¿Aflicción mediática? Los hechos se suceden a tal velocidad que apenas dan tiempo para poder asimilarlos con un mÃnimo detenimiento, obligándonos casi a una lectura atropellada de los titulares que depara la actualidad antes de sentir el agobio del exceso de información. Cuesta esfuerzo –¡y tiempo!- seleccionar, valorar, contextualizar, relacionar y profundizar algún acontecimiento entre la maraña de datos, opiniones, propaganda y ruido que transmite cualquier medio de comunicación.
Infoxicación. Técnicas varias. Mayo 2012. Raúl TristánLo que pretendÃa la censura ahora es conseguido por esa avalancha descontrolada de información: impedir que sepamos lo que de verdad sucede. ¿Y dónde está la verdad? Se halla sepultada bajo el volumen inmenso de noticias que dan cuenta, en el mejor de los casos, de porciones tan diversas de ella como versiones tiene o se manifiestan.
Ello nos instala en un estado de aflicción que parece extenderse a todos los estratos de la sociedad. AsÃ, por ejemplo, he sentido aflicción últimamente con el acceso a los medios de información y he detectado esa misma aflicción en muchos de los personajes que protagonizan los asuntos que atraÃan mi atención.
¿Aflicción en palacio? Por el tobogán de los últimos dÃas se despeñaban hechos como la desimputación de una imputada, lo que, en puridad, era hacerle una soberana putada a la susodicha –algo asà como una imputación “en diferidoâ€-, ya que no la eximÃan de sospechas, sino que la mantenÃan en suspenso hasta que los indicios de delito fiscal y blanqueo de dinero fueran más consistentes, a juicio del magistrado instructor, quien insiste en seguir pensando lo mismo que cuando la imputó.
La misma Audiencia de Palma que anuló “de momento†la citación sostiene que la princesa afligida “debÃa saber o conocer†los trapicheos de la empresa de la que formaba parte junto a su marido, ese cónyuge espabilado acusado de malversación de caudales públicos y prevaricación en el caso Nóos.
Dentro del pulso institucional que se está librando, se trata de un triunfo pasajero del fiscal general del Estado, travestido en abogado defensor en el entramado que afecta directamente al Palacio de la Zarzuela, residencia de una Familia Real que ve reducido su tamaño conforme tiene que despojar de tal condición a aquellos de sus miembros que son implicados en escándalos de variado pelaje. Es deprimente que condes y princesas, como en un tenebroso cuento de hadas, acaben en divorcios, pleitos y cárceles por avaricias insaciables del cuerpo y el alma.
¿Aflicción en el PP? La PolicÃa, durante esos mismos dÃas, certificaba en un informe de la Unidad de Delitos Económicos y Financieros (UDEF) que la contabilidad B era, en realidad, la contabilidad A del partido que goza del respaldo popular para que siga, no sólo gobernando a base de recortes a los ciudadanos, sino repartiendo sueldos, sobresueldos y “despidos en diferido†a los imputados por corrupción que, cual metástasis, le brotan desde la TesorerÃa hasta las más opacas raÃces y el frondoso follaje a una organización que presume de transparencia y tranquilidad. En botánica serÃa una planta podrida, pero en polÃtica es signo de vitalidad fisiológica y salud saprofita.
Para el cariacontecido Rajoy, nada de ello es verdad, salvo una parte. El caso Bárcenas se enmaraña, asÃ, en informes y fotocopias que, en última instancia, no hacen más que evidenciar “una actuación persistente en el tiempo en transformar donaciones por encima del lÃmite legal en ingresos en la cuenta de donativos anónimosâ€.
Si ese fraccionamiento de un dinero ilegal, procedente de donativos de grandes empresas que recibÃan contratos enjundiosos con la Administración, no sirvió para financiar al partido y, de paso, enriquecer a los que ocultan su patrimonio en paraÃsos fiscales, ¿para qué sirvió entonces? La trama Gürtel y su derivada causa Bárcenas tienen al partido del Gobierno sumido en una aflicción que se nota en las caras de unos dirigentes que ya no saben cómo explicar tantas tropelÃas.
¿Aflicción ideológica? Porque, aparte de las ilegalidades y las corruptelas, se constata la inmoralidad de los que no tienen empacho en apretar el cinturón de los españolitos de a pie mientras ellos se aflojan el suyo con el concurso, generoso en sobres para gastos de “representaciónâ€, del partido.
Y es que tales personalidades que nadan en la abundancia, capaces de tener un Jaguar en el garaje y no darse cuenta, son, en verdad, los únicos que pueden “representar†teatralmente la pobreza y la humildad, pues los demás las sufrimos en nuestras carnes, máxime cuando una impuesta austeridad recorta derechos y prestaciones en sanidad, educación, dependencia e, incluso, en el aborto.
Tal vez de ahà derive el “lapsus†(?) de la diputada popular Beatriz Escudero, defensora en el Congreso de la ley, cuando se atrevió asegurar que “en España, las mujeres que se ven abocadas al aborto son las que menos formación tienenâ€, dejando patente su percepción y su sensibilidad sobre las mujeres y los desafortunados: el vicio es cosa de pobres, pareció decir.
Causa aflicción esta soberbia ideológica que el propio ministro Gallardón reconoce en la Ley del Aborto: obedece a la mentalidad (moral) del Gobierno que promueve la modificación para hacer más restrictiva su aplicación. Y punto. TodavÃa hay quien cree que los ricos no abortan como tampoco “catean†en sus caros colegios privados. Si éstos expulsan a los que, ni con profesores de apoyo, son capaces de mantener la ratio de aprobados, otras sortean en el extranjero las trabas que aquà votan para impedir el aborto.
Asà es como pueden permitirse luego la indecencia de acusar desde una tribuna a los “menos formados†y tildarlos poco menos que de asesinos por desear engendrar sólo los hijos que puedan criar y educar con un mÃnimo de dignidad.
¿Aflicción económica? Si el Gobierno impulsa leyes para beneficiar a los evasores fiscales, en vez de impedir y castigar el hurto a Hacienda ¿cómo no imaginar que lo estructural sea el engaño y la defraudación a escala general? No resulta extraño colegir, en estos dÃas de tristeza, que semejante conducta sea la constante no sólo entre miembros de la Familia Real y el partido gubernamental, sino en la mayorÃa de las empresas más importantes de este paÃs.
Porque no es aflicción sino vergüenza lo que produce saber que 33 de las 35 empresas más representativas que cotizan en el selectivo Ãndice IBEX de la Bolsa de Madrid tienen cuentas en paraÃsos fiscales, totalmente opacas al fisco. Son cuentas que no se justifican con la actividad mercantil de tales empresas, pero que seguramente permiten ser generosos en donaciones y dádivas a partidos, altas personalidades e instituciones con las que se interrelacionan con el propósito de que ese entramado polÃtico, económico y legal sirva a sus intereses, ya sea en forma de contratos con la Administración, leyes que favorezcan sus negocios o indultos cuando son sorprendidos en flagrante delito, lo cual no impide astronómicas jubilaciones. Asà cualquiera.
Hay jornadas en que uno no para de llorar.