Las primeras disputas no aparecieron hasta la llegada de la primavera, que la sangre altera, y, claro, los nervios desata. La caja da Pandora se abrió con Jacinto, el panadero, el mejor jugador de mus del pueblo, o por lo menos eso es lo que él decía, porque luego estaba Aurelio, el patillas, que tenía un diploma que acreditaba lo mismo, aunque el resto de vecinos desconfiaba de la validez del trozo de papel que colgaba del salón de su casa.
De cualquier modo, y más allá de la competición por ser el mejor jugador de mus del pueblo, el caso es que Jacinto, el panadero, solía repartir pan en los pueblos de la comarca, para lo cuál utilizaba su furgoneta, una CitroÁ«n C-15, de esas que se lo cargan todo, pero que debido al tiempo, aunque no al metereológico, no, sino al de vida, se le estropeó un 14 de abril, efeméride para algunos, por lo que tuvo que tomar el autobús de línea.
Pero cuál fue su sorpresa cuando al acudir a la estación se encontró con que se había cancelado el trayecto ‘Alcantarilla del Tajo-Lagunas del Tajo’, de apenas 15 kilómetros. Sin embargo, Jacinto, el panadero, no se puso nervioso ni gritó a la pobre expendedora de billetes, que no tenía culpa de nada, y pensó para sí mismo, ‘ésto lo arregla Juan Mari, ¡que para eso le voté!’.
Así que, ni corto ni perezoso, que es una expresión del lenguaje que nunca entendí pero que me encanta utilizar, se presentó en la Casa Consistorial para ser recibido por el señor Alcalde. Juan Mari, el liberal, le recibió sin problemas, porque una de sus máximas era que ‘pasar tiempo con un votante no es una pérdida de tiempo, sin una inversión’.
Tras escuchar las explicaciones de Jacinto, el panadero, Juan Mari decidió llamar a la empresa que había adquirido los derechos de la empresa pública de transportes la cuál, hasta su llegada a la alcaldía, gestionaba el transporte por autobús del pueblo. Tras pasar por un par de secretarias incompetentes, valga la redundancia, por fin pudo hablar con un responsable:
– Hola, buenos días, le habla el alcalde.
– Buenos, días, ¿cómo está serñor Alcalde?
– Bien, bien, gracias, ¿con quié hablo?
– Mi nombre es Exiquio Martín, y soy el responsable de rutas de la empresa.
– ¡Ah! ¡Perfecto! Verá, le cuento, tengo aquí en mi despacho a un vecino que necesita ir a Lagunas del Tajo, pero que se ha encontrado con que han cancelado la ruta, y querría conocer la razón.
– Muy sencillo, señor Alcalde, hemos cancelado la ruta por la falta de demanda. Me explico. En los últimos 5 años se ha producido una media de 3 viajeros al mes entre Alcantarilla del Tajo y Lagunas del Tajo, por lo que mantener una ruta para ese número de viajeros se hace totalmente insostenible. Por lo que hemos decidido cancelarla.
– Entiendo, entiendo. Muchas gracias, por su explicación, Exiquio.
– Encantado, señor Alcalde.
Tras colgar con el responsable de la empresa de transportes, Juan Mari, el liberal, le explicó a Jacinto, el panadero, la razón por la que se había cancelado el trayecto. ‘¿Y antes? ¿Por qué sí existía antes?‘, fue la primera reacción de Jacinto. ‘Muy sencillo, antes existía porque era una empresa pública, gestionada por el Ayuntamiento y, por tanto, basada en el servicio a los ciudadanos y no en el beneficio, por lo que era totalmente ineficiente’, explicó convencido el Alcalde. ‘Pues casi prefiero la ineficiencia, señor Alcalde’, terminó diciendo Jacinto, antes de abandonar el despacho.
El problema era que Lagunas del Tajo era el lugar donde Jacinto, el panadero, obtenía mayor volumen de ventas, y debido a que no pudo viajar hasta el pueblo durante un mes (el tiempo que tardó en recibir en su casa la nueva CitroÁ«n C-15, que también se lo cargaba todo) las deudas acabaron por comerse su negocio.
Pero este hecho aislado, sólo fue el principio.
(continuará)