De niño conocí la conmovedora historia de «La cabaña del tío Tom».
Guardo además en la retina, las imágenes de los años 60, en mi adolescencia, de los negros crucificados y quemados en el sur de los Estados Unidos…
Nunca imaginé que vería un día al nieto de aquellos esclavos, encaramado en un trono imperial, al frente de las fuerzas del mal.
El nieto del Tío Tom
Se del nieto de un esclavo
Coronado emperador
Que cree ser el más bravo
El más grande y el mejor.
En su trono encaramado
Y ciego por el resplandor
Del cetro que le han prestado
Hace alardes de valor.
Se presenta libertario
Justo y pacificador
Y de la ley defensor
Cual caballero templario.
Mentiroso,
Es un vulgar mentiroso.
Como pocos han habido.
Se muestra ensoberbecido
Terco, necio y vanidoso
Descendiente indecoroso
De su abuelo encadenado
Por el amo cruel malvado.
El mismo que él hoy pondera
Como si el malvado fuera
Bueno, justo y generoso.
Mas el César caerá
Por más que lo oculten muros,
O ejércitos del mal, oscuros.
Su historia culminará.
En un pozo deshonrado
De la humanidad entera
Sin poder lavar siquiera
El barro en que se metió
Por la lanza que clavó
Al propio mundo al costado.