Una vez más, y sin que sirva de precedente, aunque parece que sí lo hará, la Academia de Cine volvió a mirarse el ombligo durante la gala de entrega de los premios Goya de este pasado domingo y reincidió en su empeño de culpar al mensajero por la caída de ingresos que está sufriendo la industria, sin plantearse alternativas innovadoras que puedan evitar esa sangría.
Internet no es responsable de la caída de la rentabilidad del modelo tradicional de comercialización del cine a nivel mundial, es sólo una herramienta de la que se puede hacer buen o mal uso. Hacen mal uso de ella todos aquellos que disfrutan de contenidos gratuitos de manera ilícita, pero también aquellos que intentan evitar el desarrollo tecnológico, y parece que la Academia de Cine anda por esos derroteros.
Si la mitad del tiempo que la industria cinematográfica española se dedica a lamentarse de la situación lo dedicara a encontrar nuevas vías de comercialización y de rentabilidad del visionado en Internet, la situación no sería tan dramática y estaríamos evolucionando con el cambio de paradigma tecnológico al igual que se produjo en el pasado.
No dudo que cualquier cambio de paradigma es traumático porque provoca una alteración drástica en el modo de entender la sociedad y la forma de comercializar un producto en concreto, pero es un cambio inevitable y cuanto más se tarde en comprender que no hay marcha atrás en la evolución más se alargará el trauma.
Querer luchar contra Internet es como querer derruir un edificio a cabezazos, por lo que la única salida es adaptarse al nuevo estado de las cosas y conseguir rentabilizar las películas a través de la red, en lugar de empeñarse en centrar todos los esfuerzos en mantener un modelo de negocio que, a la vista de los acontecimientos, se ha quedado claramente obsoleto.