La limitación de efectivo en los mercados es una gran catástrofe para la economía mundial porque los distintos países y las empresas están recortando sus gastos de forma notoria, con una directa repercusión en el nivel de paro, y el resultado lleva a lo que Keynes denominó la paradoja de la frugalidad.
Todas las empresas hacen lo que consideran más prudente, pero el recorte de costes agudiza la crisis y perjudica a todos, incluso a ellas mismas. Y esta frugalidad implicará la necesidad de políticas monetarias y fiscales expansivas para animar el consumo, la demanda y el crédito. Keynes lo tenía muy claro, “el motor de las empresas no es el ahorro, sino los resultados”.
Los recortes que nos impone la UE (Alemania y Francia) son un freno a nuestra capacidad de recuperación. Y la exigencia de capitalización para nuestros bancos un verdadero error. El motor de nuestra reactivación del flujo circular de la renta es el crédito.
Y hablando de motores quiero traer aquí una anécdota.
Albert Einstein, tras ganar el Nobel de Física (por sus estudios sobre el efecto fotoeléctrico y no por la teoría de la relatividad…), impartió multitud de conferencias por todo el país, y solía viajar en coche con un chófer al que un día le comentó que era aburrido repetir siempre lo mismo. El chófer le contestó: “Le he oído tantas veces que me conozco de memoria su conferencia. Si quiere, cualquier día le sustituyo”.
Einstein le propuso hacerlo en alguna Universidad donde no fuera conocido (en aquellos tiempos no había tanta capacidad en los medios informativos como hoy en día).
Y eso hicieron. Todo iba perfecto hasta que, tras la conferencia, llegó el turno de preguntas…y alguien hizo una pregunta complicada. Como no tenía ni idea, le respondió con astucia: “Su pregunta, caballero, es tan sencilla que estoy seguro de que hasta mi chófer podría contestarla, así que dejaré que sea él mismo quien le responda”.