La lectura del artículo de John Dalhuisen “Ante la prohibición del velo integral” (Amnistía Internacional nº 104, pgs.34-35) me ha dejado, desde una posición progresista, desconcertado, perplejo. No sólo por lo que afirma en cuanto que “justifica y relativiza la imposición religiosa de cómo vestir”, (y a quien imponen cómo vestir imponen cómo pensar, cómo actuar, cómo amar… privándole de toda posibilidad de ejercer la libertad), afirmando que quienes están sometidos a una voluntad externa ejercen el derecho de ser diferentes. El derecho a la diferencia ¿puede considerarse un derecho individual cuando enmascara la negación de los derechos individuales? ¿Puede ejercerse ningún derecho si no eres necesariamente libre? ¿Está el derecho a la diferencia disociado de la libertad individual?
Me preocupa no sólo por esta coexistencia apaciguadora con los enemigos de la libertad, decía, sino por el concepto que tiene de la libertad y de los derechos individuales. Yo entiendo la libertad como el poder que tiene cada individuo para gobernarse, darse derechos y defenderlos, buscar su propia felicidad y sus placeres, pensar por sí mismo y tomar sus propias decisiones. La libertad sólo puede ser individual porque siempre nace y se conquista contra los poderes exteriores al individuo sean el Estado, la religión o cualquier otra entidad corporativa o familiar. La libertad es un ejercicio de elección ininterrumpido, de manera que cuando dejas de poder elegir has dejado de ser libre.
Desde esta perspectiva resulta muy peligroso que los fundamentalismos, y desde posiciones aparentemente de izquierdas pero no progresistas, utilicen el argumento de que las personas, las mujeres en este caso, eligen vestir (y por lo tanto pensar, opinar, y participar de una moral) según mandatos religiosos porque son libres para elegir. ¿Es libre para elegir quien nunca ha sido libre? ¿Una persona libre puede elegir, dejar de ser libre? cuando la libertad es irrenunciable ya que no se puede renunciar a dejar de elegir, decidir uno mismo en cualquier momento. ¿No será más cierto decir que quien opta por no ser libre es porque nunca lo ha sido y esa opción le viene impuesta por su estado de sumisión desde el que, adoctrinada, trata de legitimarlo nada menos que en nombre de la libertad? ¡Qué disparate! Y qué amenaza para los individuos que no entendamos que ese argumento ha sido elaborado por los enemigos de la libertad. ¿Puede elegir la libertad, la capacidad de tomar sus propias decisiones, quien en nombre de la libertad ha dejado de ser libre?
No debería extrañarnos que las personas dominadas se identifiquen con quienes las dominan y hasta justifiquen y defiendan su estado de sumisión. Les ocurre a las mujeres y les ocurre a los trabajadores. Ocurre en todas las religiones monoteístas y ocurre en cualquier sistema político y económico de explotación. La razón de esta identificación de los dominados con los mismos valores de quienes los explotan se debe a que no tienen conciencia de clase, de pertenencia a una clase explotada, y sobre todo a que no tienen conciencia de que son o pueden llegar a ser sujetos de derechos. Ocurrió en la Segunda República española cuando se concedió el voto a las mujeres que votaron masivamente dando el triunfo a la derecha clerical. Desde otra perspectiva, la psicológica, Fromm en “El miedo a la libertad” y Reich en “Psicología de masas del fascismo” y “La revolución sexual” explican esta contradicción.
Los derechos individuales sí son absolutos. Lo son en cuanto que son inherentes a la persona, imprescriptibles e inalienables, una vez conquistados, ¡claro! Y deberían ser ilegislables como proclamaron la Constitución española de 1869 y la de la Iª República española, porque si fueran ilegislables se evitaría dejar un hueco a la reacción para que recorte su ejercicio y acabe dejándolos vacíos de contenido. Como ocurrió con todas las revoluciones liberales del siglo XIX que, luego, los parlamentos, controlados por la inevitable reacción, los iban recortando. Y así hasta el triunfo de los totalitarismos en el siglo XX. Lo cierto es que sólo debería legislarse para garantizar su ejercicio y su defensa. Deberían protegerse, siempre. Y deberíamos denunciar cuando se ponen trabas a sus ejercicios.
Los derechos individuales, contenidos en las Declaración Universal de Derechos Humanos y en las Declaraciones que les precedieron así como en todas las constituciones democráticas, tienen las características de que son compatibles, se refuerzan los unos con los otros y por lo tanto nunca pueden entrar en colisión, sería una contradicción inasumible, y en ningún caso el ejercicio de uno puede anular el ejercicio de los otros. Los derechos giran en torno al desarrollo de la libertad, su punto de arranque, se es y se puede ser mental y moralmente libre incluso antes de haber conquistado los derechos, que no son ajenos a la libertad porque ésta se manifiesta ejerciéndolos. Por esa razón el ejercicio de un derecho individual no puede entrar en contradicción con la libertad individual. Y son, además, universales por lo tanto es imposible que puedan ser privilegio de unas minorías. Son patrimonio, por voluntad de quienes los han conquistado, de todos los seres humanos los posean o no. Los disfruten o no.
Recurrir a la tradición y a la religión (¿) como fuente de derechos individuales es el mayor de los despropósitos que he podido leer y escuchar. Ninguna religión monoteísta y ninguna tradición, que se alimenta a su vez de las religiones monoteístas, han reconocido nunca jamás en sus libros sagrados ni en su doctrina no ya los derechos individuales sino ni tan si quiera al individuo como fundamento básico de la sociedad, de la sociedad democrática. El individuo y sus derechos están en contradicción con esas religiones y con toda tradición. Sólo el pensamiento conservador y fundamentalista entiende la tradición como fuente de derecho. Claro que frente a esta posición dominante, otros sostenemos que no existe más fuente de valor que el individuo. Pero esto ya lo anticipó en el siglo XIV Marsilio de Padua en su “Defensor minor”.
La libertad religiosa no debería estar recogida en esos términos en las constituciones porque ya está proclamada la libertad de pensamiento, de conciencia y de moral y por lo tanto es una redundancia. Admitir de una manera específica ese derecho contiene un peligro, como un virus que se hubiera colado en la Declaración universal, que si se manipula desde el exterior de la voluntad individual puede volverse contra la libertad. Esto es lo que están haciendo todos los fundamentalistas de todas las religiones monoteístas. Su amenaza es real.
Pero la “libertad religiosa” sólo puede entenderse como un derecho individual cuando se ejerce contra la imposición de las religiones. Uno afirma su derecho a ser religiosamente libre en el sentido de que no permite que ninguna religión se le imponga. En este sentido es compatible con el ejercicio de todos los derechos. Si los amenazara habría que eliminarla del panteón de los derechos. Y aún cuando alguien quiera tener una determinada creencia ésta sólo puede practicarse en privado en términos muy abstractos sin obstruir el ejercicio de todos sus derechos. En privado no se puede legitimar que una persona esté autorizada para imponer leyes religiosas a otra. Cuando esto se haga en público o en privado debe ser perseguido por la justicia.
Toda religión monoteísta es por sus contenidos morales enemiga de la libertad. Esto debemos tenerlo en cuenta. No es posible la coexistencia. La Historia es testigo que tras toda revolución se desencadena una contrarrevolución. Ocurrió en el Renacimiento con la Reforma y la Contrarreforma y ocurrió tras la proclamación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Durante siglo y medio el pensamiento hegeliano en parte de Alemania y la Iglesia Católica en los países católicos lanzaron una brutal ofensiva contra los derechos individuales y la democracia. Tardaron más de cien años en derrotarlos pero al final sus engendros políticos: el fascismo, el nazismo y las dictaduras militares, católicas todas ellas, lo consiguieron. Afortunadamente los anglosajones los derrotaron y consolidaron las libertades imponiéndoselas sin contemplaciones a dos países tradicionalmente belicistas y militaristas: Alemania y Japón. La libertad se tiene que difundir a veces por imposición. O ellos, que no dejan de maquinar contra nosotros, o nosotros.
Nadie puede creerse que una mujer enclaustrada, momificada, bajo un vestido que no es un vestido sino un símbolo religioso de opresión machista-religiosa va a evolucionar desde una posición de sumisión total a la moral religiosa del macho dominante. Esa mujer nunca ha sido libre, nació sumisa. Siempre vivirá identificada con los valores que la oprimen y si alguien trata de liberarla luchará por mantener su situación de sumisión. Carece de la más mínima conciencia de que está sometida. Si tuvieran la más mínima conciencia de que podrían llegar a ser sujetos de derechos, ya habrían empezado a manifestar por diferentes medios, como siempre han hecho todos los movimientos sociales periféricos al Poder, su deseo de impulsar la revolución moral y política que necesitan hacer para liberarse de la esclavitud en la que viven. Porque están posicionad@s en contra de los derechos es por lo que van momificadas en vida bajo símbolos religiosos. Comprendiendo y relativizando esa posición de inmersión en sus valores tradicionales nunca podrán evolucionar.
Existen otras formas de difundir y proteger el ejercicio de los derechos. Primera: se deben denunciar todos los sistemas político-religiosos que niegan su existencia con la misma convicción con la que nuestros antepasados denunciaron el fascismo y el nazismo. ¿O no?; segunda se debe exigir a todos los inmigrantes, por supuesto en todo sistema educativo desde la infancia a tod@s, la formación en los derechos individuales y la jura de la Constitución previo conocimiento del Título Primero de la Constitución española y en todos los países sus constituciones. Así mismo todo predicador religioso debe jurar las constituciones democráticas si quiere exponer su religión en cualquier país democrático, porque no existe más legislación que la que emana de la Constitución ni más ley que la que protege los derechos individuales. ¿Estamos decididos a ser libres y a difundir la libertad? ¿No resulta sospechoso que se nieguen a jurar la Declaración Universal de Derechos Humanos?; y en tercer lugar se debe condenar a quien intimide religiosamente a otras personas en público o en privado. Es necesario aprender a ser libres practicando el ejercicio de la libertad. ¿Alguien puede creer que los derechos individuales nos los han regalado?
En un trabajo de investigación que hice sobre la relación entre erotismo, religión y poder pude llegar a una conclusión, entre otras: que las religiones monoteístas son ideologías al servicio de los poderes, de cualquier poder autoritario. Son la conciencia de clase de ese poder y de quienes se benefician de él. Una conciencia de clase ajena a los intereses del pueblo que explota. Un pueblo que aún hoy día carece de su propia conciencia de clase, a pesar de tener la fuente de esa nueva mora que son la libertad individual y su ejercicio a través de los derechos individuales,. Es necesario desarrollar esta nueva conciencia como alternativa política y moral a las clases dominantes.
Terminada mi investigación se me abrió un nuevo campo de estudio en el que no había caído: el papel de la mujer en la Historia de la Humanidad. Había concluido que la moral tradicional religiosa-machista-monoteístas es un instrumento de represión que se sobrevive en los estados democráticos a pesar de ser inconstitucional porque somos educados en valores tradicionales y no en valores democráticos. Y esa moral a pesar de estar al servicio de los poderes autoritarios y de las derechas sobrevive en las izquierdas y en las mujeres que se identifican con una conciencia machista-clerical que las niega y por lo tanto no es la suya. A pesar de que en cualquier constitución democrática no existe más fuente de moral que la afirmación de la libertad individual y los derechos individuales seguimos pensando con valores tradicionales. Tener esto claro es determinante para defender seguir viviendo en libertad en el presente y para el futuro. En esta tarea las mujeres adquieren un protagonismo dirigente.
La mujer por haber sido y seguir siendo tres veces explotada: explotada políticamente, explotada económicamente y explotada sexualmente, debe ser la principal protagonista en hacer la revolución moral que la libre de la conciencia ajena a ella: la machista-monoteísta y elabore una moral alternativa basada en los derechos individuales.
