No, no eran gentes de raza negra aunque el color de su piel así lo señalara, eran personas que huían de la guerra, de la miseria, del hambre, de la persecución política, eran ante todo personas que se lanzaron a la aventura poniendo su vida en juego con la única intención de buscar un lugar mejor, un lugar donde pudieran vivir como seres humanos, donde buscar un “hueco” en una sociedad nueva para ellos donde poder conseguir encontrar la posibilidad de supervivir y con la esperanza de poder reunirse algún día en ese, para ellos, nuevo mundo, con su familia, con sus esposas, con su hijos, con sus padres y con sus hermanos, en definitiva con sus seres queridos que quedaron allá expectantes ilusionados y a la vez preocupados a la espera de ser llamados algún día para que esa reunión se produjera, pero esas expectativas, esas ilusiones y lo que hubiera podido ser un hermoso reencuentro se truncaron en una playa que delimitaba la frontera entre Ceuta y Marruecos.
¿Qué importa si fue la Guardia Civil o la gendarmería marroquí, la que impidió que quince personas perdieran su vida y con ella sus ilusiones en una playa en la que las imágenes nos han dado cuenta de cómo los seres humanos, maltratamos a otros seres humanos indefensos estando estos en unas condiciones dramáticas, ver aquel grupo de personas acosadas y atacadas desde tierra y desde el mar, fueron escenas que jamás se deben repetir pero que no me cabe la menor duda de que lamentablemente algún día las volveremos a ver. Los “humanos” somos muy dados a repetir nuestras “hazañas”.
“Honradamente he de mostrar mis temores de siempre cuando observo en cargos políticos actitudes o hechos en los que se pone de manifiesto su beatería, me dan verdadero pánico”.
Pero de todo este lamentable episodio hay algo que para mí ha quedado muy claro: Ni los números de la Guardia Civil ni los de la gendarmería marroquí, son culpables de lo ocurrido, todos ellos se limitaban a cumplir órdenes como es su obligación, los culpables, los responsables de tan bochornoso y desgraciado episodio son los mandos. El ejército y las fuerzas de orden público salen de sus cuarteles o comisarías provistas de la clase de armamento que les señalan sus superiores, oficialmente y cuando se está bajo mando nadie se “arma” por su cuenta ya sea en plan ofensivo o defensivo y esos medios de ataque o defensa cuando son portados por personal uniformado es para utilizarlo y en el caso de la playa de Ceuta las imágenes han dejado bien claro que se utilizó. No pienso en absoluto que los fallecidos lo fueran por el empleo de estas armas, pero nadie puede negar que sirvieron de amedrentamiento para que muchos de ellos estuvieran dentro del agua más tiempo del debido y murieran ahogados.
No, en el caso de España no son los números de la Guardia Civil que intervinieron en tan “gloriosa” operación los culpables, los culpables son sus superiores y en particular los responsables políticos, pasando por el delegado del Gobierno, el director general de la Guardia Civil, secretarios y subsecretarios del Ministerio del Interior y todo aquellos cargos civiles que están desempeñando tareas relacionadas con el orden público y para lo cual no tienen la más mínima preparación, la mayoría de ellos están ahí por cuestión de amistad. He dejado para el final al protagonista, al hombre que no mira de frente a las cámaras de televisión cuando le están entrevistando, al personaje que en varios de mis artículos he advertido de que se le debería aparatar de su cargo antes de que pudiera dar lugar a que algún día pudiéramos tener un altercado público de incalculables y trágicas consecuencias, me refiero al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, a ese personaje que hace unos días, el 23 de enero pasado, decía que: “Santa Teresa hablaba de tiempos recios, y estoy seguro de que en estos momentos estará siendo una importante intercesora para España en estos tiempos también recios que está atravesando”.
Honradamente he de mostrar mis temores de siempre cuando observo en cargos políticos actitudes o hechos en los que se pone de manifiesto su beatería, me dan verdadero pánico. Si el presidente del Gobierno aún tiene la cabeza sobre los hombros y no anda por ahí, como en muchas ocasiones pone de manifiesto, como pollo sin cabeza, debería cesar a este ministro y cuanto antes mejor. Si a este Gobierno le queda una pizca a de decencia este suceso se debería investigar y castigar a los responsables.
Pero por lo visto en ese luctuoso y desgraciado día en que algunas personas perdieron la vida en la frontera entre Ceuta y Marruecos, estas no pudieron contar con la intercesión de Santa Teresa, esa santa a la que el ministro del Interior le profesa tanta devoción, a lo mejor es que andaba muy ocupada y el ministro no tuvo ocasión de contactar con ella para consultarle o le aconsejara lo que era conveniente hacer o como actuar contra un grupo de pobres gentes, de personas, que huían de las guerras, de la miseria, del hambre, de la persecución política y al propio tiempo poder conseguir su libertad ideológica.
Su libertad como personas nacidas libres y por tanto con derecho a serlo de por vida.