Algo se mueve en América Latina, que avanza en integración regional y ya no acepta ser patio trasero de Estados Unidos. Rafael Correa, presidente de Ecuador, anuncia que no se renovará la base militar estadounidense de Manta, en la costa ecuatoriana, y el presidente Lula promueve la creación del Consejo de Defensa Sudamericano y denuncia que le preocupa la IV Flota estadounidense “porque irá donde hemos descubierto petróleo”. Pero hay más.
En Venezuela, Bolivia y Ecuador se han desarrollado reformas o refundaciones constitucionales para crear, en palabras de Correa, “un nuevo modelo de sociedad, basado en la solidaridad, justicia y bienestar para todos y todas”.
En Ecuador, la nueva Constitución aprobada es socialmente una de las más avanzadas del continente. En Venezuela, la reforma constitucional propuesta por el gobierno de Chávez perdió por la mínima. Analistas independientes lo atribuyen a la prisa en lugar de haber tenido antes un amplio debate nacional. Esa reforma, además de ampliar la renta social para la mayoría, incluía el control del Banco Central de Venezuela, medida que se presentó como muestra de “aferrarse al poder”.
Sabemos de modo fehaciente que la pretendida independencia de los Bancos Centrales es un camelo. La crisis financiera lo ha hecho evidente, como también qué intereses defienden, que no son los de la mayoría. Cuando el crecimiento económico continuo de América Latina durante años no ha disminuido la pobreza ni la obscena desigualdad, sea bienvenido cualquier intento de cambiar la política económica. Ese espíritu y voluntad continúan en el gobierno venezolano.
En Bolivia, con un 64% de población en pobreza, la nueva constitución (que tiene en cuenta al 62% de población indígena) y las medidas de gobierno de Evo Morales han sido respondidas con ferocidad y juego sucio por parte de la minoría blanca que controla las provincias más ricas. “En nuestra cultura, hay una ley cósmica: no robar, no mentir, no ser flojo. En nuestra cultura la honestidad es importantísima”, ha proclamado Evo Morales. Y practica lo que predica. No hay ninguna corrupción en su mandato. Los ingresos por los hidrocarburos se han triplicado en los últimos dos años, y se triplicarán nuevamente en los próximos años, porque el gobierno nacionalizó el sector. Y ese beneficio libera de la pobreza a muchos bolivianos.
Oskar Lafontaine, ex ministro de Finanzas con el Partido Socialdemócrata Alemán, hoy copresidente de Partido de la Izquierda alemana, escribe que “es bienvenida la llegada al poder de políticos que ponen las riquezas de su país al servicio de los pobres y de los expoliados. Que esa parte pobre de la población sea, antes como ahora, una mayoría en esos países, no dice nada a favor de la anterior época de capitalismos corruptos. El capitalismo no ha liberado a la mayoría de la población ni del estado de necesidad ni de la miseria, sino que ha hecho a los ricos, más ricos, y a los pobres, más pobres. Por eso han triunfado electoralmente Chávez y Morales”. Y Mark Weisbrot, codirector del Instituto de Investigación Económica y Política de Washington, ha remachado que “la respuesta a las demandas directas del pueblo boliviano ha sido una nueva constitución, la re-nacionalización del sector de hidrocarburos, la reforma agraria, y el rechazo a un acuerdo comercial patrocinado por Estados Unidos”.
En el panorama de alternativa que vive América Latina, arriesgan más, y también son más vituperados Venezuela, Bolivia y Ecuador, cuyos presidentes son acusados de autoritarismo, pero, como recuerda el analista Tariq Alí, “Hugo Chávez venció limpiamente en seis elecciones a pesar de tener en contra a casi todos los medios informativos venezolanos, y Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador vencieron netamente aún con una durísima oposición sin tregua”.
Hay que desterrar la pobreza para construir otro mundo, pues, como dijo Ghandi, “el hambre es un insulto. Humilla, deshumaniza, destruye el cuerpo y el espíritu; es la forma más asesina que existe”. Y hambre y pobreza van de la mano; es así de elemental.
Esteban Beltrán, Director de la Sección Española de Amnistía Internacional, dijo que «si hay un reto universal al que debemos enfrentarnos es al de la pobreza como violación de derechos humanos. A pesar de todas las promesas, los pobres son hoy mucho más numerosos. (…) Hay que liberar a los “presos de la pobreza”. Y en América Latina se toman en serio esa liberación de la pobreza.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor