Trabajar en el extranjero es una alternativa que, ya sea por necesidad o por inquietudes personales, se ha convertido en habitual estos últimos años, y es que no sólo los jóvenes se aventuran al nuevo cambio en sus vidas, sino que también multitud de padres han decidido que toca dar una vuelta de tuerca a sus vidas y han decidido adentrarse en esta nueva experiencia.
La razón de trabajar en el extranjero
Como decíamos, existen muchas razones por las que una persona decide cambiar por completo su vida, ya sea debido a un cambio meditado durante mucho tiempo, un deseo que se hace realidad o incluso un cambio repentino que modifica por completo nuestro esquema de futuro, y es que, para razones, historias.
Encontramos desde la persona que siempre ha querido conocer mundo a aquella que lo hace por necesidad, una razón muy habitual en estos últimos años debido a la fuerte crisis por la que hemos atravesado multitud de países.
En cualquier caso, si nos fijamos bien, todas estas personas tienen una razón en común, que no es ni más ni menos que la búsqueda de un futuro mejor. Eso no quiere decir que no se pueda conseguir en casa, pero sí es cierto que muchas personas se sienten bloqueadas en su nido original, o directamente su especialidad no es suficientemente reconocida, algo que da lugar a lo que ya conocemos como “fuga de cerebros”, pero que también podríamos ampliar a “fuga de profesionales”, y es que uno de los daños que está produciendo esta situación es el hecho de que, no sólo estamos formando a personas que se ven obligadas a dejar de formar parte de la economía en nuestro país, sino que también hay profesionales muy cualificados a los que ya no vamos a poder acceder fácilmente.
Si echamos la vista atrás, nos podemos dar cuenta de que muchos oficios que antaño eran reconocidos e indispensables, han ido desapareciendo a pasos agigantados, algo que no sólo nos hace perder parte de nuestra identidad, sino que nos lleva a un mundo más estático y menos valorado.
Hace no mucho podíamos encontrar un especialista que realizase un determinado trabajo manual de gran dificultad, pero a día de hoy ya no existe, intentad encontrar uno, pero no uno que haya decidido retomar esa labor, sino el que verdaderamente se había profesionalizado desde los inicios, heredando la habilidad y buen hacer del padre… eso ya está perdido, e igualmente estamos perdiendo otros muchos de los que a día de hoy no somos conscientes, y cuando queramos darnos cuenta, ya será tarde para recuperarlos.
Con esto vengo a querer transmitir mi preocupación por el futuro, no ya el hecho de que haya personas que se vean obligadas a salir de su hogar contra su voluntad, sino el hecho de que todo esto va a tener consecuencias como la pérdida de una parte de nuestra industria, parte de nuestra capacidad, nuestras habilidades, tradiciones, costumbres y, en definitiva, una parte de nuestra cultura.
En busca del país perdido
A la hora de hacer las maletas y marchar, está claro que unos lo hacen con mayor gusto que otros, pero siempre hay un detalle en común, y es que a todos nos duele separarnos de nuestro hogar, nuestros amigos, familiares, nuestro entorno, las costumbres como esa cervecita que tomamos con nuestros amigos un viernes por la noche, o esa ruta que hacemos los domingos por la mañana.
Pero no todo son pérdidas, y es que cada persona tiene que luchar por su futuro y el de los suyos, y tanto cuando lo hacemos por ilusión como por obligación, estamos dando un paso adelante que sin duda nos va a enriquecer en todos los sentidos.
Por una parte nos va a llevar a amar más aún si cabe (o al menos a ser conscientes de ello) de lo que sentimos y valoramos nuestro origen, pero a la vez también vamos a absorber nuevas culturas, nuevas ideas, pensamientos, costumbres, etc. que formarán a nuestro yo del mañana, con una mayor cultura y autorrealización, algo imprescindible muy especialmente para los más jóvenes.
No debemos olvidar que cada vez estamos más unidos con otros países, ya sea económicamente como en relación con nuestras estructuras políticas y económicas, lo cual hace que cada vez sea más frecuente y necesario viajar a diferentes destinos para desarrollar cualquier tipo de actividad.
El estar adaptado y entender este concepto, no sólo nos va a ayudar a llevar a cabo con mayor profesionalidad nuestro cometido, sino que además nos evitará mucha tristeza que, repito, todos sentimos cuando nos toca partir.
Compartiendo la cultura
Tengo la suerte de conocer a bastantes personas con las que comparto el haber viajado, y eso me ha demostrado que, incluso estando en casa, las experiencias de uno enriquecen al otro. Un ejemplo es un buen vecino y amigo mío originario de Inglaterra, otro que, siendo español, ha pasado gran parte de su vida en Francia, tengo familia en Alemania, en Australia, etc. e incluso he viajado con frecuencia a países como Senegal y Argelia. De hecho me estoy planteando reservar una temporada para trabajar en Alemania y abrirme a nuevas experiencias que tengo pendientes desde hace tiempo.
Lo mejor de esto es cuando nos sentamos y hablamos de nuestras experiencias, y es que no debéis olvidar que es una forma fantástica de aprender y entender mejor el mundo que nos rodea, evitar ser estáticos, nos permite abrir nuestra mente y sobre todo tener la capacidad de recibir información de una manera crítica pero siempre objetiva, dejando atrás prejuicios y por supuesto también los miedos, consiguiendo de esta forma evolucionar.
En definitiva, tanto al viajar como al compartir experiencias con personas que hayan viajado o provengan de otros países, en nosotros está germinando una semilla positiva que nos va a ser de mucha utilidad en el futuro aunque no lo creamos, y sobre todo, perdonad que me repita, nos llevará a perder los miedos.
Hogar, dulce hogar
Pero hay algo que está claro, y es que, por mucho que nos guste nuestro destino, y por mucho que nuestra calidad de vida haya mejorado al optar por trabajar en el extranjero, hay algo que también está en común entre todos los aventureros, que es el echar de menos nuestro hogar.
Cuanto más hayamos tardado en emprender la marcha, más difícil será movernos del sitio que nos vio nacer o nos vio crecer, que no debemos olvidar que uno no es de donde nace, sino de donde pace. De ahí que sea una buena idea hacer lo posible porque los más pequeños asimilen el cambio de forma adecuada y desde edades tempranas, consiguiendo así que tengan más ilusión y ganas de conocer y aprender cosas nuevas, vivir nuevas experiencias y por supuesto no sentirse atados nunca.
Pero volvemos a lo mismo, y es que nuestro hogar es nuestro hogar, pero no olvidéis que siempre podemos crear uno nuevo en nuestro destino, y aunque echemos de menos muchas cosas, es muy importante que miremos al frente con ilusión, ganas y sobre todo nos abramos a crear nuestra vida en el lugar de destino que hayamos elegido.
Uno de los mayores enemigos en estos casos es el muro que establecemos entre nosotros y el lugar al que viajamos, y es que, sobre todo cuando viajamos por obligación, en todo momento nuestra mente está en volver a casa, y eso hace que, por muchos años que pasemos fuera, nunca consigamos adaptarnos y vivamos en un auténtico infierno en vida, sin la capacidad para ver el lado bueno del lugar que estamos pisando.
Por ello debemos aprender a distinguir, y es que el hecho de abrirnos a la nueva experiencia, en ningún momento estaremos negando nuestros orígenes, pero sí conseguiremos el que básicamente es el objetivo de cualquier persona, que no es ni más ni menos que ser felices con nuestra decisión, y eso, amigos, está al alcance de todos.