítesis, liberación, se resuelve con el triunfo de la negación: la renuncia a la libertad en beneficio de la obesidad y la castración. La libertad es inseguridad, miedo, inestabilidad, parecen gritar algunos, mientras el matarife se prepara para la matanza. La derecha, como ya hizo en los años treinta, vuelve a mostrarnos su cara oculta, la auténtica, y con el rostro desencajado, su más destacado portavoz, M. Merkel, otra vez la Gran Alemania, grita, emulando la película “Metropolis” de Fritz Lang, “¡¡¡Trabajad, trabajad, malditos hasta que el capital reviente de placer con vuestra miseria!!!”
Europa se ahoga inmersa en un océano de mediocridad. Mediocridad intelectual, mediocridad artística, mediocridad literaria, mediocridad científica, mediocridad técnica, mediocridad sindical, mediocridad política…mientras millones de jóvenes permanecen en la periferia del sistema dando interminables vueltas en torno a sus murallas porque no los dejan participa, revitalizar, impulsar el resurgimiento de Europa. La mediocridad, la plutocracia y la gerontocracia se han apoderado de ella y desde sus fortaleces nos gobiernan protegidos por legiones de castrados intelectuales artísticos y políticos.
Una luz intermitentemente roja se ha encendido en respuesta a la brutal ofensiva que los bárbaros protectores del capitalismo financiero y especulativo vienen preparando contra el bienestar social. Privatizar, enriquecerse, desmantelar las conquistas sociales, limitar el ejercicio de los derechos individuales, provocar el caos para aterrorizar a la sociedad es la consigna de la contrarrevolución.
Salarios más bajos, más horas de trabajo, menos vacaciones, jubilación hasta la muerte, menos derechos, más obligaciones, menos felicidad, más sacrificio…grita Merkel coreada por sus súbditos en España, Italia, Francia, Inglaterra, Portugal, Grecia…la oleada se expande como la peste por toda Europa a la voz de ordeno y mando de Merkel, quien con mayor desparpajo y agresividad defiende con uñas y dientes los intereses de la plutocracia financiera a la que sirve desde su arrogante autoritarismo.
Ante este caos, las socialdemocracias y las izquierdas burocráticas salen en defensa de la contrarrevolución, los sindicatos callan. Ante la oleada de millones de parados que van inundando todo el espacio europeo, callan. Y ante la pérdida de derechos sociales y políticos, callan. Y mientras tanto, la derecha disfruta del banquete con los despojos que ella misma ha creado y, como Nerón disfrutaba y se inspiraba en el incendio de Roma, ella disfruta contemplando su propio caos y se inspira en él para elaborar sus políticas económicas, sociales y políticas reaccionarias. Con la izquierda compartiendo los beneficios del caos provocado por el capital, con los sindicatos atrofiados, con los parados y los trabajadores desesperadamente agarrados a una tabla, como balsa de Medusa, a la deriva, con millones de jóvenes deambulando entorno a la riqueza a la que no pueden acceder y sin embargo, todos callan.
Hasta que, afortunadamente, inesperadamente una antorcha, destellando una luz roja de esperanza, se encendió y luego otra y otra y otra…hasta empezar a inundar las plazas de las ciudades europeas. Al fin, la luz de la razón iluminó a millones de jóvenes que decidieron dejar de dar vueltas en torno a la riqueza y avanzar sobre la fortaleza para derribar sus muros y tomar el mando. A qué esperaban si en el silencio estaban contemplando su miseria.
¿Qué proponen? Fortalecer los derechos políticos renovando las élites políticos corrompidas después de cincuenta años de ejercicio monárquico del Poder. Limpiar la casa pública echando de ella a sus corrompidos inquilinos. Proponen nuevas políticas, nuevas ideas. Una regeneración de la sangre. Una distribución de la riqueza entre los ciudadanos.
Proponen todo lo contrario que Merkel vocea en beneficio del capital. Basta de sacrificarse para mayor gloria del capitalismo. Basta de que sean siempre los trabajadores y ciertas clases pequeñas quienes carguen con los gastos de las orgías que se organiza la clase política en sus parlamentos, transformados en monipodios de la corrupción moral, de la indiferencia ante los ciudadanos que representan, a quienes exprimen para pagarse la juerga. Basta de inútiles y mediocres políticos senilmente impotentes de renovar y revitalizar la mediocre Europa.
Piden, exigen todo lo contrario de lo que proponen estos parásitos del capital. Menos horas de trabajo para crear más trabajo, más trabajadores para crear más poder adquisitivo y más demanda, retomando la consigna de que el consumidor y el trabajador son quienes crean la riqueza porque una Europa que beneficie al capital empobreciendo a los trabajadores, que son los consumidores, será una Europa cada vez más pobre. En una palabra, menos trabajo enajenado y más tiempo libre porque esto es posible. Y es posible porque es la solución para acabar con el paro sin necesidad de renunciar al nivel de vida de buen consumidor. En nosotros mismos está la solución si somos capaces de crear más riqueza sin necesidad de convertirnos en esclavos y de distribuirla.
Piden más democracia. También pidieron más democracia los sindicatos y partidos europeos en el siglo XIX y lo consiguieron. Piden que el ejercicio de los derechos individuales sea más protegido que la propiedad capital financiero. Piden fortalecer, ampliar y difundir estos derechos como única garantía de libertad. Piden mayor desarrollo científico y técnico como condición necesaria para aumentar la productividad y reducir el tiempo de trabajo por unidad y crear más fuerza de trabajo, piden salir de las cavernas de la nación petrificada para hacer un esfuerzo común europeo capaz de superar el caos. Piden la renovación biológica e intelectual de la petrificada y autosatisfecha clase política. Piden, tomando como ejemplos las medidas sociales que se tomaron en Inglaterra y Francia al terminar la IIª Guerra Mundial, nacionalizar o crear bancos nacionalizados que impulsen el crecimiento económico, la investigación y la ciencia. Piden, en definitiva, una renovación del esqueleto europeo porque si no se desplomará Europa. O renovarse o morir.