En algunas exposiciones mías y en antologías de Historia del arte sobre la mujer, presento a la mujer despojada de vestidos porque éstos representan ataduras morales o son símbolos de sumisión al macho. Y la represento en ritmos corporales que comunican libertad de movimientos. Es evidente que muchas mujeres de izquierda y feministas consideran que presentar a la mujer desnuda, como lo hago yo, es tratarla como objeto. Este planteamiento, en mi opinión, es puritano y el puritanismo es una forma de supervivencia del poder religioso-machista en estas mujeres. El puritanismo o la religión nos presentan a nuestro propio cuerpo como si fuera nuestro mayor enemigo, recordemos que los enemigos del alma son: el mundo, el demonio y la carne, y la carne no se refiere a la carne de vaca precisamente, sino a nuestro propio cuerpo. Nos hacen sentir vergÁ¼enza de nuestro propio cuerpo. Quieren que lo odiemos, lo despreciemos y aceptemos el sufrimiento y el dolor como valores superiores. A mí este desprecio del cuerpo, de la belleza y del placer me parecen valores monstruosos con los que ellos, sin embargo, adornan a sus santos y mártires.
El cuerpo es nada menos que el único fundamento sobre el que se construye nuestro yo, nuestra identidad individual y es, por tanto, el fundamento sobre el que se soportan los derechos individuales. El cuerpo no lo podemos ver a través del prisma puritano desde posiciones de progreso. No tenemos nada vergonzoso que ocultar. No podemos avergonzarnos en público de aquello que deseamos y hasta hacemos en privado. No puede ser vergonzoso lo que nos produce la mayor de las sensaciones agradables solos o en compañía.
Nuestro cuerpo ni es una guarrería ni es una perversión. La única perversión está en la mente sadomasoquista de sus enemigos y en sus víctimas que somos nosotros mismos. Pero contra esto hay que luchar. La mujer desnuda o en movimientos libres simboliza un gesto desafiante frente a quienes la someten. Esta es sujeto de sí misma porque se ha hecho dueña de su propio cuerpo, porque no lo somete a sufrimiento y porque goza y piensa con él cuando quiere, como quiere y con quien quiere. Sólo la mujer cubierta y enclaustrada en su intimidad es sistemáticamente sometida a la voluntad del macho. Esta sí es la mujer objeto del macho porque carece de voluntad propia.
Imaginemos, por un momento, que las mujeres musulmanas tuvieran conciencia de lo que acabo de decir y decidieran vestirse o desnudarse en público y en privado como ellas mismas quisieran: sería una revolución moral y toda revolución moral es una revolución política. Ese día temblarían los poderes teocráticos de todas las ideologías totalitarias.
Yo a Amnistía Internacional, a las organizaciones feministas y ateas y a las fuerzas del progreso les propondría, complementando las anteriores actividades que ya he comentado, que pusiera en marcha dos campañas ininterrumpidas:
La primera que incluya el derecho a la felicidad y al placer en la Carta Universal de Derechos Individuales. Y si están en contra de esta afirmación, que incluyan el derecho al sufrimiento y al dolor. Sería lo coherente, ¿no?
La segunda que la Carta de Derechos Humanos se aprenda de memoria como la tabla de multiplicar desde que un niño empieza a estudiar y se repita anualmente hasta que abandone el sistema educativo.
Estas cosas tan sencillas son revoluciones políticas que a diferencias de éstas y de las económicas podemos hacer solos sin alterar el sistema capitalista, de momento, sí el teocrático. Pero el pueblo, aquéllos millones de personas, mujeres, niños y hombres, que pasan su vida trabajando para alimentar a quienes los dominan tendrían al menos conciencia propia, su propia conciencia basada en los Derechos individuales. Ya te dije que la conciencia que tenemos, basada en la tradición moral machista-religiosa, no es nuestra sino la de quienes nos dominan
La libertad, y termino, los derechos individuales no son naturales. Estos derechos los crearon algunos seres humanos, los asumieron otros y los conquistaron las masas que instauraron, contra sus opresores, regímenes políticos democráticos. Son derechos políticos que deben ser defendidos todos los días y la mejor defensa es su difusión. Si no somos capaces de defenderlos, los acabaremos perdiendo. Para privarnos de ellos trabajan todos los monoteísmos. Si cedemos terreno estamos abocados al caos. Es cuestión de tiempo. Y los enemigos de la libertad tejen lenta pero ininterrumpidamente.